Se convirtió en uno de los actos más conocidos de represión cometidos por la última dictadura cívico-militar, ya que los desaparecidos eran estudiantes, en su mayoría adolescentes menores de 18 años, que fueron torturados antes de ser asesinados.
La CONADEP estableció que la policía bonaerense había preparado un operativo de escarmiento para los que habían participado de la campaña en favor del boleto estudiantil, considerada por las Fuerzas Armadas como "subversión en las escuelas".
El caso tomó notoriedad pública en el año 1985, luego del testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, en el juicio a las juntas militares. Además, Díaz participó de la creación del guión que llevó la historia al cine días antes de cumplirse una década de lo ocurrido, en el filme homónimo. Cuatro de los estudiantes secuestrados sobrevivieron a las posteriores torturas y traslados dispuestos por la dictadura.
Las víctimas eran estudiantes de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), rama estudiantil del peronismo revolucionario platense. Dicha agrupación, junto a otras escuelas, habían reclamado en 1975, ante el Ministerio de Obras Públicas, el otorgamiento de un boleto para que los estudiantes pudieran viajar con descuento.
El hecho, junto al testimonio de Pablo Díaz, popularizó la hipótesis de que los secuestros fueron consecuencia del reclamo. Sin embargo, otros sobrevivientes, como Emilce Moler, afirman que ese reclamo específico no tuvo ninguna incidencia en el episodio del 16 de septiembre. Pablo Díaz afirmó que el boleto estudiantil, que habían conseguido los estudiantes secundarios en septiembre de 1975, fue suspendido en agosto de 1976 con la intención de detectar, mediante un trabajo de inteligencia quiénes eran los "potenciales subversivos" en cada escuela e ir a buscarlos.
Al respecto, menciona un documento de la Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires titulado La Noche de los Lápices, firmado por el comisario general Alfredo Fernández.
Las órdenes de detención fueron libradas por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y llevaban las firmas de Fernández y del coronel Ricardo Eugenio Campoamor, jefe del Destacamento de Inteligencia 101. En todos los casos, se les asignó grado de peligrosidad mínimo a los estudiantes.
En cuanto a los secuestros, fueron llevados a cabo por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en aquel entonces por el general Ramón Camps.
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