Los tiempos cambian y con ellos también se van modificando las justificaciones de algunas medidas, que pueden pasar, con el transcurso de las décadas, de represivas a progresistas sin que la mayoría de la gente tome conciencia de esa modificación. Quizás ese sea el caso del proyecto que por estos días busca penalizar el acoso callejero a la mujer que, en realidad, tiene un antecedente más que centenario y su impulsor se encontraba en las antípodas ideológicas de quienes hoy propugnan la iniciativa.
Fue nada menos que el coronel Ramón Lorenzo Falcón, jefe de la Policía de la Capital Federal quien en 1906 reflotó una olvidada ordenanza municipal del 10 de abril de 1889 que multaba con hasta cincuenta pesos de entonces a los hombres que ofendieran "públicamente el pudor con palabras, actos o ademanes obscenos” dirigidos a las mujeres que pasaran por la calle.
Eran tiempos de estado de sitio y ley de Residencia, con represión al movimiento anarquista en particular y a todo lo que oliera a izquierda en general. Los 50 pesos moneda nacional no eran poca cosa, si se tiene en cuenta que el salario de un director de escuela era de 180 pesos. Esos 50 pesos equivalían a un poco más de veinte dólares al tipo de cambio de la época, si bien a valores corrientes, devaluación mediante, hoy serían cinco mil millonésimos de peso.
El propósito del régimen conservador en declive por preservar "la moral y las buenas costumbres" había encontrado en Falcón a uno de sus máximos exponentes y así se lo reconocieron en vida y mucho más después de su ejecución en manos del anarquista Simón Radoswitzky, recordándolo aún hoy con una calle en los barrios de Flores y Floresta. Pero la reedición de una sanción ya vetusta para su época mereció más burlas que adhesiones.
El ingenio popular inmortalizó la reacción de los habitantes de la ciudad en un tango que Ángel Villoldo compuso de inmediato y estrenó en 1907. Su título era una mezcla de burla y desafío a la autoridad: "Cuidao' con los 50".
Vale la pena recordar la letra de esos tiempos pre-gardelianos, en los que el tango era más pícaro y procaz que melancólico: "Una ordenanza sobre la moral/ decretó la dirección policial/ y por la que el hombre se debe abstener/ decir palabras dulces a una mujer".
Villoldo sigue: "Cuando una hermosa veamos venir/ ni un piropo le podemos decir/ y no habrá más que mirarla y callar/ si apreciamos la libertad./ ¡Caray!… ¡No sé/ por qué prohibir al hombre/ que le diga un piropo a una mujer!/ ¡Chitón!… ¡No hablar,/ porque al que se propase/ cincuenta le harán pagar!/ Yo cuando vea cualquiera mujer/ una guiñada tan sólo le haré./ Y con cuidado,/ que si se da cuenta,/ ¡ay! de los cincuenta/ no me salvaré."
La segunda parte del tango continúa: "Por la ordenanza tan original/ un percance le pasó a don Pascual:/ anoche, al ver a una señora gilí,/ le dijo: Adiós, lucero, divina hurí./ Al escucharlo se le sulfuró/ y una bofetada al pobre le dio/ y lo llevó al gallo policial…/ Por ofender a la moral./ ¡Caray!… ¡No sé/ por qué prohibir al hombre/ que le diga un piropo a una mujer!…/ ¡No hablar!… ¡Chitón,/ porque puede costarles/ cincuenta de la nación!".
La obra finaliza con una recomendación: "Mucho cuidado se debe tener/ al encontrarse frente a una mujer./ Yo, por mi parte,/ cuando alguna vea,/ por linda que sea /nada le diré".
La evolución del tango como género dejó en el olvido a gran parte de la obra de Villoldo, con la excececpión de "El choclo", aunque con otra letra y una versión instrumental mucho más pulida que la original.
Hubo que esperar que los custodios de la moral y las buenas costumbre regresaran al poder para que "Cuidao' con los 50" volviera a ser interpretada. Tuvieron que pasar seis décadas para que la dupla del dictador Juan Carlos Onganía y el represor policial Luis Margaride revivieran el espíritu de Falcón.
Tiempos de requisas nocturnas en hoteles alojamiento (por entonces no se los denominaba albergues transitorios) y de una represión política y social que parecían un retroceso en el túnel del tiempo. La ocasión fue más que propicia para que la actriz Marita Battaglia grabara una nueva versión del tango de 1907. Si la obra ya había sido compuesta con sorna a principios del siglo XX, qué podía esperarse de su relanzamiento en la década de la revolución sexual, la minifalda y la píldora anticonceptiva.
Como en el eterno retorno de de Bioy Casares, el tema se reinstala cincuenta y cinco años después. Falcón y Margaride estarían sorprendidos de saber que sus émulos de siglo XXI se ubican en las antípodas de su pensamiento.