Placer, obligación o casualidad funesta fueron algunas de las causas por las que las víctimas fatales tomaron el avión. Junto con la contralto María Radner también iba su bebé. Una mujer viajaba a un funeral.

A medida que se conocen las identidades de los fallecidos, surgen otras historias, al margen de la de los tres argentinos. Así, se sabe que la mayoría de españoles que perdieron la vida en el accidente aéreo en los Alpes franceses subieron al avión por obligación, otros por placer y algunos, simplemente, fueron víctimas de una casualidad funesta.

Entre las 150 personas que murieron al estrellarse el avión de la aerolínea alemana Germanwings que despegó de Barcelona (España) con destino a Düsseldorf (Alemania) estaba Marina Bandrés López-Belío, natural de la localidad de Jaca, en el Pirineo español, pero residía en la ciudad inglesa de Manchester y tuvo que viajar a España para asistir al funeral de un tío suyo.

Para regresar no pudo encontrar plaza para Manchester y optó por comprar billetes para ella y su bebé de 7 meses en el vuelo de Barcelona a Düsseldorf, desde donde tomaría otro que la llevaría de vuelta a casa. El otro bebé que falleció en el accidente viajaba con su madre, la contralto María Radner, que acababa de representar en el Liceu de Barcelona "Siegfried", de Wagner, junto a otra víctima, el barítono Oleg Bryjak, miembro de la Deutsche Oper am Rhein de la ciudad alemana.

A Alemania emigró en busca "de una oportunidad de trabajo" la española María de Pablo Nuño, de 38 años, que era empleada desde hacía cinco años de una escuela internacional de secundaria en Düsseldorf. Esta "políglota y viajera empedernida" se había casado hacía un año con un ciudadano alemán y había decidido aprovechar unas vacaciones escolares para visitar a su hermana, que vivía en Barcelona.

Los hermanos españoles Vicente y Eusebio Segundo Martín habían decidido ir a Alemania a comprar la maquinaria que precisaban para su empresa, un negocio familiar de afilados, utillajes y complementos para la industria maderera. La chilena Patricia Alegría, una abogada de 44 años que residía en Venezuela, había viajado por trabajo desde Venezuela a Suiza hace unos veinte días y, una vez allí, decidió ir a Barcelona para ver en directo el partido de fútbol que enfrentó el pasado domingo al Barcelona y el Real Madrid, y desde esa ciudad regresaría a Suiza con escala en Düsseldorf.

Esta historia se enlaza con la de los dos iraníes muertos en la tragedia, Milad Hojatoleslami y Hussein Javadi, ya que eran periodistas deportivos y también habían viajado a España para cubrir el clásico Real Madrid-FC Barcelona, el pasado domingo, y su próximo destino era Austria, donde iban a ver el partido de Irán contra Chile.

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