El papa Francisco rechazó el "amor por las estadísticas" y pidió a los sacerdotes que se centren en las personas, al presidir en el Vaticano la Misa Crismal, con la que dio inicio a cuatro días de celebraciones en ocasión de la Pascua.
En su homilía en la Basílica de San Pedro, el pontífice se centró en lo que consideró tres conductas riesgosas o "espacios de idolatría escondida" en los que "se nos mete el diablo".
"Un espacio de idolatría escondida se abre donde hay mundanidad espiritual, que es una propuesta de vida, es una cultura, una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje", planteó el Papa en primer lugar.
"Otro espacio de idolatría escondida echa sus raíces allí donde se da la primacía al pragmatismo de los números", agregó luego Jorge Bergoglio ante casi 2.000 sacerdotes.
Para el Papa, "los que tienen este ídolo escondido se reconocen por su amor a las estadísticas, esas que pueden borrar todo rasgo personal en la discusión y dar la preeminencia a las mayorías que, en definitiva, pasan a ser el criterio de discernimiento".
"Éste no puede ser el único modo de proceder ni el único criterio en la Iglesia de Cristo. Las personas no se pueden numerar, y Dios no da el Espíritu con medida", aseveró frente a sacerdotes, obispos y cardenales de todo el mundo.
Según Francisco, "en esta fascinación por los números, en realidad, nos buscamos a nosotros mismos y nos complacemos en el control que nos da esta lógica, que no tiene rostros y que no es la del amor".
Por último, el Papa consideró que "un tercer espacio de idolatría escondida, hermanado con el anterior, es el que se abre con el funcionalismo, un ámbito seductor en el que muchos, más que con la ruta se entusiasman con la hoja de ruta".
"Un sacerdote mundano no es otra cosa que un pagano clericalizado", advirtió el Papa.
La Misa de este jueves a la mañana, que incluyó el clásico lavado de pies, marca el inicio de las celebraciones de lo que la tradición católica considera el Triduo Pascual.
El Sumo Pontífice se trasladó luego a la cárcel de Civitavecchia donde, en la capilla, cumplió con el siempre conmovedor rito del lavatorio de los pies de nueve hombres y tres mujeres de diferentes edades y nacionalidades. El Pontífice pronunció una homilía sobre el concepto de servicio: y entre lágrimas expresó: "¡Dios siempre perdona!"