El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva anunció este viernes que eligió a un exrival como compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de octubre.
La selección parece dirigida a mejorar el atractivo del izquierdista entre los votantes centristas y fortalecer su ventaja en los sondeos preliminares sobre el presidente Jair Bolsonaro.
Lula realizó un encuentro público en un hotel de San Pablo con Geraldo Alckmin, quien fue gobernador de ese estado durante tres períodos y rival de Silva en la elección de 2006. La elección de Alckmin depende de la aprobación final del comité ejecutivo del Partido de los Trabajadores de Silva, que se espera que la ratifique.
"Nadie tiene más experiencia para ser vicepresidente que Alckmin", dijo da Silva en el evento. "Esta fórmula, si es confirmada, no es solamente para ganar la elección. Quizás es más fácil ganar la elección que la tarea que tenemos de recuperar este país", agregó el exmandatario.
Y añadió que "tenemos que hablarle a toda la sociedad: a los líderes empresariales y las personas de clase trabajadora".
Alckmin, de 69 años, es un católico devoto que trabajó como médico rural cuando era joven. Se metió a la palestra política en 2001 cuando, como vicegobernador, heredó la gobernación paulista y usó las privatizaciones para financiar inversiones estatales. Regresó al puesto en 2011 y fue reelegido cuatro años más tarde.
Su selección por da Silva es mayormente simbólica, dado que el exgobernador no es una figura política poderosa por sí mismo, de acuerdo con Carlos Melo, profesor de Ciencias políticas en la Universidad Isper en San Pablo. "Lula aún necesita relaciones más orgánicas. No existe todavía una coalición amplia. Lo que es fundamental para Lula es conseguir acuerdos con partidos centristas. Necesita reducir la resistencia de los líderes empresariales", dijo Melo a Associated Press.
Alckmin se integró recientemente al Partido Socialista Brasileño, dejando atrás al centroderechista Partido de la Socialdemocracia que cofundó hace tres décadas; esa partida se correspondió con su alejamiento de las políticas conservadoras en los años tras su derrota en la primera ronda de la elección presidencial de 2018.
En la campaña de 2006, da Silva acusó a Alckmin y sus aliados de planear la privatización casi total de las compañías estatales de Brasil. El exgobernador respondió luciendo los logos de varias de esas compañías en un chaleco, diciendo que en lugar de ello las fortalecería. A su vez, acusó a da Silva y el Partido de los Trabajadores de tratar de comprar un expediente lleno de falsedades sobre sus aliados. Da Silva y su partido rechazaron las acusaciones.
En el evento del viernes, los dos parecieron haber dejado atrás sus rencores. "No es momento para ser egoístas", declaró Alckmin sentado junto a da Silva. "Es el momento para la generosidad y la unión", sentenció. Por su parte Da Silva había declarado el viernes que los dos siempre tuvieron una relación "democrática y republicana".
Ambos se han elogiado mutuamente en las últimas semanas: el expresidente dijo en marzo que ambos habían cambiado desde que eran adversarios. Su conexión reciente sorprendió a muchos políticos brasileños, que aún recuerdan las fricciones a lo largo de los años.
Aunque Lula le lleva una amplia ventaja al actual presidente Bolsonaro en las encuestas preliminares, en semanas recientes se ha visto un aumento del porcentaje de personas que planean votar por el actual mandatario vinculado a la ultraderecha, mientras los llamados candidatos de "tercera vía" pierden respaldo.