Las circunstancias de la vida las llevaron a encarar su rol de madre en situaciones adversas, impensadas. Ester Rojas, María Fernanda Callejón y Estela Noemí Fernández comparten con Popular sus vivencias en este día tan particular que las honra, el de la madre.
Ester es la primera que no se guarda nada al momento de presentarse: “Soy empleada doméstica y tengo tres hijos: Sofía, Facundo y Luis, uno de los 44 tripulantes que partieron hace un año a bordo del ARA San Juan.
Desde el 15 de noviembre que no hay noticias de ellos. Vivo en Capilla del Señor con mi marido, Jorge, que es chofer. El papá de Luis también es chofer y vive en San Miguel, adonde nació mi hijo el 19 de agosto de 1990. Mi primer hijo varón. Cuando Luis tenía un año, nos separamos con su padre y nosotros nos fuimos a vivir a la casa de mi mamá. Mi mamá tiene mucho que ver en la crianza de Luis. Ella me ayudó mucho. Después yo conocí a mi actual marido y nos mudamos a Capilla del Señor. Cuando terminó la secundaria decidió volverse a San Miguel. Y mientras pasaba el tiempo pensaba qué hacer después del colegio. Tenía proyectos. Su tío, que está en la Armada, le habló. Entonces decidió meterse y seguir su camino en la Armada. Después de que se recibió fue dos años con la Fragata Libertad y conoció varios países. Eso le gustaba a él, le gusta viajar mucho. Cuando volvió quería ser submarinista. Cuando me lo contó, yo le dije “Negro, no me gusta”. Porque se me hacía que eso era peligroso. Y él siempre me decía la misma frase: “Ma, no pasa nada. Ta’ todo bien”.
En este día tan especial, de mi parte, quiero saludar especialmente a las mamás del ARA San Juan. Feliz no creo que sea porque nos falta algo. También mando un fuerte abrazo a las familias que están en Mar del Plata haciendo el aguante todavía y a los cuatro veedores que están en el barco. Ellos son nuestros ojos y oídos para saber la verdad. Y a la jueza, que por favor se ponga la camiseta del ARA San Juan.
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Nico estaría muy orgulloso de todo lo que hacemos. Era muy solidario”. A lo largo de la charla, los ojos color celeste profundo de Estela Noemí Fernández se llenan de lágrimas por primera vez, a pesar del recuerdo permanente de su hijo, pues cada tarea que ha emprendido en los últimos cuatro años y medio guardan una estrecha relación con ese espacio de memoria. Mujer de trabajo, esposa, madre y abuela, la tragedia atravesó sus días, cuando en un siniestro vial, Nicolás Ezequiel Naddeo murió cuando su moto fue impactada por la conductora de un vehículo en una esquina de la localidad de José León Suárez en febrero de 2014.
Ese instante desgraciado vino a modificar la vida de Estela, que empezó a levantarse, sin dejar de cargar nunca con el dolor de la pérdida, para constituirse “en la abogada de la causa” como se reconoce. El proceso judicial contra quien atropello y mató a su Nico, de entonces 22 años, finalizó con la condena, de esas excarcelables que se aplican en los expedientes caratulados como “homicidio culposo” y al mismo tiempo, significó un punto de partida, en la tarea que continúa desarrollando junto a otros familiares de víctimas con los que brinda charlas a estudiantes sobre conciencia vial y a la que le anexó, el ponerse al frente de un merendero en un club de Villa Concepción, en el partido de General San Martín, donde asisten a un grupo de cincuenta pibes de esta popular barriada.
Entonces a sus actividades diarias, junto a su esposo Carlos, su hijo Gastón y el pequeño Lucas, el nieto de 7 años como legado de Nicolás, esta mujer le agrega el multiplicarse para poder desarrollar su labor solidaria. “A los cuatro o cinco meses de la muerte de mi hijo mayor y mientras intentaba que se reactivara la causa que pretendían cerrar impunemente, me contacté con Noemí Cardozo, la mamá de Pato e impulsora de la organización no gubernamental Malditas Picadas. Ahí pude descubrir que había otra gente que estaba en mi misma situación, que espera por que se hiciera justicia y en eso de no querer que a otro le suceda lo mismo, me di cuenta que se podía hacer algo más”, comenta.
Entonces, ese involucrarse con la problemática de los familiares de víctimas de hechos de tránsito, derivó en que en Estela Fernández operara un “cambio” y apoyada en esas ganas de contribuir “desde otro lado”, comenzó su tarea de ir a las escuelas, tanto públicas, como privadas y de todos los niveles educativas, “para generar conciencia vial, para hablar con los chicos de la importancia de conducir respetando las leyes de tránsito. Y esas cuestiones de empezar a modificar hábitos y malas costumbres al momento de manejar se deben empezar por los más chicos. Y de a poquito se va avanzando, como pasó con la utilización del cinturón de seguridad o el no tomar alcohol si se va a conducir”.
Y el enfocarse en estas charlas no fue adoptado como “un salvavidas para seguir, sino como involucrarse, participar, a pesar del dolor. No todos lo pueden hacer, ya que en esto arrancamos unas veinte personas y ahora somos menos, pero seguimos adelante, convencidas de que se trata de un trabajo de hormiga, al que hay que hacer constantemente. En lo personal, me hace bien, me meto de lleno en lo que hago, pese a todo lo pasado y que siempre está ahí”.
De un encuentro con Karen, una amiga de Nico, también surgió la posibilidad de “dar una mano en el barrio donde vivo” y hace poco más de un año, empezó a funcionar el merendero.
