“Si logramos armar el mejor equipo vamos a poder pelear la Copa”, vaticinaba Darío Giustozzi antes de comenzar a desandar este sueño. Pero el golpe de realidad fue demasiado fuerte. “¡No lo puedo creer, no lo puedo creer!”, lloraba de la emoción en pleno festejo por la consagración. Mucho menos se hubiera imaginado que así sería el recibimiento al equipo en Ezeiza.
Un nutrido grupo de hinchas los esperó en el hall central del aeropuerto internacional al grito de “¡dale campeón!”. Los jugadores mostraban la copa y saltaban de alegría para cambiarle el humor a la mañana del lunes.
El equipo argentino venció el sábado a Rusia por 5-4 en el partido decisivo y de esta manera no sólo se convirtió en un campeón inédito sino que además rompió la hegemonía de Brasil y España, que hasta acá habían ganado todos los mundiales, con cinco y dos conquistas, respectivamente.
Catorce nombres tiene escritos la página más gloriosa del futsal argentino, un deporte amateur en el plano nacional. De ellos, ocho juegan en el exterior Nicolás Sarmiento (arquero) y Maxi Rescia (líbero) lo hacen en España; Pablo Taborda (líbero), Gerardo Battistoni (lateral defensivo), Leandro Cuzzolino (lateral ofensivo) y Cristian Borruto (lateral ofensivo), en Italia; Alan Brandi y Fernando Wilhelm, en Portugal.
Los otros seis todavía militan en nuestras tierras: Matías Quevedo (arquero de Barracas Central), Guido Mosenson (arquero de Sociedad Hebraica Argentina), Damián Stazzone (líbero de San Lorenzo), Santiago Basile (Kimberley), Constantino Vaporaki (lateral ofensivo de Boca) y Alamiro Vaporaki (pivot de Boca).
Por la tarde, los campeones visitaron al presidente Mauricio Macri en la Residencia de Olivos:
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