Historias de vida
Maestra por vocación, descubrió que poseía un don especial para el canto, ahora busca una oportunidad sin abandonar la docencia.
Salvo las horas que destina por la tarde a su trabajo como maestra en una escuela número 10 del barrio de Flores y, ya de vuelta en su casa, a las que asigna para dar clases particulares a chicos que andan flojos en algunas materias, Cristina Legaspi hace todo lo posible para ser cuanto antes Cris Lubián y así poder cantar en algún escenario.
Es que ese sueño marca el camino hacia el futuro de Cristina, una mujer que descubrió gracias a la sensibilidad del que fue el gran amor de su vida, que era dueña de un don para la música y el canto que hasta ese momento desconocía.
Prepararse para ser Cris Lubián, el nombre artístico que adoptó de cara a su proyección como cantante, implica ejercitar vocalización, trabajar sobre la producción de un demo y promocionar a pulmón su producto por tanguerías dado que el dos por cuatro es ahora el ritmo elegido para su lanzamiento profesional.
"Es todo un trabajo que lleva tiempo y demanda plata" explicó a HISTORIAS DE VIDA la mujer que ironiza con un "discúlpame, pero no me acuerdo los años que tengo" como respuesta cuando alguien le pregunta su edad, antes de detallar que también tiene competencia musical para incursionar en el género melódico y el rock nacional.
Separada después de haber estado casada diez años con un médico, relación esta de la que no extrae buenos recuerdos, Cristina hoy extraña a quien terminó siendo su gran amor, Daniel Sachetti, el músico que descubrió un día en esa maestra con la cual empezó a convivir en 2010, una notable capacidad para el canto.
"Vos tenés el don me dijo Dani un día que me escuchó cantar y enseguida me grabó para que me escuchara y al hacerlo, me puse a llorar de la emoción" rememoró con voz quebrada. "Le debo mucho a Dani, que un día me dijo mientras me enseñaba a cantar que la música es sanadora. Y la verdad observó- que a mí me salvo la vida".
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