Todos los 11 de octubre se celebra el Día Internacional del Dulce de Leche, uno de los postres gastronómico más elegido por los argentinos y el cual fue reconocido como “Patrimonio Cultural Alimentario y Gastronómico de la Argentina”, es un símbolo de la identidad culinaria de nuestro país.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), Argentina produce más de 100 mil toneladas de Dulce de Leche al año, y en 2023, la categoría experimentó un crecimiento del 18%.
Cabe mencionar que este manjar tiene su propio Día Internacional desde 1998, por iniciativa del Centro Argentino de Promoción del Dulce de Leche.
En Argentina, el Dulce de Leche se presenta en diversas variedades. El “Clásico” se destaca por el dulzor justo y es perfecto para untar en tostadas o panqueques y el “Repostero”, el cual ofrece una textura más consistente, ideal para rellenos y coberturas.
A pesar de que en Argentina se consume una gran cantidad de Dulce de Leche, las leyendas de su creación incluyen a personalidades como Marco Polo, Juan Manuel de Rosas, Juan Lavalle, Cristóbal Colón, José de San Martín y Santiago de Liniers.
El historiador Daniel Balmaceda explica en un fragmento del libro “La comida en la historia argentina” el origen criollo del dulce de leche. “Casi podríamos afirmar que el último rincón del planeta donde se creó el dulce de leche fue en la Argentina. Aquí el manjar tiene lugar de origen, fecha de nacimiento y, si me apuran, hora: Cañuelas, provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1829, por la tarde, en el horario de la siesta”, relata.
Y continuó: “la tradición sostiene que Juan Galo de Lavalle acudió a entrevistarse con su adversario Juan Manuel de Rosas en la estancia El Pino. Como el dueño de casa no estaba, Lavalle se acostó a dormir una siesta en el catre del dueño de casa. Una cocinera morena que estaba preparando lechada (leche de vaca con azúcar, al fuego para agregar al mate), concurrió al cuarto de Rosas para llevarle precisamente la mencionada infusión y, ¡oh, sorpresa!, se encontró con Lavalle. Confundida, acudió a la guardia y allí se enteró de que todo estaba bajo control. En todo caso, quien había perdido el control era ella; el de su olla: cuando volvió, la lechada se había empastado. Sin querer, había inventado el dulce de leche. Esa tarde, además, los mencionados contendientes firmaron un pacto, el de Cañuelas”.
Lo mismo le habría pasado a una criada de Napoleón Bonaparte en 1804. A pesar de estas teorías, hay versiones que dan cuenta de la presencia del dulce de leche años antes de la de Cañuelas en la historia local.
Así, cuando el General San Martín cruzó a Chile en 1817, alguien le ofreció dulce de leche, al que llamaban “manjar”. Al Libertador le gustó tanto que llevó una buena provisión a su campaña del Perú. Sin embargo, aseguran que en tiempos virreinales, cuando el vecino país era capitanía general, este producto ya había cruzado la cordillera y usado en la zona de Cuyo y en Tucumán, y que existen registros de los jesuitas al respecto.
También se cree que el dulce de leche viene de antes de los vientos de independencia. En 1806 estalló en Buenos Aires el escándalo de Ana Perichon, esposa de Tomás O’Gorman, y su romance con Santiago de Liniers. Se dice que, para comienzos de siglo, la “Madama O’Gorman” que había nacido en 1775, tenía al dulce de leche entre sus recetas predilectas.
A pesar de todas las teorías, unas con más posibilidades de ser reales que otras, hay quienes dicen que nació hace siglos en la India y en Indonesia y que cuando los conquistadores españoles se apoderaron de las Islas del Poniente y San Lázaro y las rebautizaron Filipinas, lo descubrieron y lo llevaron a América, y ahí se esparció por todo el continente.
Desde Brasil quieren entran en la puja. Ellos afirman que a mediados del siglo XVIII ya se elaboraba en Mina Gerais. Y en Rusia se recomienda pasar por alto afirmar que es un invento argentino. Para ellos es el “varione sgushonka” y ya lo hacían los tártaros, en los tiempos de Marco Polo.
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