Cuando estoy sola miro su foto y le hablo. Le digo que lo quiero un montonazo. Que lo extraño horrores. Le digo que todavía lo estoy esperando para darle ese abrazo que necesitaba darle cuando surgió todo esto. Ese día nos fuimos volando con mi hija para Mar del Plata. Yo le decía a ella: “Va a volver”.
Yo quiero abrazarlo y decirle: “Negrito, estás bien”. Porque así le decimos, Negrito. Nuestro último momento juntos fue el Día de la Madre del año pasado. Hablamos de su casamiento. Planificamos. Se lo veía muy feliz. Estaba ansioso para que llegara esa fecha.
Incluso no quería ir a hacer este viaje con el ARA San Juan. Había pedido permiso para no ir y quedarse a acompañar a su novia, Alejandra, con los detalles. Pero no le concedieron ese permiso. Y bue a veces las cosas pasan por algo.
Se iba a casar el 7 de diciembre del año pasado. Imaginen ¡Se iba a casar el Negro! Verlo vestido de novio, soñar con ese momento, con los preparativos.
Yo ya le había comprado los suvenires y los centros de mesa.
Los tengo guardados acá en casa en una caja. No lo puedo creer.
Tenemos días que son muy tristes. Sobre todo en las reuniones familiares. De solo mirarnos a los ojos, nos damos cuenta que ya no es lo mismo. Aunque él vivía en Mar del Plata con su novia, siempre estaba el llamado telefónico, el mensajito de WhatsApp.
Siempre estábamos atentos a lo que él decía y contaba. Y eso ya no está.
La historia de María Fernanda Callejón resulta familiar. Claro que su testimonio explica por qué es una de las madrazas de esta nota en esta jornada tan especial.
“Soy una mujer que ha luchado toda su vida por ser mamá. Lo fui contra todos los pronósticos y las adversidades que se me ponían enfrente. Pero hoy soy feliz. Siento que con Giovanna cumplo un sueño muy importante de la vida, durante todos los días de mi vida. No hay nada más importante que la maternidad y mi familia para mí. Mi hija me transformó en mamá y tengo la misión de contenerla. Es el espejo que veo todos los días y cada vez que me levanto a la mañana, la veo y se me explota el corazón. Soy una mamá presente como lo fue la mía. Ojalá pudiera ser aunque sea el uno por ciento de lo que fue mamá conmigo y con mi hermana. Amo ser la mamá de Giovanna, con todos los defectos y virtudes, con preguntas y cuestionamientos, con vulnerabilidad y a la vez con el empoderamiento que me da ser mamá. Agradezco a la vida haber recibido de parte de Gio este gran título de nobleza. Ser mamá es la profesión más genuina y poderosa del mundo. Es un estado inexplicable. Me siento la mujer más feliz del mundo.
Lo que me costó ser mamá lo tengo como experiencia inmensa, pero no hago retrospectiva. Es una cicatriz incorporada a mi cuerpo, pero hoy es mi presente el que me hace esta mamá que soy. Sí siento que el nacimiento de Gio me hizo una especie de referente ante otras mujeres. No pretendo serlo, pero así se dio a partir de mí exposición. Muchas me dicen que soy inspiradora y solo lo aprovecho para contar mi humilde experiencia a otras mujeres.
La primera vez que la vi fue indescriptible. Es difícil transmitirlo aunque con su papá lo recordamos todo el tiempo. Era tanta la felicidad cuando me la pusieron en el pecho que lloré mucho. Ella levantó su carita, lloraba por supuesto, y cuando la miré a los ojos fue increíble. Dicen en el primer mes los bebitos no fijan la mirada, pero yo sentí que ella me había clavado sus ojos en los míos. Esa mirada es como que me dijo ‘al fin mamá, aquí estoy’. Fue el momento más feliz de mi vida. Cuando llegó ella sentí que nunca más iba a estar sola.
Todos mis días son ideales con mi hija. Pase lo que pase. Disfruto hasta cuando se remolonea y tengo que llamarla mil veces para ir al jardín. Me gusta llevarla, ir a buscarla Disfruto mucho la maternidad, tal vez por mi búsqueda y por ese deseo genuino que tengo de ser mamá desde mis cinco años. Por eso todos los días con mi hija son el día ideal. Cuando estamos juntas siempre le digo: “Gracias gracias gracias. Gracias por darme esta oportunidad”. Expreso esto y me emociono Es que ella es lo más importante de mi vida. Es todo lo que está bien. Lo es todo para mí y para mi esposo. Como mamá le digo: “Gracias hijita, por ser tan linda, tan buena, tan linda por dentro. Todo me lo hacés fácil. Sos tan compañera. Gio, sos lo más. Te amo infinitamente y mientras mamá esté al lado tuyo, siempre te va a proteger y a cuidar”.
Ella está en la edad en la que hace monerías. Hace poco yo grabé un video de la presentación de Rizhoma Hotel, un unitario que se está dando por Telefe. Soy protagonista de dos capítulos y justo ella escuchó la voz del locutor que decía: “¡Con María Fernanda Callejón!”. Vio la publicidad en casa y le quedó. Entonces con su voz a sus tres años, empezó a gritar como el locutor: “¡Fernandaaa Callejón!”. Nos causó mucha gracia como captó todo y ahora sigue repitiendo: “Mi mamá es María Fernanda Callejón”, jaja.
Cada una de las personas que habitan en esta humanidad, tienen derecho a un milagro y a eso apunto. Crean en ese milagro. Obvio que no viene de la nada, sino que hay que usar herramientas que le hagan bien a uno y enfocar en ese deseo profundo de ser mamá. Si es así, seguramente va a suceder. No bajen nunca los brazos