En un rincón del taller atiborrado de instrumentos musicales, piezas de mecánica automotriz, cubiertas de coches, fierros y metales reciclados, la batería suena potente y con energía, pero algo la distingue de las profesionales.
Y es que en ese taller, ubicado en los fondos de un amplio galpón, al que se accede tras cruzar por un espacio donde se "florean" autos de alta gama en reparación en pleno barrio de Chacarita, Oscar Pérez (49), en pareja con Agathe, francesa y cocinera, y padre de Branco, de 8 y Bruno de un año y medio, armó su bunker donde el mundo de los autos va convirtiendose en una fragua donde surgen sonidos de todo tipo.
Es porque Oscar, desde hace cuatro años, decidió, además de cumplir con sus tareas de reparación de coches y de fabricar muebles por encargo, en madera o en metal, como buen amante de la música, transformar, con ingenio y paciencia, pedazos de metal, cubiertas, ruedas, y todo tipo de elementos, en instrumentos musicales.
Así, su batería, cuenta, es el producto de reciclar como bombo la llanta de un Alfa Romeo, convertir una cacerola y un tambor de ropa en redoblantes, y los otros componentes percusivos armarlos con llantas, tambores de lavarropas y pedazos de tablas de skate.
En su taller, Oscar relata que "en este tiempo vendí algunos instrumentos que fabriqué, pero todavía conservo unas 10 guitarras, dos bajos, un pequeño bajo de dos cuerdas que fue lo primero que hice con una lata de bambú como cuerpo, y hasta un violín", y si bien no se considera un músico en el sentido cabal de la palabra, se reconoce "amante de la música, y de muchos estilos, en especial del punk rock, el blues, el jazz y el reggae".
La historia de Oscar lo transciende hacia su familia. Y es que su padre, Alberto Pérez, que aún sigue trabajando como reparador de motores en una planta superior, fue corredor de Fórmula 4 en los años 70, y reparador de coches entonces y hasta ahora. Cuenta que "este taller lo había alquilado mi abuelo, y mi papá luego lo compró, sobre un piso de tierra que con el tiempo fue avanzando y convirtiéndose en un lugar de referencia para los tuercas".
Nacido en Palermo, barrio donde aún vive, Oscar Pérez dice orgulloso que su batería "no tiene mucho que envidiarle a las convencionales, y señala que "siempre me gustó el arte, pero no me considero un luthier sino un artista plástico, y mi idea favorita es la de "recicla y serás recompensado".
A su proyecto lo denominó Trash Instruments, algo así como "hacer instrumentos con la basura, con los retazos", y surgió cuando "veía objetos en la calle y los traía para reciclar y aunque esto lo hago con instrumentos, también puedo hacer esculturas u otras creaciones diferentes", y reconoce al luthier Ezequiel Galasso como "un amigo que sabe mucho de esto, y fue mi principal instructor".
Con elementos muy variados, Oscar también armó amplificadores de distintos tamaños y equipos de sonido, y señala que "he vendido instrumentos a músicos y a artistas en general, pero también me encargo de armar muebles, ya sea de madera o de metal", y recuerda que el puntapié inicial lo dio cuando su amigo Diego Castellano un día vio una llanta rota, "y me dijo, con esto hay que hacer un bombo, me trajo el aro, lo rearmé, y como sonó bien me animé a seguir intentando hacer otras cosas".
Más allá de esta afición que se convirtió en actividad casi permanente, Oscar dice haber hecho de todo en su vida. "Tuve un bar, y durante varios años viví en la ciudad de Luyaba, en Traslasierra, Córdoba, donde elaboraba aceite de oliva orgánico, además desde hace un tiempo tengo una revista llamada El Carrito Loco en internet, y en una época construi rampas de skate".
Oscar se reconoce un tipo inquieto, dice que "soy de querer hacer cosas nuevas, y enfrentar nuevos desafíos, pero desde chico tuve un lógico acercamiento a los autos por mi viejo, y conozco bastante de mecánica, por eso este taller es un lugar donde puedo desarrollar muchas cosas que me gustan".
En su taller, también se pueden observar cubiertas recicladas como parlantes, y varias fundas para guitarras, aprovechando retazos de jeans u otros elementos. Y como una rareza, un juego de parlantes armado sobre la estructura de una valija de viaje de las antiguas, unos miniparlantes y un par de instrumentos de viento. El pasado domingo 3 de noviembre, Oscar se dio el placer de organizar una jornada llamada Exposición Trash Instruments, en el Strummer Bar, llamado así en homenaje al fundador de The Clash, Joe Strummer, y cuyos dueños son los músicos de la banda Attaque 77.
Cuenta que "fue un evento que tuvo bastante eco, se trató de en un encuentro de plástica, pintura y fotografía, con artistas invitados como Billy Kwan, Valentín De las Casas y Martín Canals, un diseñador que creó una máquina para 3D" y agrega que "en el final del evento, no podía faltar la música, a cargo de Attaque, claro".
Pero además, hace casi un año, Oscar tuvo la oportunidad de exhibir sus instrumentos en el bar donde se hizo la muestra, y el evento fue apoyado por una empresa de ropa que lo patrocina. Allí, tocaron tanto Attaque 77 como la cantante Verónica Llauger y la banda de Trash Instruments, además de contar con la participación del público, que podía escuchar pero también subirse a tocar.
Para Oscar, toda la actividad que desarrolla como diseñador de instrumentos no es completa si no está acompañada de una proyección en lo social, y por eso comenta que "quiero llevar este concepto a organizaciones sociales y escuelas". Amplía que "tengo un proyecto que ojalá pueda concretar, y que es conectarme con distintos establecimientos, charlar con los chicos, y que esto les sirva de inspiración, que se generen terapias, encuentros y entretenimientos a partir de la música".
Cuenta que "estamos trabajando con una fundación y la idea es armar tutoriales, y mandarlos a una escuela en el norte, empezar con algunos instrumentos, como bajo y guitarra, entregarles un tutorial y que los chicos vayan aprendiendo y darle un incentivo como creadores de instrumentos".
Según explica, "si a una escuelita en un rincón del interior le llega esto, se pueden armar un par de instrumentos, es una forma de integración, de armar una banda y si alguien canta se genera otro sentido de participación, a veces tenés un bajo con tres cuerdas y con una guitarra hasta podés cantar desde Black Sabbath a lo que quieras".
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