Las autoridades italianas ordenaron un enorme operativo de seguridad para este sábado, donde se espera nuevamente la presencia de miles de fieles.
Más de 250.000 personas dieron el último adiós al papa Francisco durante los tres días de velatorio público que se llevó a cabo en la Basílica de San Pedro. Fieles, líderes eclesiásticos y políticos participaron de la víspera del funeral de Estado que se realizará en la Plaza de San Pedro y del entierro en una basílica situada afuera de los muros del Vaticano.
Las autoridades de la ciudad de Roma esperan que una gran cantidad de gente participe de la ceremonia de despedida del Sumo Pontífice. “Esperamos unas 200.000 personas mañana para el funeral, pero estamos preparados para acoger aún a más gente. Hemos ampliado las pantallas gigantes a la Piazza Cavour”, declaró el prefecto de Roma, Lamberto Giannini, al término del Comité de orden público y seguridad.
Y agregó: “Registramos una gran afluencia de fieles en San Pedro y tuvimos que aplicar momentos de cierre para evitar la aglomeración y que alguien en la cola no pudiera entrar. Alguien protestó pero no hubo problemas” El Vaticano dijo que se ha confirmado la presencia de 164 delegaciones, incluyendo 54 jefes de Estado y 12 soberanos reinantes.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien también asistirá al funeral, fue uno de los que llegó a tiempo para presentar sus últimos respetos al papa. Más de cincuenta jefes de Estado y diez monarcas en ejercicio confirmaron su asistencia a la misa funeral. Las delegaciones oficiales ocuparán el lado derecho mirando hacia la basílica. En primera fila, estarán los presidentes de Argentina (patria de Bergoglio), Javier Milei, y de Italia, Sergio Mattarella.
Decenas de miles de dolientes esperaron durante horas en fila durante tres días para despedirse de Francisco, quien falleció el lunes tras sufrir un derrame cerebral a los 88 años de edad. Una asistencia mayor a la esperada llevó al Vaticano a ampliar las horas de apertura de la basílica durante la noche.
Angele Bilegue, una monja, fue una de las últimas dolientes. Era su tercera vez para presentar sus respetos, incluyendo una vez dentro del Vaticano en su residencia en la Domus Santa Marta, donde dijo que pasó seis horas rezando junto a su ataúd. "Era mi amigo, así que fui una última vez para despedirme", dijo. "Lloré".
Un cambio de guardia a los lados del ataúd abierto de Francisco indicó el final del periodo de velatorio. El difunto papa estaba vestido con túnicas rojas, una mitra de obispo y un rosario entrelazado en sus manos. Será enterrado con sus zapatos negros desgastados, emblemáticos de la vida sencilla que defendía.
El cardenal Kevin Farrell presidió el cierre y sellado del féretro en su papel de camarlengo, o administrador interino del Vaticano, dijo la Santa Sede. Según los ritos, se colocó un paño blanco sobre el rostro del papa, y en el ataúd se introdujo una bolsa con monedas acuñadas durante su papado junto con un resumen escrito de una página de su papado.
El resumen de su papado, llamado rogito, resumió toda su historia de vida, desde su infancia en Argentina como hijo de padres de ascendencia italiana, pasando por su sacerdocio y ascensos hasta llegar a arzobispo y cardenal en Buenos Aires, y luego papa. Destacó su "defensa de los inocentes", sus encíclicas y también sus enfermedades.
"Era un pastor sencillo y muy querido en su arquidiócesis, que viajaba mucho, también en metro y autobús", decía el texto del documento, relatando su vida como arzobispo. "Vivía en un apartamento y preparaba la cena solo, para poder sentirse como una persona común".
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