El segundo satélite geoestacionario argentino partió rumbo a la Guayana Francesa para ser lanzado al espacio el 30 de septiembre. La inversión del Estado se refleja en más empleo, ampliación de servicios y reducción de costos

Las segundas partes no siempre son una película mediocre. Tal vez sin la emoción de la primera despedida, la de su hermano mayor hace menos de un año, el ARSAT-2 partió rumbo a las Guayana Francesa con una serie de certezas dignas de rescatar: el Gobierno nacional, convencido de garantizar la soberanía satelital, volvió a apostar por el desarrollo de los científicos argentinos, esta vez para "iluminar" las tres Américas, desde Canadá a la Antártida, una superficie habitada por mil millones de personas.

San Carlos de Bariloche fue una vez más el escenario. En una de las pistas del aeropuerto, un puñado de funcionarios y decenas de periodistas se congregaron para presenciar el embarque del dispositivo, fabricado por INVAP, en el avión Antonov AN 124, uno de los más grandes del mundo. La cuenta regresiva para el lanzamiento al espacio -más precisamente a la posición orbital 81 Oeste-, el 30 de septiembre, ya comenzó.

"Por qué otro satélite" es una pregunta básica pero válida. "Si el ARSAT-1 tiene pisada sobre Argentina con la misma potencia en el norte, centro y sur del país (no como el satélite anterior que estaba más centrado en el área metropolitana), el ARSAT-2 es regional, con llegada a todos los países de Sudamérica y EE.UU.", destacó Norberto Berner, secretario de Comunicaciones de la Nación.

El objetivo es incrementar las capacidades del país en materia de telecomunicaciones, exportando mayor cantidad de contenidos audiovisuales, con la posibilidad de "alquilar" su servicio a otros países de la región. Esta versión garantiza "más ancho de banda, y eso permite más voces, más pluralidad", agregó el funcionario. Al igual que el ARSAT-1, este satélite brinda servicios de televisión, Internet, datos y telefonía sobre IP. Y hará su trabajo a 36 mil kilómetros de altura.

Por definición, tecnología es el "conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico". El último descapotable no existiría si no se hubiera inventado la rueda. Lógico, para el ARSAT-2 se tomó la base aplicada en el satélite fundacional de la familia, lo cual permitió construirlo en la mitad del tiempo (7 años contra algo más de 3), a un menor costo (u$s270 millones/u$s250 millones, y se estima que el 3 costará unos 200 millones de la moneda estadounidense) y con menos esfuerzo humano (1.300.000 horas hombre/600.000hs).

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Esa inversión de 250 millones de dólares se recuperará en un tercio de la vida útil del satélite, es decir unos 15 años, aunque los últimos estudios determinaron que el ARSAT-1 puede sobrevivir tres años extra, lo que acelera la amortización en términos relativos. Lo que define su duración es el combustible utilizado (llamativamente, en las primeras horas gasta el 80% del mismo, por lo que cuando comience a operar deberá arreglárselas con el 20% de la carga inicial). Por eso, cuanto más prolijo y eficiente sea en sus movimientos, mayor autonomía tendrá.

Hasta 2014, el Estado pagaba 25 millones de dólares anuales por el alquiler de satélites producto del incumplimiento de Nahuelsat S.A., empresa a la que se le rescindió el contrato en 2006 por no avanzar en las obras correspondientes, poniendo en riesgo la posición orbital argentina (el Reino Unido fue uno de los pretendientes para ocupar la vacante). Hoy los ingresos ascenderían a 50 millones de dólares por año en concepto de venta de capacidad, según la estimación de Matías Bianchi, presidente de ARSAT. Para eso saben que deben generar nuevas necesidades para captar más clientes.

Consultado acerca de si los proyectos tendrán continuidad independientemente del resultado de las elecciones presidenciales, Bianchi consideró que "el blindaje lamentablemente es imposible". Y graficó: "Si hoy la Argentina quisiese hacer la inversión en ferrocarriles, teniendo en cuenta el material rodante y las vías que tiene, debería invertir cien mil millones de dólares. En algún momento alguien dijo 'ramal que para, ramal que cierra' (NdeR: se refiere a la recordada frase del ex presidente Carlos Menem en 1989), y cerraron. La verdad es que cien mil millones es mucho más de lo que representan estos proyectos, que tenemos que defender si queremos una soberanía satelital".

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Berner también habla de la fórmula Scioli-Zannini como los garantes de esta política y, siempre con la mira puesta en el futuro, mezcla la mesura con la ironía para proyectar el ARSAT-3: "Estamos en etapa de diseño trabajando con los distintos proveedores; uno no puede hacer un satélite como hace una heladera. Parece grande, pero no... Requiere de un trabajo muy serio y responsable". La indirecta tiene un destinatario claro: Sergio Massa, por un desafortunado tuit del líder del FR en pleno bautismo del Plan Satelital Geoestacionario Argentino.

Impulsar el desarrollo de la industria espacial nacional es acaso el objetivo más genérico de la misión. Héctor Otheguy, gerente general de INVAP, la empresa que diseñó el satélite junto a ARSAT, respondió a las críticas sobre la autenticidad de un satélite verdaderamente argentino: "Han hecho comparaciones maliciosas con los teléfonos celulares que se ensamblan en Tierra del Fuego, lo que habla de una ignorancia total y de una intencionalidad política de desmerecer el trabajo realizado. Se importaron componentes electrónicos que no se fabrican acá, pero el resto, cerca de un 80%, es producción nacional".

INVAP, empresa de alta tecnología de la Provincia de Río Negro, cuadruplicó su plantel desde 2003 a esta parte. Hoy tiene unos 1300 empleados. Por eso, a la hora de los balances, no sólo cuentan los científicos que volvieron al país, sino además los que no se fueron. Otro motivo para creer en una apuesta que difiere mucho de lanzar una moneda al espacio.

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