Una experiencia singular le hizo pensar en un programa destinado a reclusos que estén por recuperar la libertad para que puedan incorporar elementos con los cuales reinsertarse con más posibilidades en la sociedad
"Hace quince años que dejé el arbitraje y todavía hay gente que me putea por la calle” afirma con serenidad Luis Oliveto, el ex árbitro de esencia rockera y vanguardista hoy aplicado a la tarea destinada a darles desde el fútbol herramientas válidas a internos de unidades carcelarias bonaerenses que pronto volverán a insertarse en la sociedad.
Pero lo que realmente sorprende a Oliveto de esas críticas simpáticas en el fondo pero sostenidas en jugadas grabadas a fuego en la memoria pasional del hincha, “es que recuerdan con exactitud de situaciones de juego ocurridas hace añares -señala- con una precisión notable, tal como las vi en su momento dentro del campo de juego”.
Del Oliveto que impartía justicia en un campo de fútbol al de ahora sólo ha pasado tiempo porque ni siquiera el look característico del pelo largo y la frontalidad perdieron terreno ante cada renovación de almanaque de los 58 que lleva consumidos hasta ahora .
“Sí, como lo vez soy categoría sub-60”, aclaró a HISTORIAS DE VIDA, quien por estos días está abocado al Programa Deportes por Penales, que lleva adelante en tres cárceles provinciales con el apoyo de la Secretaría de Deportes provincial a cargo de Alejandro Rodríguez.
“Todo comenzó un día que hicimos un partido a bene cio con actores en la cárcel de Ezeiza y un interno que estaba por salir nos preguntó si conocíamos algún trabajo por la zona”, contó Oliveto en la mesa de un bar de Lacroze y Cabildo.
“El único lugar donde para trabajar no pedían antecedentes policiales era en la Liga de Arbitros y así fue que una vez en libertad lo terminamos metiendo como lineman en la Liga de Fútbol de Lobos, donde cobraba por partido cada fin de semana”.
Ese fue el inicio del programa que después delineó junto a Luis Bellatti, con el propósito de “darle una posibilidad al interno para que cuando salga de la cárcel tenga alguna ocupación y no tenga justi cativo para volver a robar”.
La iniciativa lleva ya diez años y hoy se ejecuta en los penales 9, 35 y 36. “Para enseñar el reglamento y algo más a los internos, lo principal es cómo hablarles”, subrayó Oliveto, a quien lo conmovió el día que algunos reclusos le agradecieran por acercarlos a las reglas, muchas de las cuales tiene base en las que el ex árbitro incorporó en el humilde hogar de Villa Urquiza, de padres Luis y Pierina.
¿Querés dirigir? El valor que Oliveto le da al concepto oportunidad quizás se relacione con la experiencia que lo acercó al referato, cuando un amigo le propuso a poco de haber salido del hoy suprimido Servicio Militar Obligatorio ser árbitro de fútbol. Por esos días, el rock pegaba fuerte en ese joven de pelo largo y enrulado que integró dos bandas barriales.
Fue en el segundo intento en el que fue aceptado en la escuela, para lo cual tuvo que afrontar un sacrificio de iniciación: cortarse el cabello.
Con la carrera lanzada, en 1979 le llegó la oportunidad del primer alpartido como referí principal. Por el torneo de Primera C, en la vieja cancha detrás del Mercado de Dorrego, dirigió Fénix- Deportivo Morón.
Dieciocho años años más tarde fue el árbitro de la nal de Copa Libertadores entre Cruzeiro y Sporting Cristal, en Belho Horizonte. “El fútbol me dio mucho y creo que hoy puedo dar mucho con el fútbol”, afirmó, ante la mirada inquisidora del hombre de edad madura que con ojos entrecerrados, parecía rememorar desde la mesa de enfrente algo del pasado que le hacía ruido justo en ese momento.
Un libro autobiográfico sólo para sus amigos Entre los valores que Luis Oliveto honra, la amistad ocupa un sitio privilegiado. Y en línea con ese sentir, hizo algo realmente original: escribió un libro de edición ultralimitada para obsequiar a su selecto grupo de amigos. “Lo titulé ‘Simplemente un pobre libro’ y en él cuento mi vida en tercera persona pero con una particularidad en el final, que es inventado, justamente porque mi biografía aún no ha terminado”.
En el texto cuenta cuando empezó a trabajar a los 9 años armando la mesas en la Cantina de Chicho, de Plaza y Alvarez Thomas, el reparto que hizo en una carnicería del barrio, los dos años que fue cadete en una agencia de publicidad y los dos días que duró en la camisería Milord, de Corrientes y Rodríguez Peña, donde hipotecó su futuro laboral por ir a jugar un fin de semana un partido a Uruguay.
Oliveto, que también tiene escritas como cien canciones de las que sólo tres tienen música, se manifiesta cultor de las reuniones que se hacen en La Perla, de Once, que como dice, “me permite acumular rock en mi cuerpo”.
En otro orden recordó que le propusieron escribir un libro de anécdotas del fútbol pero se negó. “Tenía dos caminos: o no ponía el nombre de nadie lo que no le reportaba mucho a las historias, o me comía una catarata de juicios”, concluyó.