Sin lugar a dudas, aquella canción titulada “Toda la vida tiene música” que Luis Alberto Spinetta incluyó en su album solista ‘A 18 minutos del Sol’ a fines de la década del ‘70, se convirtió en una marca de vida para quienes por esos años abrazaron utopías y proyectos de un mundo mejor.
Uno de esos casos es el de Marcela Baigorria, una platense con el corazón futbolero en Gimnasia, para quien la música fue su sello desde su origen, ya que su padre, Jorge Hidalgo, fue un importante cantante de tangos que acompañó a orquestas como Eduardo Rovira, Miguel Caló, Osmar Maderna y hasta al gran Horacio Salgán, aunque una muerte temprana sesgó su carrera.
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Pero aunque desde hace más de 30 años vive en Brasil, primero en San Pablo y luego en un pequeño pueblo llamado Sarapuí, donde se casó con un brasileño, tuvo tres hijos y desarrolló una constante actividad siempre vinculada al arte, al diseño y la producción, nunca olvidó esos orígenes, que la hicieron acercar al rock argentino pero también a toda la música y a las vivencias de su generación tanto en lo artístico como en lo social.
Tanto que en un viaje realizado por algunos meses a Buenos Aires, este año, Marcela pudo darle forma a un ambicioso proyecto: un audiolibro con una historia de ficción, titulado “Arco Iris Vuelve” que une textos y música, que consta de 24 capítulos y evoca aquellos primeros años de idealismo no sólo en lo artístico sino también en la militancia y los ideales de cambio, y en un marco de reivindicar la paz y no la violencia.
Pero la historia de Marcela tuvo otros laberintos antes de llegar a plasmar esta obra conceptual. Porque ya en la adolescencia se sintió atraída por viajar. Y luego de estudiar en la Escuela Panamericana de Arte, a mediados de los ‘80 se fue al vecino país siguiendo a un músico que tocaba el bajo nada menos que con Caetano Veloso.
Comenta que “yo en Buenos Aires trabajaba en un empleo municipal, muy burocrático y ganaba muy poco, aunque iba en bicicleta y me gustaba el trayecto mientras escuchaba música en mi walk-man, pero al poco tiempo de llegar allá pude emplearme como diseñadora y haciendo audiovisuales para una empresa, y pasé a ganar mucho más, era ideal, porque hacía algo que me gustaba”.
Con el tiempo, Marcela probó otros caminos: hizo trabajos free lance, como vestuarista, diseñadora y hasta prensa de bandas de rock locales. Incluso se dio el gran lujo de colaborar con Gilberto Gil para un espectáculo del músico, a fines de los ‘80.
Tras un retorno de algunos meses a la Argentina, por la enfermedad y la muerte de su papá, Marcela reafirmó su convicción de construir algo en Brasil. Al poco tiempo de volver, conoció a Wagner, un artista plástico y fotógrafo con quien tendría tres hijos, dos chicas y un varón, que de uno u otro modo también se dedicaron al arte.
Junto a su marido, armaron un atelier y luego generaron una pequeña empresa de iluminación, a la que bautizaron Phoenix Design, y con la que consiguieron insertarse en el mercado brasileño, sobre todo en el ámbito del arte. También diseñaron una revista dedicada a los caballos, para gente de mucho dinero, con un criterio gráfico muy innovador.
Cansados en algún momento del bullicio de San Pablo, hacia mediados de los 90 se enamoraron de un pequeño pueblo a dos horas de esa gran ciudad, llamado Sarapúi. Allí fueron, y armaron su paraíso que, con los altibajos propios de todo emprendimiento y de toda pareja, pudieron sostener, aún cuando por etapas cada uno armó sus propios nuevos proyectos.
Como fanática de Luis Alberto Spinetta, Marcela pudo cumplir el sueño de conocerlo en su adolescencia, a fines del ‘76, en épocas oscuras y con tanques en la calle, cuando a la salida de un recital de Invisible en el Luna Park, el mismo Flaco se acercó a ella y a una amiga a quien él ya conocía para saludarlas, y hasta les habló del reciente nacimiento de su hijo Dante.
Siempre vinculada a la música, pero a todo el arte en general, Marcela también desarrolló proyectos de escenografía y vestuarios para obras de teatro, clubes y hasta un circo.
En el nuevo milenio, los recuerdos de aquellos años más jóvenes la llevaron a la literatura y a reencontrarse con los viejos amigos, presentes y ausentes, y a generar páginas y páginas de relatos, que fueron el germen de la obra que por estos días ve la luz en forma de un audiolibro que se difundirá en la red.
Mientras regresa a Brasil, no deja de gestar un nuevo proyecto: armar un trabajo con la vida de Jorge Hidalgo. “Creo- asegura- que mi viejo se lo merece, fue un gran músico y fue mi guía en mi amor por el arte”.
Durante 2002, Marcela Baigorria comenzó a dar forma de novela a una historia de ficción que hablaba de sus amigos de adolescencia, con quienes compartió momentos imborrables. En este “reencuentro” imaginario aparecían Carlos Alaye, a quien todos conocían como ‘Arco Iris’ (porque siempre andaba con discos de ese grupo bajo el brazo), Anahí Fernandez, Mario Mercader y Dani Favero, todos ellos desaparecidos en la última dictadura militar.
Marcela comenta que “desde el valle en donde vivo produje el libro y tiempo después pudimos presentarlo ante el Inamu, que nos dio todo su apoyo, y por suerte ganamos las convocatorias de fomento de 2017 para producirlo a través de un subsidio”.
Este libro que se transformó en audiolibro, ‘¡Arco Iris vuelve!’ imagina el retorno de esos amigos que ahora se convierten en militantes siderales de la paz, y según Marcela, “fue duro pero positivo el reencuentro con familiares de estos amigos, para adentrarme en su mundo, en especial a Adelina Alaye, y también fue hermoso poder conocer a Gustavo Santaolalla, que se entusiasmó con la idea de que varios temas de la banda se incluyeran en la obra, como ‘Quiero llegar’, ‘Abre tu mente’ y ‘Hoy te miré’, entre otras”.
La obra también incluye temas de Spinetta, como “Alma de diamante” y “Los libros de la buena memoria”, y “El hombre viejo” de Caetano Veloso. Y entre los músicos participantes están Ce Suárez Paz, Nahuel Penissi y Ara Tokatlian. “Arco Iris Vuelve” se puede escuchar en el sitio web que posee la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.