Antonio Las Heras revela una investigación que realizara sobre la Sábana Santa que se encuentra de una iglesia de Santiago del Estero. ¿Copia u original?.

No está demasiado difundido que, en la Argentina, más precisamente en la ciudad de Santiago del Estero (capital de la provincia del mismo nombre), dentro de la iglesia y convento de Santo Domingo de la Orden Dominicana se encuentra un lienzo del que se afirma es réplica del Santo Sudario depositado en Turín, Italia, tela con la que fuera protegido el cuerpo del Maestro Jesús al depositarlo en la tumba.

Se trata de una de las dos réplicas existentes del Santo Sudario surgidas –como veremos– por un hecho fortuito. Una se encuentra en Francia. La otra, otorgada al Rey de España Felipe II, depositada en un templo de la ciudad más antigua de la Argentina. Pero, ¿realmente es una réplica? ¿No tendremos aquí la auténtica Sábana Santa traída de manera engañosa para protegerla de acechanzas y peligros de destrucción o robo?

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Una historia que comienza en 1532

Esta historia comienza con un incendio en Chambéry (Francia), durante la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532. Allí se encontraba, en una urna de madera revestida de plata, depositado el Santo Sudario doblado en ocho pliegos. El fuego quema una esquina del objeto sagrado mientras algunas gotas de plata derretida afectan uso pliegues.

Tras su pronto rescate, el Manto es puesto para un mayor cuidado– entre dos paños de tela de tamaño similar; uno por encima y otro por debajo del original. Dos años después, unas monjas piadosas se ocuparán de la costura de las partes afectadas, dejando marcas que aún hoy son visibles.

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Es entonces cuando toman conocimiento de algo que juzgan milagroso: aquellas telas que la cubrían estaban convertidas en copias perfectas del original. Allí está el presunto origen de la copia que se encuentra en Santiago del Estero. ¿Cómo llegó a esta parte de América? Es simple. Ocurre que, alrededor del año 1578, el Papa Gregorio XIII dona una de las copias al Rey de España.

En 1585 (año de la muerte de Gregorio XIII y la asunción de Sixto V) Felipe II decide enviarla a las colonias de Sud América; más precisamente a Santiago del Estero por ser ésta la más antigua de las ciudades fundadas en la región.

Había sido erigida el 24 de junio de 1550 por Juan Núñez de Prado. Esta fecha –24 de junio– es un dato de importancia; no se trata de un día y un mes cualquiera sino –precisamente– de la fecha del solsticio de invierno en el hemisferio sur, momento venerado por los pueblos originarios y conocido como el Inti Raymi (en castellano “fiesta del Sol.”)

También para el cristianismo se trata de una jornada trascendente. Es, exactamente, 6 meses antes del Nacimiento de Jesús y, asimismo, el día de San Juan Bautista. Se nos hace difícil aceptar que se trate de una mera coincidencia. Y menos aún que sea allí donde fuera decidido atesorar la Sábana Santa.

Para ponernos mejor en situación conviene subrayar que, por aquellos días, más que una ciudad, Santiago del Estero era una muy humilde aldea. Por razones políticas la población tuvo que trasladarse tres veces hasta afincarse en el lugar definitivo el 25 de julio de 1553


De los jesuitas a los dominicos

La reliquia estuvo bajo la protección de la Orden de los Jesuitas hasta que fueron expulsados en 1767 –por disposición del rey Carlos III– de las posesiones españolas en América, quedando en custodia de la Orden de los Dominicos (Comunidad de Frailes Dominicos; Orden de Predicadores) en cuyo convento se encuentra hasta hoy en día, exhibida en una de las salas del templo, en un lugar discreto sin ningún tipo de adorno o cosa alguna que destaque su presencia.

Cubierta por un grueso cristal que la protege de cualquier variable externa, incluso el fuego y con controles medioambientales, puede observársela en toda su extensión. Cabe señalar la inmediata emoción que provoca la figura humana impresa en el lienzo que, según se ha determinado, es tafetán de fibra celulósica.

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Las medidas de esta “réplica” son prácticamente las mismas que las del Santo Sudario que se encuentra en Turín. El presunto “original” mide 4,32 metros de largo por 1.10 de ancho; mientras que la de Santiago del Estero mide 4,40 m por 0,98 m.

De nuestra minuciosa observación hemos constatado que la tela muestra manchas rojas pequeñas en el borde de la parte inferior así como en el lado izquierdo de la nuca, en la zona de la cabellera. Puntos rojos cual si penetraran la tela con rojo expandido en manchas diluidas. También, tres profusas manchas rojas y gran espacio con un tinte rosado o rojo diluido.

