Si la televisión argentina de las últimas dos décadas puede presentar una decena de grandes figuras y una decena de grandes programas, entre los decálogos hay dos nombres ineludibles; Julián Weich y Sorpresa y Media.
El actor que incursionó en la conducción con el recordado Agujerito Sin Fin desarrolló una exitosa carrera que presenta una característica cada vez menos frecuente en la televisión: todos sus programas observan el respeto y el buen gusto como ejes. Es que Julián defiende el concepto de una televisión de principios, al servicio del entretenimiento limpio, sin golpe bajo, de la emoción como recurso positivo, de hacer el bien, porque simplemente, hace bien.
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No hay dos Weich: uno en la tele, otro en la vida. Julián es así: como siente, conduce; como sueña, expresa; como prefiere, vive. Por eso está desencantado con el fútbol profesional - "me gusta más jugarlo que estar metido en el ambiente"-, no entiende la violencia, la falta de respeto, el descuido por lo esencial que es el espíritu lúdico que debe observar todo hecho deportivo.
Anda dolido Julián con el fútbol, o mejor dicho, con todas las capas de oscuro barniz que recubre su noble madera; porque a no engañarse, Julián lleva el potrero en el alma, Julián es de los picaditos con amigos. Le encanta el fulbito, el gol amateur, el esfuerzo compartido... Jugó mil partiditos, con las camisetas de todas las producciones de sus programas.
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Hasta disputó una final con Sorpresa y Media y jugó a cuatro mil metros de altura, en Misa Rumi, en la profunda puna jujeña, en medio de una comunidad Coya que jamás lo había visto en la tele. Hasta ahí fue Julián, a encontrarse con ellos, a extender los sueños, a conocer y convivir con una comunidad de sesenta argentinos, y por supuesto, a hacer correr la pelota.
Hay en las dos notas una reflexión necesaria, una voz de conciencia que ayuda a repensar esta historia que tanto nos gusta; desde Fútbol Fans queremos aportar voces que nos ayuden a pensar que, antes que nada, el mejor juego del mundo no merece nuestro maltrato. Gracias Julián por la coherencia.