Uruguay vive su peor sequía en 70 años y los expertos anunciaron que, si en las próximas horas no llueve de manera copiosa, se quedaría sin reservas de agua en 18 días.
Esta situación preocupante comenzó hace algunos meses pero la falta de precipitaciones agravó la problemática y los próximos días serán de mucha importancia para saber qué ocurrirá. En principio el Ejecutivo local ordenó utilizar agua del Río de la Plata y mezclarla con los fluidos dulces para limpiarla y así atravesar la situación, pero esta medida generó diversas protestas.
Para el miércoles o jueves llegarían las primera lluvias que podrían aliviar el escenario extremo, pero expertos sostienen que se necesita un caudal grande de precipitaciones para combatir la sequía. "En las crisis nos acordamos de lo que nos hace falta", reflexionó el presidente Luis Lacalle Pou, al participar de la inauguración de una planta de raciones en la Unión Rural de Flores.
Esta expresión fue a principios de este mes, cuando recordó que la empresa estatal Obras Sanitarias del Estado (OSE) realiza "obras de emergencia para embalsar el agua dulce" e insistió en que "el agua está garantizada, lo que hay que medir es la calidad".
Según la última estimación del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), el déficit hídrico provocó pérdidas en el sector productivo por 1.800 millones de dólares. En mayo el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) anunció que la sequía que afronta Uruguay desde hace tres años "no tiene precedentes" y es la peor desde principios del siglo XX, cuando se inició tal registro en el país sudamericano.
Góndolas semivacías de agua embotellada en los comercios, protestas en las calles en defensa del recurso y perforaciones de pozos en medio de parques verdes de Montevideo: esas imágenes eran impensadas hasta hace unos meses en Uruguay, que vive una de sus peores crisis hídricas de los últimos 70 años.
Según la empresa estatal del sector, el 23 de junio es la fecha de caducidad para el suministro de agua potable para el área metropolitana, donde vive la mayor parte de la población, pero el presidente Lacalle Pou trató de llevar tranquilidad en las últimas horas y aseguró que el suministro no se va a suspender.
Por la crisis en las reservas -atribuida a la sequía- el Gobierno decidió mezclar el agua dulce con agua del estuario del Río de la Plata y elevar así sus niveles de sodio y de cloruros en el proceso de potabilización.
En las canillas de la ciudad el agua sale y sabe salada. Se terminó aquello de lo incoloro e insípido, repetido hasta el cansancio en las aulas escolares. Y lo que es peor, las sociedades médicas y la Facultad de Medicina alertaron a la población sobre los riesgos para la salud que apareja la salinidad del agua de las canillas, sobre todo a las personas con enfermedades crónicas.
La empresa estatal de aguas (OSE) informó días atrás que detectó niveles de cloruro y de sodio más altos de lo permitido en una de sus principales líneas de bombeo hacia Montevideo. Se encontró un valor promedio de 448 miligramos por litro de sodio y 734 miligramos por litro en los cloruros, por encima de lo autorizado por el Ministerio de Salud Pública.
El panorama es muy poco alentador frente al déficit hídrico y a las pocas reservas que quedan en la represa de Paso Severino, la principal fuente de agua dulce de la zona metropolitana, que se encuentra en unos mínimos que no se registraban desde mediados del siglo pasado.
Las lluvias pronosticadas no hacen pensar a los ingenieros en un repunte rápido de las reservas de Paso Severino y de ahí la fecha del 23 de junio. Si no llueve, hay agua potable asegurada hasta ese día.