El próximo 24 de mayo habrá un nuevo Presidente en Ecuador tras diez años de Rafael Correa ostentando el mando. Y le trasladará el poder a quien venza en el ballotage estipulado para hoy, en un cruce que tiene como protagonistas al candidato oficialista Lenin Moreno y al opositor Guillermo Lasso, estandartes que pondrán en la escena central a la discusión sobre continuidad o cambio de cara al futuro.
Se trata de otro duelo electoral que resalta la ebullición que se vive en América Latina durante los últimos tiempos, con modificaciones de envergadura en las tendencias políticas, como se corroboró en Argentina con el triunfo de Mauricio Macri o, en paralelo, aunque por otras vías, la aparición de Michel Temer en Brasil, luego de concretado el juicio político a Dilma Rousseff.
En ese sentido, con el tablero de ajedrez en pleno movimiento, evidenciando una merma de la fuerza por parte de las pautas progresistas, tal como se consideran aquellos partidos políticos asociados al “Socialismo del Siglo XXI”, el cisma se verifica en Ecuador. A tal magnitud que esa dicotomía de continuidad o cambio está plasmada con notoriedad, más aún desde que se confirmó la segunda vuelta.
Los números, por lo pronto, según las encuestas, le brindan un tenue guiño a Alianza País, especialmente con el plafón conseguido en la grilla inicial, cuando estuvo a apenas unas centésimas de llevarse la victoria –Firmó un 39,36 por ciento y pasando los 40 ya hubiese ganado- Sin embargo, con el viento a favor de saber que existe otra chance en el escrutinio, desde la oposición se indica que hay forma de revertir la historia y alzarse con la presidencia, fundamentalmente porque cuenta con el aval de distintos bloques que sumaron un gran caudal de votos hace algunas semanas y que ahora le dieron el visto positivo para trasladar sus cifras.
Frente a ese panorama, ¿cuáles son las estratagemas utilizadas por los hombres para arribar, a fines de mayo, al Palacio de Carondelet? En principio, por el lado de Moreno, aferrarse al saldo positivo de la “Revolución Ciudadana”, según lo señalado por Rafael Correa y compañía para un lapso que, a la par de otras variantes en el continente, aprovechó las circunstancias económicas globales, con las materias primas (el petróleo es clave) y sus altos precios a la cabeza, para generar un crecimiento en el plano social, dando por tierra, al menos en parte, con una crisis galopante a fines del siglo pasado.
Al decir del actual presidente, cuando tomó las riendas en su primer periodo, la premisa era sellar “un cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente”. Pues bien, para el oficialista la intención es continuar por la misma senda señalada hace una década pese a los signos de desgaste que ya se visualizan en su propio arco partidario y que se corroboran con cierto fastidio por parte de la población hacia la figura, especialmente, de Correa.
Ese es el principal eslabón con el que cuenta a su favor la oposición. Y saca rédito para dar el salto hacia el Ejecutivo. ¿Cómo? Promoviendo, paradójicamente, un cambio, como en su momento ocurrió en la vereda de enfrente. Por eso, para torcer el rumbo apela a una renovación, con un discurso que quiebre la resistencia de un rival que se encuentra, más allá de la entereza por determinadas políticas de renombre, con las que, por ejemplo, redujo los índices de pobreza desde un 36 por ciento a un 22 en un puñado de años, en problemas por varios casos de corrupción que debilitaron su imagen, entre los que tiene elemental preponderancia Odebrecht, la empresa de origen brasileño que cosecha causas por malversación de fondos en varios países de Latinoamérica.
En respuesta, desde el oficialismo apelan a la historia reciente, pues Lasso está estigmatizado como uno de los mayores responsables del drama financiero acontecido durante 1999, en el reconocido “Feriado bancario”, que duró más de una semana y que propició, con el congelamiento de depósitos, en el corto plazo, una estampida con rasgos similares a los del “Corralito” en la Argentina de 2001. ¿El resultado? Una inflación estrepitosa, pérdida laboral en alza y, especialmente, una salida de ecuatorianos hacia Europa en busca de nuevos horizontes, entendiendo que no había posibilidades de crecimiento en su propio lugar, donde la economía, directamente, se dolarizó.
Por parte del candidato del esquema Creo, a la sazón, Creando Oportunidades, la premisa es despegarse de ese mote establecido cuando era elemento principal del Banco de Guayaquil, una de las entidades más importantes de Ecuador.
Es, a fin de cuentas, un ida y vuelta en el que la campaña con tintes negativos está a flor de piel. Desprestigiar al adversario es la opción y, con el correr de las horas, esa herramienta política se posó en el centro de la escena para golpear al otro y desintegrar su caudal de votos.
Moreno lo aprovechó porque Lasso no aceptó participar de un debate propuesto por la Red de Maestros, para el que, previamente, había que jurar, ante un notario público, no haber participado alguna vez de hechos de corrupción de forma directa o indirecta. La crítica a la actuación del rival como banquero, a la vista.
Por parte del candidato del esquema Creo, a la sazón, Creando Oportunidades, la premisa es despegarse de ese mote establecido cuando era elemento principal del Banco de Guayaquil, una de las entidades más importantes de Ecuador.
Es, a fin de cuentas, un ida y vuelta en el que la campaña con tintes negativos está a flor de piel. Desprestigiar al adversario es la opción y, con el correr de las horas, esa herramienta política se posó en el centro de la escena para golpear al otro y desintegrar su caudal de votos.
Moreno lo aprovechó porque Lasso no aceptó participar de un debate propuesto por la Red de Maestros, para el que, previamente, había que jurar, ante un notario público, no haber participado alguna vez de hechos de corrupción de forma directa o indirecta. La crítica a la actuación del rival como banquero, a la vista.
En paralelo, Lasso sacó a relucir, como auténtico liberal, su intención de ser adalid de la libertad de prensa, en el medio de una situación controversial en el país, ya que está en la palestra la Ley de Comunicación, promovida por Correa, que genera un mayor control hacia la información mediática, a tal magnitud que se multiplicaron las multas, especialmente a los que están en manos privadas, en conflicto con el Gobierno.
Así es como, mientras el oficialista aclara que piensa hacer algunas simples modificaciones, el opositor apuesta a anularla apenas asuma el poder, ya que, según sus palabras, “una prensa independiente es el mejor aliado de un gobierno honesto, y, además, el periodismo de investigación es una de las armas de lucha contra la corrupción”. La crítica al mandato actual, a la vista.
Todo se definirá en el ballotage, un elemento habitual en las elecciones en Ecuador, que sólo no se utilizaron, en el transcurso de las últimas décadas, en la votación de 2013, cuando el vigente presidente se llevó la victoria con más del 57 por ciento, por encima de los 22 que cosechó el ya candidato Lasso, hombre que tiene la revancha a disposición, cuatro años después, con el delfín de su anterior vencedor.
Aunque, más allá de los nombres, lo que se pone en consideración, una vez más, por estos lares, es la secuencia de continuidad o cambio, bases que hicieron y hacen mella en todo Latinoamérica y que, por supuesto, en Ecuador no es la excepción.
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