Lo mismo se nota en el margen izquierdo del lado del rostro. Aquí el rojo en uno de los sitios parece haber sido extendido con una espátula: esa es la sensación que da. En la parte derecha del rostro, hacia el mentón, se observan profusas manchas rojas. La frente exhibe una ancha mancha oscura pareja. ¿Efecto de la corona de espinas?

Las manos se encuentran una sobre la otra, a la altura de las muñecas. La mano derecha está sobre la izquierda y no se observan los pulgares. Se destaca una mancha roja –cual si fuera una perforación– en la muñeca.

Este dato, en particular, es extremadamente valioso puesto que por lo usual las obras de arte siempre muestran los clavos perforando las palmas de las manos de Jesús. Lo cual es falso pues las crucifixiones nos se hacían de ese modo.

Las palmas no habrían podido sostener el peso del cuerpo. Los romanos conocían muy bien esto. Por ello se lo hacía en las muñecas. Precisamente la imagen que aquí aparece respeta esta realidad.

La indagación en directo de esta tela nos permite afirmar que no es algo pintado con tinturas o elementos que fueran conocidos ni en el siglo XV, ni XVI, ni los siguientes. Más aún, nos permitimos la pregunta: ¿será, realmente, esta una copia del Santo Sudario?

Si se hubiera buscado llevar tan sagrado objeto a un lugar seguro, distante de posibles robos o que fuera tomado como botín de guerra, ¿qué otro sitio mejor que depositarlo en una aldea situada en la parte más austral de América? Y, claro está, mantener el engaño de que la original seguía en Europa. ¿Acaso suena descabellado? No debiera serlo tanto.

Recordemos –en la misma línea– los relatos sobre el Santo Grial llevado –para su protección– por Parsifal, según la indicación del Rey Arturo, también a esas tierras desde dónde se puede ver la Cruz del Sur.

Contra esto, hay varias hipótesis.

Una es la que subraya el hecho de que la misma tela la que tiene inscripto el aviso de que se trata de una copia. En efecto, se lee en latín: “VERUM SACRAE SINDONIS EXEMPLAR ASSERVATAE TAURINI” cuya traducción al castellano es “Verdadero Ejemplar de la Sabana Santa que se resguarda en Turín.

Pero, claro, si lo que se buscaba era confundir para ocultar que se trata de la tela original, ¿qué mejor que poner esta leyenda afirmando lo contrario?

Otra idea sostiene que la reliquia es el resultado de la costumbre, iniciada en Europa hacia el año 1500, de hacer copias del Santo Sudario para repartirlas en conventos, iglesias y monasterios. Las mismas eran ejecutadas por artistas anónimos pero muy hábiles. Para darles un carácter realmente sacro, estas creaciones eran puestas en contacto con el Lienzo original, lo que habría originado la creencia en la traslación milagrosa de la imagen.

Quienes sostienen esta hipótesis, hablan de entre 25 y 50 copias dispersas por el mundo. Pero no pueden explicar dónde se encontraría aunque más no fuera cinco o diez de las mismas. De más está decir que las características tan especiales de la figura humana que aparece en el lienzo no es algo que fuera posible realizar a artista plástico alguno de aquellos tiempos. Precisamente este es el aspecto central que ha sorprendido a todos los especialistas. No es una pintura ni algo que se encuentre adherido de manera conocida alguna.

Una tercer propuesta sostiene que, tanto la que se venera en Turín como las dos llamadas “copias”, son trabajo de anónimos alquimistas y que, por eso, no hay datos concretos de estos objetos antes del siglo XV. Con fórmulas sólo conocidas por estos alquimistas habrían conseguido dar a la tela las enigmáticas características que posee la figura humana que se observa. Sobre todo esto hay comentarios, pero no certezas.

En Santiago del Estero se encuentra el Santo Sudario

Pues bien, la idea de la tela exhibida en Santiago del Estero es una copia más de tantas, no encuentra sustento alguno. La de que fuera una de tres hechas por alquimistas no deja de ser una posibilidad. Pero aunque así fuera, entonces no estaríamos ante una “copia” sino ante tres ejemplares originales.

Permítasenos alertar que el lienzo atesorado en la ciudad de Santiago del Estero es, nada más y nada menos, que el Santo Sudario auténtico. Llevado a una zona que – tanto para el Papa como para el Rey de España – era lo suficientemente segura como para que pudiera contar con la seguridad y serena veneración que este sagrado objeto merece.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. e mail: [email protected]

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