MAR DEL PLATA ( Enviado especial).- Ahora sí explotó el verano. Justo cuando enero empieza a despedirse, el termómetro trepó hasta los 41 grados de sensación térmica, con lo que el mar se transformó en el gran protagonista de una jornada formidable de calor.
Y desde bien temprano, cuando el sol apareció entre débiles nubes y un aire caliente que presagiaba la llegada del mejor día del verano, algo que no tardó en concretarse. Sobre las 10 de la mañana la temperatura ya era de 30 grados y el cielo celeste abría sus puertas de par en par invitando a todos a disfrutar de un inolvidable día de playa.
Bajo esas inmejorables condiciones climáticas, con un tenue aire que llegaba del Noroeste y que servía para dar algo de alivio los que se instalaron con sus petates cerca de la orilla (o incluso en la zona donde llegaban las olas para refrescar), las playas no desbordaron de público; y es que, aparentemente, muchos veraneantes eligieron emprender el regreso a casa a lo largo del domingo.
Se metió al mar para salvar a su nene de 8 años y murió ahogado
Así y todo, la arena y el mar mostraron un aspecto jubiloso, parecido al de las mejores jornadas de verano de los viejos tiempos. Claro que hubo un detalle que, sobre el mediodía y un par de horas más tarde, hizo más difícil encontrar lugares libres en la playa: y es que por esas horas se registró el período de pleamar que ubicó a las aguas bien adentro de la costa.
Cuando el termómetro llegó a los 36 grados, la playa ya era un infierno; la arena ardía como lava y ni siquiera llevando ojotas se evitaba quemarse los pies ya que era suficiente con que un puñado de granos se colara bajo las plantas partes hacernos pegar un grito de dolor.
La atmósfera era asfixiante; los pomos de proyector solar que en los últimos días habían entrado en desuso, volvieron a salir a la cancha para ser utilizados en repetidas dosis sobre la piel castigada.
Los vendedores de refrescos, en especial de agua, vieron desbordadas sus reservas debido a la gran demanda de la gente que, sabía, era indispensable estar hidratados durante toda la jornada.
El mar fue una bendición para todos, en especial en esa franja horaria de la tarde en la que había que reservar un lugar entre las olas.
Por momentos, los nubarrones que recorrían el cielo, ofrecieron un poco de reparo y, lejos de generar la recurrente frase de otras tardes ("uh, se nubló"), le dieron a grandes y chicos un rato de respiro frente a los implacables rayos del sol.
Como ocurre en las jornadas más cálidas, los veraneantes no se salvaron de las tan antipáticas visitas de las aguavivas: unas pocas primero y algunas más a medida que fue cayendo la tarde. De cualquier manera nadie se quejó porque no llegaron a convertirse en una molestia y, mucho menos, a impedir el ingreso al mar.
La llegada del atardecer fue acorde con el día: nada de viento, aire cálido y la oportunidad de disfrutar de un ocaso fantástico en el mar, tomando mates o jugando a lo que fuera. Los solitarios leyendo o haciendo crucigramas y los más jóvenes planificado una noche que pintaba inolvidable. Todos, esperando un martes parecido aunque teniendo en cuenta que por la mañana podrán aparecer algunos chubascos.
La recomendación del día.
Cuando sol brilla fuerte lo ideal es ponerse protector solar antes de salir de casa (no esperar hasta llegada a la playa). Además, hay que renovar la dosis cada vez que salimos del mar. Sí la sombra que proyecta nuestro cuerpo en el piso es menor a un metro, el sol está en su posición más dañina.
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