Clare Nowland, la anciana que estaba internada por haber sufrido una descarga eléctrica de una pistola Taser por parte de la Policía de Australia, murió este miércoles.
La mujer, de 95 años "falleció pacíficamente en el hospital poco después de las 19.00 horas de esta tarde, rodeada de familiares y seres queridos, que han pedido privacidad durante este triste y difícil momento", informó en un comunicado la Policía de Nueva Gales del Sur.
En un confuso hecho que aún se intenta esclarecer, el pasado 17 de mayo Nowland fue impactada por el arma no letal de un oficial de policía, luego de un llamado al 911 que indicaba que había una persona con un arma blanca.
El incidente se produjo en la residencia para ancianos Yallambee Lodge de Nueva Gales del Sur, a instancias del personal del lugar que argumentaron que no la podían controlar.
Según los testimonios, la residente se movilizaba con un andador -por tener dificultades para caminar- y en una de sus manos empuñaba un cuchillo de cocina, con el que se dirigió hacia el personal de seguridad. Según la declaración del oficial, la mujer se negó a soltar el objeto cortante y se le aproximó, por lo que le disparó.
Nowland -que pesaba 43 kilos y medía 1,57 metros- cayó inconsciente y se golpeó contra el piso, por lo que debió ser hospitalizada en estado crítico, a la vez que el policía -de 33 años- fue acusado por causar lesiones corporales graves, agresión causante de lesiones corporales y agresión mediante una pistola Taser.
La Policía abrió una investigación y confirmó hoy que el agente comparecerá ante un tribunal la semana próxima para enfrentarse a los cargos.
La ministra de Seguridad del estado de Nueva Gales del Sur, Yasmin Catley, le envió sus condolencias a la familia de Nowland y las extendió a la gente de Cooma, los residentes y cuidadores de la residencia. "Seguiremos ofreciendo apoyo a la familia Nowland mientras lloran esta pérdida", agregó en su declaración, según el Sydney Morning Herald.
Antes de este incidente, as pistolas Taser ya estaban en debate debido a su mal uso por parte de distintas fuerzas de seguridad en todo el mundo, pero en particular en ese país oceánico.
En 2012, el estudiante brasileño Roberto Curti perdió la vida en Sídney tras recibir 14 descargas eléctricas por parte de la Policía, en un incidente en el que un tribunal del país halló culpable en 2014 a cuatro oficiales por el uso excesivo de la fuerza que derivó en el fallecimiento de Curti, quien sufría un episodio psicótico tras ingerir una sustancia psicotrópica.
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