Waldemar Moreira Zubrigk nació en Puerto Sauce, Juan Lacaze, departamento de Colonia, en Uruguay. Hombre del 55, llegó a la Argentina en 1971 "porque la situación en Uruguay estaba muy mal y vine a probar suerte...". Traía, una valija, un puñado de sueños y un oficio aprendido a mitad de camino: el de herrero, disciplina que aprendió de su abuelo quien le enseñaba rudimentos del oficio "para que no moleste en su taller".
Cuenta este maravilloso artista, que hace figuras maravillosas reciclando chatarra en su taller de La Boca, que "en esa época todos los uruguayos que venían de Juan Lacaze paraban en San Martín que era una zona textil. Allí empecé a trabajar haciendo changas, desde lavacopas hasta operario en una metalúrgica. Yo ya venía con una práctica en la soldadura de hierro, herencia de mi abuelo, y a eso de los 29 años me largué a hacer obras artísticas... empecé con artesanías, me metí en la feria artesanal, y después, de a poco, como quien no quiere la cosa, empecé a hacer figuras de arte. Me casé y viví muchos años en Moreno. Pero ya cuando ésto se transformó en mi forma de vida, pasé a La Boca". En este barrio "Walde", como lo conocen los vecinos, es un personaje popular.
E incluso le acercan hierros, partes de coches y otros metales, correas o cadenas, para que las recicle en magníficas creaciones: barcos, insectos gigantes como una araña de 8 metros que trepa las paredes de su taller, o una langosta de 3 metros que amenaza con devorar al visitante pese a su férrea figura.
"Hace 25 años que estoy en La Boca. El trabajo con chatarra lo empecé a hacer de forma intuitiva, por cuenta propia, como autodidacta. Siempre seguía con las artesanías para vivir vendiéndolas en la feria, pero luego comencé a hacer figuras escultóricas en hierro para intervenir en salones, para muestras, boliches de San Miguel, vidrieras de una marca de jeans... Y gustaron mis cosas. Yo no me siento artista, me definió como un buen artesano y un loco que anda por los caminos del arte. Con el tiempo las piezas empezaron a ser mas grandes, y a dejarme otra moneda. Entonces empezaron a dejarme hacer las piezas que yo quería. Y los temas que elijo son variados, pero muchos tratan de temas sociales, como la libertad, o la democracia. En La Boca empecé a participar de salones y exponer en Caminito, donde encontré una veta comercial, especialmente con turistas".
Uno de ellos fue muy especial: "Un señor que hablaba en inglés me compró cuatro obras; era John Stanley tercero, dueño del imperio de herramientas Stanley, y se llevó mis obras a un museo de arte de Utah".
Entre muchas alegrías fruto de su obra, con "Sabaleros", una serie de esculturas en homenaje al apodo que recibe la gente de Juan Lacaze, Waldemar ganó un premio COA. Y el Quinteto Negro de La Boca usó una de sus figuras como tapa de uno de sus discos.
Pero sin dudas lo que más conmueve al entrar en su taller es la escultura llamada 44 Jonás: un submarino que en sus "costillas" atrapa a marinos pidiendo auxilio. Esa embarcación está sujeta al piso por un ancla. "Es mi humilde homenaje a los marinos del ARA San Juan", dice Walde, que hizo la obra semanas antes de que se conociera su trágico desenlace.
Waldemar ve con alegría que su obra tiene futuro. No solo porque su clientela creciente le hace encargos, sino porque su hijo parece destinado a seguir sus pasos. "Valentín está aprendiendo. Por ahora se divierte, juega, fabrica sus juguetes, muy ingeniosos. Tiene 11, que siga jugando, que así se aprende", dice este oriental de tono tranquilo, autodefinido como "artista trashumante", mientras apura un pollo al disco con el que comerá junto a sus amigos, que desfilan permanentemente en esta casa de puertas siempre abiertas de calle Quinquela Martín 759 (Tel: 1130538913).
"Este país me dio todo lo que no me dio mi Uruguay querido -reflexiona Waldemar-. De uruguay traje la lucha, que te sirve para abrirte camino en cualquier parte del mundo. Y aquí en La Boca, una de las cosas mas lindas fue encontrar un montón de maestros ocultos, tapados en sus talleres. Vivir en La Boca e ir a Caminito es estar en una fiesta todos los fines de semana", describe.
-¿Sueños por cumplir?
Quedan: "Hacer mascarones de proa me encantaría"
-¿Hay alguna obra que no vendés?
-Pocas... Como la de un hombre grande andando en un triciclo. No la vendo, porque ese hombre soy yo.
Waldermar tuvo dos lugares en el mundo desde que se afincó en Argentina. El primero estuvo en Moreno, donde hizo una casa taller con la particularidad de no tener esquinas. "En Moreno hice una casa loca. Me había separado y necesitaba armar un espacio, tenía el terreno y me puse a trabajar con los cimientos de la casa", cuenta. Pero claro, "Walde" es un artista y no podía hacer algo convencional: "Buscando una forma económica y rapida de edificar, hice una cúpula, con entrepisos y desniveles, sin equinas. Quedó algo muy loco, que la gente venía a ver", dice de su casa cuyo estilo definió como "una mezcla de Gaudí con Casa Pueblo, pero en Moreno, algo muy desubicado".
Dice que desde entonces lo conocieron como "El loco de la casa de Los Pitufos. Luego alquilé es casa y con ese alquiler pago mi galpón en La Boca. Me vine a Capital porque Dios está en todas partes pero las oficinas las tiene en Buenos Aires", bromea. El cambio fue bueno para su labor, parte de cuyas ventas se hacen en Caminito. "Hoy por hoy La Boca es mi lugar en el mundo. Un barrio hermoso, atípico incluso dentro de la propia Buenos Aires".