Entre los expertos e historiadores en navegación marítima se conoce esta historia como la del “Titanic español” pues, en efecto, hay muchos parecidos entre lo ocurrido unos años antes con el famoso supuesto insumergible Titanic, que naufragó en su viaje inaugural y el gran buque correo transatlántico de vapor considerado en su momento buque insignia de la marina mercante española llamado “Príncipe de Asturias.”
Esta embarcación, después de zarpar desde Barcelona con destino a la ciudad de Buenos Aires , se hundió frente a las costas brasileñas el 5 de marzo de 1916 , tras chocar contra arrecifes, transportando 600 personas a bordo. Se perdieron 457 vidas, salvándose sólo 143.
Empero, los investigadores sospechan que había, embarcados, alrededor de un millar de pasajeros clandestinos. En su mayoría, refugiados que huían de las miserias de la Primera Guerra Mundial buscando la posibilidad de iniciar una nueva vida en tierras argentinas.
Las causas precisas del terrible accidente nunca fueron aclaradas. Lo que si, como veremos, se fueron sumando enigmas y misterios a partir de aquel luctuoso acontecimiento. Corresponde decir que los lingotes de oro –que eran parte de la carga transportada– equivalentes a 40.000.000 libras esterlinas de la época, nunca fueron hallados.
Al igual que el Titanic, el vapor Príncipe de Asturias fue construido en Gran Bretaña; en los astilleros Russell & Co., de Glasgow y efectuó su viaje inaugural el 16 de agosto de 1914. Tenía un desplazamiento de 16.500 toneladas; 160 metros de eslora, 20 metros de manga y 10 metros de puntal, alcanzando una velocidad de 18 nudos. Su puerto de matrícula era Cádiz, lugar también de la sede social de sus armadores Pinillos, Izquierdo y Cía. Disponía de una capacidad para transportar 1.770 pasajeros y 193 tripulantes.
Estaba adscrito a la Línea del Plata, con puerto de partida en Barcelona y escalas en Valencia, Almería, Cádiz y Las Palmas de Gran Canaria.
La embarcación contaba –igual que el Titanic– con lujosos y amplios salones de estar, una importante biblioteca decorada al estilo Luis XVI, gimnasio, pileta climatizada, un hermoso comedor de primera clase decorado con los mejores materiales. De acuerdo a la información provista por la empresa propietaria, el navío tenía todo lo necesario para considerárselo insumergible. Además estaba dotado de los sistemas más modernos de seguridad y comunicaciones. Aún así, al momento del accidente no se pudo emitir ni un pedido telegráfico de auxilio.
De acuerdo a lo que ha podido establecerse, el Príncipe de Asturias, aquel 4 de marzo, navegaba rumbo al puerto de Santos (Brasil), cuando, probablemente a causa de una tormenta, se desvió del rumbo hasta acercarse peligrosamente a la costa y chocar en plena noche, cuándo aún no había ni un primer rayo de Sol– con unos arrecifes que abrieron una enorme vía de agua. En este caso, los filosos arrecifes hicieron las veces del témpano con que impactara el Titanic. El motor de vapor explotó de inmediato. La proa del transatlántico se hundió en el agua.
En, apenas, diez minutos el buque estaba hundido. Apenas se pudo usar un bote salvavidas habida cuenta de lo acelerado en que acontecieron los hechos. Como ya dijimos, ni siquiera hubo tiempo de lanzar un SOS con el modernísimo telégrafo de la época. Se supone que al fallar las calderas se interrumpió el suministro eléctrico, por lo que el radiotelegrafista, Francisco Cotanda no pudo pedido de socorro alguno.
La historia trágica de esta gallarda embarcación que ha llegado hasta la actualidad es una combinación de elementos reales con hipótesis sin contrastar y conjeturas diversas.
La investigación de la empresa aseguradora, que al igual que en el caso del Titanic, era el Lloyds británico, hace 106 años, no determinó ninguna causa concreta sobre qué fue lo que provocó el desastre.
Lo que abundan son hipótesis. Hay quien afirma que hubo el ataque de un submarino alemán. Otro que se trató de un barco de la marina inglesa. En ambos casos sería por la gran cantidad llevaba en las bodegas. Otro comenta que fue un cargamento de metales transportados lo que habría anulado el funcionamiento de los instrumentos. Se ha dicho sobre la posible desviación de la aguja de la brújula (compás magistral), motivada por la fuerte tormenta eléctrica desatada.
Cierto investigador explica que, en esa zona, son numerosos los naufragios que tuvieron lugar a causa de que el fondo marino –unos 45 metros de profundidad en la zona– está compuesto de minerales que provocan alteraciones magnéticas en los instrumentos. Algo así como un Triángulo de las Bermudas, pero frente a las costas brasileñas. Que es una región donde ya se habían producido varios naufragios, es cosa cierta.
El enigma persiste. Y continúa siendo que se conoce perfectamente donde se encuentra el casco hundido, diestros buzos lo han estudiado detalladamente. Todo lo que había en sus bodegas desapareció, incluyendo los lingotes de oro. Un detalle singular es que el vapor llevaba, para desembarcar en el puerto de Buenos Aires, una estatua ecuestre del Gral. José de San Martín. Esta escultura fue rescatada de las profundidades atlánticas en 1991 y está expuesta en Río de Janeiro.
Otro hecho enigmático que rodea al hundimiento del “Titanic español” es lo sucedido con su capitán: José Lotina Abrisqueta, prestigioso marino de reconocida capacidad, vasco, nacido en Bilbao (y con familia en Barcelona) que se había destacado comandando vapores como el “Cadiz”. Quien, además, fue el único capitán que tuvo, desde su botadura, el Príncipe de Asturias.
Lotina Abrisqueta, experto y perito marino, contaba en ese momento con cuarenta y cuatro años de edad y, prácticamente, veinte de experiencia como capitán. Era reconocido por sus colegas y las empresas navieras de entonces, como hábil y virtuoso en temas marineros, lo que lo hizo famoso en los puertos de América del Sur por la precisión de sus maniobras de ingreso y egreso a los puertos.
¿Por qué alguien tan habilidoso no pudo encontrar la forma para no poner en peligro al Príncipe de Asturias? Al parecer, nunca tendremos respuesta para esto. Pero tampoco para determinar qué fue de la vida de este capitán. Con lo poco que se pudo entender de acuerdo a testimonios de quienes sobrevivieron, es que aquella noche el capitán José Lotina estuvo desaparecido incluso antes del desastre. Lo cual es uno de los elementos que ha venido alentado todo tipo de conjeturas sobre si se trató de un accidente o el barco fue objeto de un atentado. En ese caso, ¿cuál habría sido el motivo?
Este interrogante también está presente en el Titanic. Algún tripulante llegó a comentar que el naufragio podía haber ocurrido intencionalmente y que la desaparición del capitán estaría vinculada a la causa de eso. En España circuló la idea de que la empresa propietaria del barco era la responsable del extraño hundimiento, a efectos de cobrar la importante suma del seguro y sacarse de encima algo que le estaba dando pérdida por no poder cubrir los costos operativos.
Hay alguno que otro estudioso que afirma haber hallado la tumba del capitán. En el cementerio de un pequeño pueblo brasileño. Es más, que su cadáver fue rescatado en la costa, sobre la arena, con el cuerpo mordido por los peces. Y también hay quienes opinan que se lo tragó el mar. Lo cierto es que jamás se volvió a saber nada de Lotina Abrisqueta. No estaba entre los supervivientes, ni su cadáver fue localizado.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. www.antoniolasheras.com