El ex arquero de Vélez y Boca cambió el eje de su vida y ahora, desde una postura de profunda espiritualidad, en Ramos Mejía difunde esa filosofía con música. Ya presentó su primer trabajo discográfico.
Está para atajar, tal como lo demuestra un estado físico envidiable para sus 38 años. Pero ya no lo motiva cubrir los tres palos de un arco como lo hizo profesionalmente hasta 2001 y ni siquiera lo llama un picado informal entre amigos. Aunque ve algún que otro partido televisado de fútbol nacional, ahora lo suyo pasa por el reggae, el disco que acaba de editar, sus presentaciones como artista y la atención esmerada de un maxiquiosco en Ramos Mejía en donde saluda por su nombre a todos los clientes que, cuando ingresan al local, encuentran del otro lado del mostrador a un ferviente cultor del rastafarismo ataviado como corresponde a un admirador del profeta Marcus Garvey. Sandro Daniel Guzmán, aquel arquero de Vélez Sársfield, Boca Juniors, Deportivo Español, Atlético Tucumán y All Boys mira el futuro a través de un pentagrama que le permita hacer lo que hoy es su sentir: música. “Todo tiene un final en la vida y en todo caso, a lo largo de nuestra existencia tenemos cosas que Dios nos prestó por un ratito” dijo Guzmán a HISTORIAS DE VIDA en el negocio que maneja en Rosales al 200, a metros de Avenida de Mayo, cómo para marcar el punto final de su historia futbolística. “En todo caso se puede terminar el fútbol pero no la vida”, sentenció, haciendo hincapié en el gran cambio que instrumentó cuando se hizo rasta. Tras reconocer que se cuida con la alimentación, Sandro contó que se sigue entrenando como si fuera un deportista en actividad. “Corro con reloj y todo para cronometrarme los tiempos y también hago aparatos en el gimnasio”, a la vez que dijo aplicar el efecto contrario al que ponía en juego al ocupar el arco de espaldas a una cabecera hostil. “Cuando salgo a correr solo me imagino que hay mucha gente mirándome y brindándome su apoyo, a la inversa de lo que hacía cuando atajaba, que hacía como si no hubiera nadie en la cancha”. El ex arquero de Vélez y Boca reconoce que el rastafarismo, al que llegó de la mano del reggae, le significó un cambio trascendental que le permitió encontrar “al auténtico Sandro Guzmán” y hasta especula que de haber tomado antes este camino “seguro que hubiera sido mejor hasta en el fútbol porque esta cultura te lleva a manejarte con mucha más sabiduría” como la que aplicó, por ejemplo, para dedicarse a la música. “Un ser humano tiene que hacer todo lo que le guste y no debe quedarse con ganas de nada o con algo colgado porque la vida es una sola y está para disfrutarla”, apuntó mientras interrumpía momentáneamente sus declaraciones para atender a los clientes que entraban al maxiquiosco.
El CD, un golazo
Una de las cuestiones que Guzmán no se privó fue la de editar su disco titulado “Si digo rey”, en la cual el arquero que integró el plantel de Vélez que obtuvo la copa del Mundo en Tokio en 1994, se presenta con su nombre artístico de Jah Sandro. “Jah quiere decir Jehová y es una palabra que se estila utilizar delante del nombre de un cantante rasta”, explicó. “Las letras son espirituales y están planteadas desde el rastafarismo” sostuvo, porque a su modo de ver “al único que le puedo cantar es a Jah”, al tiempo que señaló que “trato de hacer algo más agresivo con temas que apunten al sistema corrupto que abunda en estos tiempos”. [email protected] Entrevista: Por Sergio Tomaro

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