El sentido de pertenencia es otra de las claves del Pincha puntero, el equipo del momento. Jugadores consagrados y pibes empapados con la historia del club, una fórmula químicamente perfecta.

En el predio de Estudiantes de La Plata los días arrancan temprano para todos. El DT Nelson Vivas y un juvenil de la novena división comienzan a entrenar a primera hora, a la misma hora. Leandro Desábato y Mariano Andújar, que ya fueron campeones locales y de América en la era Sabella, practican a pocos metros de Santiago Pachamé, el hijo del mítico ayudante de campo de Carlos Bilardo, un chico categoría 2001 y alcanzapelotas en los partidos. Es normal ver al Bocha Flores (otro de los integrantes del equipo campeón intercontinental de Zubeldía) cebando mates o a Juan Ramón Verón (padre del actual presidente del club y figura emblemática de la conquista de 1968 en Old Trafford) sentado bajo la sombra de un árbol del country de City Bell. El espíritu, el ADN, se genera respetando la historia, contagiándose entre glorias, profesionales y aspirantes: el secreto de Estudiantes -el líder del campeonato, el equipo del momento- es su sentido de pertenencia.

"Los chicos de las juveniles adquieren la atmósfera del club: el trabajo, el respeto, el detalle, las formas de trabajar, el no subestimar a nadie", reflexiona Agustín Alayes, manager desde 2012. El virus, sutil, penetra a los más chicos. Pasan nueve horas en City Bell. Entrenan, almuerzan, descansan, van a la escuela, y todo ocurre dentro del complejo. Desde hace un año, en el turno tarde, los 160 alumnos del colegio son futbolistas del club: los chicos, en inferiores, comparten cancha y aula. Allí, en 2015, terminaron sus estudios Santiago Ascacibar y Daniel Sappa, el arquero estrella ante Colón el último sábado. Después de cursar, algunos duermen en la pensión, con lugar para 45 juveniles.

Aunque en la escuela los profesores no les hablan de la mítica historia de Estudiantes, los formadores sí lo hacen. La conocen bien porque ayudaron a construirla. Fernando Ortiz y Ezequiel Maggiolo comandan la reserva; Martín Mazzuco, Pedro Verde -tío de Juan Sebastián Verón, presidente de la institución-, Martín Gaimaro, Juan Krupoviesa y Leandro Testa trabajan con las otras categorías. Salvo excepciones, la mayoría de los juveniles son de La Plata. Estudiantes no busca talentos en Capital o Gran Buenos Aires. Los captadores, cada tanto, se sumergen al interior del país para encontrar alguna perla perdida. Si no, los planteles los componen niños de la ciudad: "Muchos son hinchas de Estudiantes", confiesa Hermes Desio, coordinador de las divisiones inferiores. Lo dice y lo confirma: tienen el corazón dominado incluso antes de pisar City Bell por primera vez.

Entre los técnicos y preparadores físicos de todas las categorías el vínculo también es fluido. Desde Nelson Vivas hasta Alejandro Saggese, DT de la novena, comparten un grupo de WhatsApp. Cada vez que Estudiantes gana -en este torneo, ocho veces- felicitan al entrenador y le dan su mirada sobre el partido. "Ves que empiezan a poner banderitas, íconos de champagne. Es buenísimo. Todos tenemos relación con Vivas", dice Desio.


Los chicos primero
Vivas catapultó muchos juveniles al primer equipo. Alayes se lo avisó: los chicos del club, para ellos, son prioridad. En este campeonato, de los 21 jugadores que utilizó, siete provienen de las entrañas del club: Carlos Auzqui, Lucas Rodríguez, Santiago Ascacibar, Lucas Diarte, Julián Marchioni, Daniel Sappa y Nahuel Losada.

Particularmente, Ascacibar es su gran descubrimiento. El Ruso se destacaba en inferiores cuando Vivas, hasta el año pasado entrenador de la reserva, lo subió a trabajar con él. En los primeros seis meses jugó poco, y en el segundo semestre ganó la titularidad. Vivas se ocupó del plantel profesional a principios de año y se llevó a Ascacibar. El Ruso, 19 años, creció con la firmeza de una columna griega y se convirtió en la gran figura del equipo: "Para quienes lo conocíamos y seguíamos, nos sorprende menos. No es normal que un chico se adapte tan bien y tan rápido a Primera. Pero sabíamos que su potencial era muy alto", dice Alayes. "Todos sabíamos lo que era", agrega Desio.

A los chicos que llegan a primera los arropan las espaldas gigantes de consagrados como el Chavo Desábato, Mariano Andújar, el Chapu Braña y próximamente la Brujita Juan Sebastián Verón, quien se afina para volver a jugar. La mezcla es químicamente exacta. Multicampeones y jóvenes trabajados, con sentido de pertenencia, todos con la fuerza de una manada de leones. El resultado es perfecto: cinco puntos arriba del segundo con diez fechas disputadas.

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