Por Pepe EliaschevEl asunto es que Jorge Rafael Videla (Mercedes, 1925) ahora dice la verdad. Del 24 de marzo a 1976 al 29 de marzo de 1981, unas “siete mil u ocho mil personas”, detenidas o secuestradas, fueron asesinadas por las Fuerzas Armadas y sus restos desaparecieron. ¿Por qué y para qué? “Para no provocar protestas dentro y fuera del país. Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte”. Videla, cuya condición de teniente general y su pertenencia al Ejercito fueron eliminadas durante el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, alega que “no había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas”.
Gracias a esta admisión, éste es un momento de especial clarividencia para la sociedad argentina. En 1985, el juicio a las juntas militares había condenado a Videla a reclusión perpetua. Esa resolución del gobierno radical fue deshecha en 1990, cuando el gobierno justicialista de Carlos Menem lo indultó a él y a todos los homicidas condenados por la Cámara Federal en lo Penal, integrada por León Carlos Arslanian, Andrés D’Alessio, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma, Jorge Edwin Torlasco y Jorge Valerga Araoz. Esa era la pena pedida por el fiscal Julio Cesar Strassera y ésa fue la decisión del tribunal, cuando el 9 de diciembre dio a conocer su veredicto, 24 meses después de que Alfonsín asumiera el gobierno.
Videla se había defendido en 1985, alegando que el planeamiento y la conducción de la lucha contra la subversión se venía ejecutando desde octubre de 1975, conforme a un decreto emanado del Poder Ejecutivo Nacional y a una directiva impartida por el Ministerio de Defensa, en donde el accionar quedaba bajo la conducción de los comandantes de cada una de sus Fuerzas. Después del 24 de marzo de 1976, admite, también se continuó actuando en esa forma, es decir que para él, en ningún momento la Junta Militar tomó bajo su dirección el accionar de las Fuerzas Armadas. Asumía toda la responsabilidad como comandante en lo que llamaba “la guerra librada contra la subversión y ordenada por el poder político, en ejercicio del derecho de legítima defensa de la Nación”. Negaba los horrores perpetrados, decía no justificar la aplicación de medidas extremas como las torturas, privaciones ilegales de libertad y homicidios, pero admitía que “si en alguna ocasión pudo haber ocurrido, el caso fue derivado a la Justicia ordinaria o militar para su juzgamiento. Todos los procedimientos y acciones llevadas a cabo por el Ejército se ajustaron a las directivas y reglamentaciones vigentes en ese momento”. Rechazaba toda culpabilidad.
Han pasado 27 años y el 2 de agosto cumplirá 87. Morirá en la cárcel y ahora está hablando. Lo hizo ante el periodista Ceferino Reato, un meticuloso, creíble y sólido periodista argentino al que ya le debemos dos libros esenciales para entender los últimos 40 años de este país, “Operación Traviata”, sobre el frío asesinato de José Ignacio Rucci en 1973, y “Operación Primicia”, sobre el salvaje ataque montonero a un regimiento en Formosa, a fines de 1975.
En su libro “Disposición Final, la confesión de Videla sobre los desaparecidos”, publicado esta semana por Editorial Sudamericana, Reato lo hace hablar a Videla, quien describe con pormenores el “método” utilizado durante la represión ilegal, justifica el uso de la tortura y destaca la influencia de la llamada “doctrina francesa” en la lucha contra la guerrilla y el terrorismo. Reato pudo hablar con Videla durante veinte horas, entre octubre de 2011 y marzo de 2012, en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo, donde Videla cumple su pena.
Aquel inolvidable 9 de diciembre de 1985, la Cámara Federal en lo Penal condenó a Videla como autor responsable de los delitos de homicidio agravado por alevosía, reiterado en dieciséis oportunidades, en concurso real con homicidio agravado por alevosía y por el concurso de tres personas, por lo menos, reiterado en cincuenta oportunidades; en concurso real con privación ilegal de la libertad agravada por amenazas y violencias, reiterado en trescientas seis oportunidades; en concurso real con tormentos, reiterado en noventa y tres oportunidades; en concurso real con tormentos seguidos de muerte, reiterado en cuatro oportunidades; en concurso real con robo, reiterado en veintiséis oportunidades a la pena de reclusión perpetua inhabilitación absoluta perpetua, accesorias legales, accesoria de destitución y pago de las costas”.
En sus confesiones ante Reato, Videla también reconoce que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Roberto Santucho, argumentando que “era una persona que generaba expectativas; la aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar”.
¿Por qué se llama “Disposición Final” este libro? Asegura Videla que la frase ´Solución Final´ (acuñada por la Alemania nazi para perpetrar el holocausto del pueblo judío) nunca se usó, pero que en su lugar ´Disposición Final´ “fue una frase más utilizada; son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final”.
Aunque sea espinoso y hasta vomitivo digerirlo, Videla dice cosas que son ciertas, como cuando relata que tanto Montoneros como el ERP facilitaron el golpe, y subraya que la toma del poder por las FF.AA. en 1976 fue respaldada por buena parte de la dirigencia política y empresaria del país y de por los ciudadanos.
¿Qué se propusieron los militares al ingresar a la Casa Rosada ese 24 de marzo? Responde Videla: “Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión”. ¿Había diferencias entre la guerrilla marxista y la guerrilla que se decía peronista? Para Videla, “por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido”. ¿La barbarie se desencadenó el 24 de marzo de 1976, o ya en el gobierno peronista se acumularon los precedentes necesarios? “Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder (peronista, casi seis meses antes del golpe), que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe; fue un error”, explica Videla. ¿Quienes apoyaban a Videla? “El Partido Comunista me apoyaba como moderado” ratifica, una verdad indudable, que este columnista de DIARIO POPULAR certificó entre 1977 y 1979, en entrevista formal con los dirigentes del PC argentino, Fernando Nadra y Athos Fava, de visita en Nueva York. ¿Era el de las Fuerzas Armadas un régimen sólido y unido? “Nuestros servicios de inteligencia tuvieron indicios importantes, no probados, del encuentro entre [el almirante Emilio] Massera y [el jefe montonero Mario] Firmenich”, en París.
La verdad aparece así en una de sus facetas decisivas, la que se expresa en la criminalidad del accionar de los militares definitivamente certificada por un libro imprescindible. Poco a poco, la historia argentina del siglo XX se va recomponiendo en su integridad, al margen de especulaciones demagógicas y a salvo de manipulaciones oportunistas.