El verano está lleno de verdades. Acá están diez de ellas. Las que no te podés perder para que tus vacaciones sean reales, de verdad. Desde un fútbol en la orilla del mar hasta comer en una parrilla libre. No te lo pierdas
Se viene el verano. Las vacaciones. La magia, la fiesta, la familia. El rock y la cumbia. El cuarteto. El calor. Las pieles quemadas. Los pelos al viento. Los cuerpos. Y hay cosas que, en esos días de relajación y desbande, no te podés perder. Que no se te pueden escapar. Y nosotros, acá, te cantamos la justa. Te tiramos las diez cosas que no podés dejar de hacer en vacaciones.

Ir a la playa

Señoras y señores, empezamos esta nota con un concepto bien claro y conciso: vacacionar en la montaña, en la sierra, o en el campo es como ir a una fiesta a las tres de la mañana y llevarse un libro. Hace calor. Y si hace calor, hay que ir a la playa. Es así: calor, playa, arena, mar. Quienes van a la montaña y sufren con caminatas eternas, los compadezco. Tengo dos consejos para ustedes. Vuelvan a nacer. Si no funciona, prueben con vacacionar en la costa, en cualquiera de sus localidades. Sientan esa sensación del mar rozando el tobillo. Y después contame.

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Hacer a alguien milanesa

Basta con las mentes iluminadas que salen del mar y se ponen a dar vueltas en la arena. Chicos, en serio: no va. Queda mal, es incómodo y después tenés que volver a entrar en el agua para limpiarte. O caminar por el pasillo de las carpas así, hecho un papelón, para ducharte. Dale, viejo, estás grande. Y como estás grande, tenés que unirte con un amigo o amiga para tirar a alguien en la arena apenas sale del agua. Le saltás a las piernas, lo atrapás, le pegás el pecho en la arena, le apoyas un cachete, después el otro, y le tirás un poco de arena en el pelo, como para que te insulte un rato. Ojo: procurá estar seco cuando hagás esto. Si no, van a ser dos milanesas. Y dos papas fritas.

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Comprar churros a las siete de la tarde

¿Hay algún grito más sagrado que el del tipo vestido de blanco, cuyo uniforme es similar al de Dios, y se desgarra la garganta ofreciendo "Churros"? Son hermosos. Yo los amo. Venden churros espantosos: viejos, escasos de dulce de leche y secos. Los tenés que cortar con una motosierra. Pero los amamos igual, porque son trabajadores de la playa. La cuestión es que, al menos una vez en tu vacación, debés comprarle una docena. Pero no a las cuatro de la tarde, eh. Ahí son todos vivos. Con el mate, ¿quién no? Comprá a las siete, si te la bancás. Comprá cuando el sol baja y el vientito llama al buzo. Comprá cuando el churro es una piedra. Te vas a divertir mucho en la lucha por comerlos. Seguramente terminen en la basura, sí.

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Dormir una siestita en la playa

Lonita, cachete sobre arena y chau. Roncá. Fijate que no sea un pasillo, o un lugar de paso porque los nenes, corriendo con los baldecitos, seguro te van a pisar. Y escapate un poco del sol. Si no, te despertás rojo, ardiente, y a la noche no vas a poder pegar un ojo. Es revitalizador.

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Jugar al fútbol en la orilla

Otro concepto básico. A mí, la verdad, me agota ver gente jugando al fútbol en la arena seca. Me canso sólo de verlos. ¿No se te matan las piernas, hermano? Encima, la pelota pica para todos lados. Dejame de hinchar. Al fútbol se juega en la orilla, chabón. A la tardecita, cuando la gente empieza a irse. Y al ladito del mar, que si la pelota se moja, sigue, y se salpican todos, y terminan todos en el mar. Otra: se juega sin arquero con arcos chiquitos, salvo que sean mil contra mil. Pelota inflada pero globo, así podés meter pases largos. Vale pegar patadas, está claro. Ah, otra: penales en las carpas. Sí. Por favor. Un torneo de penales familiar, todos con todos, en la arena seca, en las carpas. Nada más hermoso que atajar y volar en la playa.

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Tener sexo en la playa

¡Sí! ¡Obvio! Me voy a poner romántico, niños: nada más lindo que acostarse en la arena, ensuciarse un poco, escuchar el mar y ver a la otra persona desnuda a la luz de la luna. Si alguien pasa y los ve, que los vea, los mire y escuche: los envidiará mucho. Rompan la rutina. La cama está siempre en casa. La arena es la cama ideal para el verano. Eso sí: si es una relación ocasional, si conociste a alguien en el boliche de costanera, cuídate. 

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Meterse al mar de noche y sin ropa

Puede ir de la mano con el punto anterior. Podés terminar con esa persona y juntos —no de la mano, por favor: me asquea pensar en lo cursi que puede ser esa imagen, por Dios— zambullirse (hermosa palabra) en el agua. Salpicarse mucho entre sí. Otra cosa: es menester (otra palabra bellísima. Gracias, Pappo) tomar mucha carrera antes de meterse en el mar. Mucha, eh. Fundamental: prestá atención dónde ponés la ropa, y que nadie te la saque porque sería un bajón.

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Jamás, si el día está lindo, dejar la playa antes de las 19

Este es un dato secreto. La CIA y la KGB lo guardaron durante décadas enteras. Yo, por suerte, lo descubrí sólo, porque soy un capo. El mejor horario de playa es cuando empieza el atardecer. Ahí la rompe. La gente se va porque está apurada. Se apuran, los tipos. ¿Me explicás para qué, si estás de vacaciones, te vas corriendo de la playa? ¿Quién te corre, fiera? Vos, que sos un campeón y estás de vacaciones de verdad, sentila: quédate hasta que se vea poco. Me lo vas a agradecer, vas a ver, titán.

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Ver el amanecer en la playa

Todavía no decidí si somos privilegiados o desafortunados. Si Dios es argentino, como dice Julio de Grazia en "Plata Dulce", o si el tipo nos odia y, por eso, nos dio amanecer en el mar y no atardecer. Digo: en la costa argentina el sol sale por el mar y se pone en la tierra. Salvo en Monte Hermoso, que amanece y atardece en el agua. Pero ellos tendrán otros problemas que desconocemos. Una mañana, levantate temprano, sentate en la rambla y mirá cómo aparece el sol así, sutil, de la nada. Es impresionante. Después volvé a la cama, está clarísimo. Son vacaciones.

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Ir a una parrilla libre

Yo sé que este punto no es para cualquiera. Suelen ser caras, inaccesibles. Pero en la costa hay carne de primer nivel. Y en las vacaciones tu panza tiene vía libre para explotar. Ex-plo-tar. Vas, te sentás, te pedís un vino y empezás a morfar a lo loco. Mucha tira de asado al asador, papas fritas a la provenzal. ¡Qué lindo comer mucho! Y qué lindo comer mucho asado, mucha carne. Después, si quieren, me mandan un mensajito y les digo dónde ir, según la localidad de la costa. Sí: tengo todas las postas. Los canjes, se los debo.

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