“El miércoles a la noche un montón me vinieron a preguntar si había lugar, y hoy no vino nadie”, se lamentó Nicolás, empleado de un garaje ubicado en la calle Bartolomé Mitre, a metros de una de las entradas de la estación de trenes Once. Mientras esperaba autos, trataba de olvidar la resignación de un día perdido en charlas eternas con un compañero. Afuera, la jornada matutina mostraba un movimiento que no coincidía con el horario, las nueve de la mañana. Los empleados de comercios gastronómicos y algunos taxistas continuaron sus actividades, en desacuerdo con la medida de la CGT pero sin apoyar la dirección tomada por el gobierno en la economía.
El extraño silencio de la terminal se quebraba con las noticias del televisor de un local de comidas rápidas. Apenas tres comensales esperaban su pedido. No se los notaba apurados. Un hombre mayor bostezaba: “No hay ganas hoy, che”. Cinco empleados fueron el jueves. “Yo vine porque vivo acá cerca, y la mayoría de los que estamos acá vivimos cerca”, contó Brian, encargado de Central Burguer. Al comercio “había que abrirlo igual porque atiende las 24 horas”, agregó. A cada uno se le pagará un poco más a fin de mes.
Sin esa certeza salarial, un grupo de empleados de una empresa de venta de electrodomésticos esperaba que abran las puertas del Abasto Shopping. Para las diez deberían haber estado adentro, pero había pasado media hora y no tenían noticias. “A nosotros nos dijeron que iban a abrir”, se quejan. El viaje fue un taxi compartido entre los cuatro.
Los mozos del restaurant La Reina de la Pizza, sobre la calle Boulogne Sur Mer, habían llegado temprano, “para el desayuno de la gente”, cuentan, pero adentro no había más que cuatro personas. “Ojalá repunte, sino va a ser muy aburrido”.
Por su parte, algunas estaciones de servicio (Shell e YPF), otro de los sectores que disintieron con la CGT, tuvieron una mañana de surtidores cerrados. “Estamos esperando la orden del jefe”, comentó Esteban, uno de los empleados. La playa de Shell ubicada Anchorena y Corrientes tenía un cordón perimetral para impedir el paso de los autos, lo mismo la de avenida Díaz Vélez y Yatay.
Sobre la avenida de Corrientes, en su cruce con Pueyrredón, varios taxis buscaban pasajeros. De cada cinco que pasaban por esa esquina, tres estaban ocupados. En los días previos, la orden de Omar Viviani, jefe del Sindicato de Peones de Taxis, de “dar vuelta” los coches de los conductores no adherentes generó el temor de la jornada, y contrastó rotundamente con el “nosotros trabajamos”, de José Ibarra, de la Federación Nacional de Conductores de Taxis.
Según Simón, que esperaba a una pasajera que había bajado a comprar algo a un supermercado chino, en la jornada se sintió temor entre sus colegas. “Todos tenemos miedo, por eso tenemos que coordinar con los dueños para ver si podemos trabajar”, expresó, luego de describir “poco movimiento y algo de laburo, no tanto”.
Omar, de 62 años, coincide en que “un poco de laburo hay, no tanto”, a pesar de que trabaja para un radio remis. “No tengo que dar vueltas buscando, por suerte”.
“No estoy de acuerdo con el gobierno, yo no hago paro. Sé que Macri tiene que estar cuatro años y se tiene que ir, pero no estoy de acuerdo con el paro”, manifestó y trazó un paralelismo con los 13 paros durante el alfonsinismo: “Siempre hubo gente que quiso ir a trabajar y se las ingeniaba”. En esos tiempos Omar no paraba “porque bancaba a Alfonsín”, ahora porque debe salir a buscar plata.
En una día de poca actividad, estaba a la espera de que sonara el llamado desde el radio con el aviso de un nuevo cliente. Recordó que no tenía mucho gas, por lo que decidió emprender camino hasta "alguna YPF" que estuviese abierta.
Con este panorama, la Ciudad de Buenos Aires vivió horas de nuevos reclamos contra el Gobierno, que, según el triunvirato de la CGT, "si sintieron fuerte en todo el país".