Aquella noche del 30 de diciembre de 2004, de la cual se cumplen hoy diez años, quedó grabada para siempre en la memoria y clavó una artera puñalada en el corazón de todos los argentinos, cuyo dolor aún persiste, máxime en los familiares de las víctimas.
Había entonces un grupo de aproximadamente 2.811 jóvenes, de variados orígenes e intereses, que se disponían a ver el show en vivo de la banda Callejeros, en un conocido boliche llamado República de Cromañón.
Lo que iba a ser una fiesta concluyó con la trágica muerte de 194 personas (la inmensa mayoría, jóvenes) y más de 700 heridos. Las copas estaban casi listas para el brindis de fin de año. Callejeros, la banda que más notoriedad había alcanzado en los últimos doce meses, decidió cerrar su año con un triple Cromañón. Uno por cada disco. Una fiesta completa, y a esperar los festivales de verano. Una agenda bien cargada para concretar ese futuro promisorio que algunos equiparaban con Los Redondos.
Ojos Locos fue la banda soporte que preparó el ambiente para que, algunos minutos después, los de Villa Celina se adueñaran del escenario. Apenas comenzado el recital de Callejeros, pese a los pedidos del líder de la banda, Pato Fontanet, y del gerenciador del boliche, Omar Chabán, la pirotecnia hizo estragos. La bengala y sobre todo, el tres tiros asesino, fue a dar justo en la media sombra del techo provocando su incendio y desmoronamiento, la liberación de humo tóxico, el corte de luz, y la desesperación. De repente, la trampa mortal dejó al descubierto puertas de emergencia clausuradas, sobreventa de entradas y condiciones de seguridad inexistentes.
El barrio de Once se convirtió en el epicentro de todas las miradas: los noticieros no paraban de mostrar las terribles imágenes, un infierno de destrucción y muerte que atragantó festejos en reuniones de amigos y de familias. No había manera de entender lo que había pasado y no hubo datos precisos sino hasta muchas horas después.