La celebración es una de las manifestaciones religiosas más importantes del noroeste argentino y atrae a una multitud que llega desde distintas zonas del país.
Cada año, la capital salteña se une en una celebración que trasciende lo religioso para convertirse en un símbolo de identidad y devoción: la festividad del Señor y la Virgen del Milagro. La conmemoración, que culmina este domingo con una multitudinaria procesión, tiene sus raíces en un milagro que, según la tradición, salvó a la ciudad de un devastador terremoto en el siglo XVII.
La celebración forma parte del corazón espiritual de los salteños y atrae a peregrinos de todo el país, quienes llegan a la ciudad para rendir homenaje y renovar su fe. Se esperan unos 800.000 peregrinos.
La procesión es el punto central de la festividad y ofrece un espectáculo de devoción masiva, donde miles de personas, vestidas con trajes tradicionales y portando estandartes, acompañan las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro. Durante el recorrido, los fieles entonan himnos y elevan oraciones en un ambiente de profunda espiritualidad.
Además de la procesión, el evento incluye misas, ceremonias religiosas y una serie de actividades culturales que celebran la rica tradición religiosa y cultural de la región.
En las últimas semanas, por las rutas de ingreso a la ciudad de Salta, se observó a los contingentes de peregrinos que llegaban para participar de las celebraciones previstas en la Catedral. También se vieron contingentes religiosos que transitaban desde los lugares mas lejanos, como Iruya, San Antonio de los Cobres y otras localidades, caminando por las rutas de la provincia en dirección a la capital, cargados de emoción y devoción por lo que significa la Virgen y el Señor del Milagro.
La historia del Señor y la Virgen del Milagro se remonta al año 1592, cuando dos imágenes religiosas llegaron desde España al puerto de El Callao, en Perú. Una de ellas era una figura de Cristo crucificado (el Señor del Milagro), y la otra, una imagen de la Virgen María. Las imágenes fueron encargadas por el obispo de Tucumán, Fray Francisco de Victoria, para fortalecer la fe católica en los territorios de la colonia.
Al recibir las imágenes, el obispo dispuso que fueran trasladadas a diferentes localidades. El Cristo crucificado fue destinado a la Iglesia Matriz de Salta, donde quedó olvidado por años, cubierto de polvo en una capilla menor. Mientras tanto, la Virgen del Milagro también llegó a Salta y fue colocada en el templo principal.
La fe y devoción en estas imágenes se consolidaron tras el 13 de septiembre de 1692, cuando un violento terremoto sacudió la ciudad de Salta. Los habitantes, temerosos de que la ciudad fuera completamente destruida, se refugiaron en la oración. Fue en ese contexto que la figura del Cristo, anteriormente olvidada, cobró relevancia. Se cuenta que, tras ser sacada en procesión junto con la imagen de la Virgen, el terremoto cesó. Este evento fue interpretado como un milagro, y desde entonces, ambas figuras fueron veneradas como los santos patronos de Salta.
A partir de aquel milagro, la devoción al Señor y la Virgen del Milagro ha crecido de manera ininterrumpida, convirtiéndose en una de las manifestaciones religiosas más importantes del noroeste argentino. Cada año, millas de fieles de Salta y otras provincias argentinas participan en los rituales de fe que incluyen novenas, misas y la emblemática procesión del 15 de septiembre.