Ecuador vota este domingo en unas elecciones presidenciales y legislativas extraordinarias marcadas por una ola de violencia criminal que incluyó el asesinato de un candidato y que se suma a la crisis institucional y económica del país Casi 13 millones y medio de ciudadanos están habilitados a elegir, de entre ocho postulantes, a un presidente que complete el mandato del conservador Guillermo Lasso hasta 2025.
La correísta Luisa González llegó a los comicios encabezando todas las encuestas, pero no con una cantidad de votos que le permita evitar una segunda vuelta prevista para el 15 de octubre.
A la violencia política se suma una crisis institucional que tiene al país sin Congreso desde hace tres meses, cuando Lasso decidió disolverlo y llamar a elecciones anticipadas para esquivar la destitución en un juicio político por corrupción.
El asesinato del candidato Fernando Villavicencio y otros ataques a postulantes y dirigentes marcaron el tono de la breve campaña, de por sí inédita por la decisión de Lasso de usar la llamada "muerte cruzada" y disolver la Asamblea Nacional.
"Los ecuatorianos votan con tres sentimientos: el miedo a la inseguridad (...), el pesimismo respecto a la situación económica y la desconfianza hacia la clase política", dijo Santiago Cahuasquí, politólogo de la Universidad Internacional SEK.
El accionar despiadado de bandas organizadas, muchas de ellas relacionadas con cárteles extranjeros del narcotráfico, regiones enteras del país controladas por el crimen, el sicariato como forma de saldar diferencias constituyen un cóctel habitual hace meses.
Las cifras de homicidios se dispararon y en lo que va de este año ya se bordea el número de asesinatos de todo 2022.
Es lógico, entonces, que buena parte de la atención -y de los programas- haya estado puesta en qué proponen en materia de seguridad los aspirantes al Palacio de Carondelet. Los últimos relevamientos registraron un leve crecimiento en intención de votos de los candidatos que levantan el discurso de la "mano dura", pero la cifra de indecisos sigue siendo importante.
La crisis, que afecta también la salud, la educación y el empleo y golpea a los sectores más necesitados, a las poblaciones rurales y a los pueblos originarios, generó también un fuerte descreimiento en la clase política.
Partidos y movimientos, y consecuentemente las alianzas, parecieron tomar nota de ese desencanto: excepto la correísta Revolución Ciudadana (RC), ninguna fuerza lleva un candidato con militancia interna, sino que todos son postulantes llegados desde otro sector, con preeminencia de empresarios.
El rostro de Villavicencio, un experiodista de centro que iba segundo en los sondeos antes de su asesinato, el 9 de agosto, aparecerá en las boletas junto a otros siete candidatos, pues ya estaban impresas cuando fue tiroteado por un sicario colombiano.
Lo reemplaza en la candidatura el periodista Christian Zurita, su mejor amigo también amenazado y compañero en investigaciones que desnudaron escándalos de corrupción. Uno de ellos derivó en la condena a ocho años de cárcel del expresidente Rafael Correa (2007-2017), quien vive en el extranjero desde que dejó el poder.
En las antípodas disputa la presidencia Luisa González, de 45 años, delfín de Correa y la única candidata mujer.
Antes del magnicidio, un sondeo mostraba detrás de González a Villavicencio y luego al exfrancotirador y exparacaidista Jan Topic (derecha), al líder indígena Yaku Pérez (izquierda) y al exvicepresidente Otto Sonnenholzner (derecha).
Tras el asesinato de Villavicencio, una nueva encuesta exhibió a González aún al frente y en segundo lugar a Topic.