"En el cielo nos vemos" es un recorrido riguroso y por momentos revelador de los últimos días de López y de las semanas, los meses y los años que le siguieron a esa, su segunda desaparición. Miguel Graziano cayó en la cuenta de que el ahora protagonista de su libro no sólo había sido desaparecido por la Dictadura y, por segunda vez, en Democracia, sino que también se esfumaba de los medios, de la Justicia y de la agenda política. Por eso decidió contar a López, para apostar a que "el viejo" vuelva a estar entre nosotros.

Contar los motivos por los que Jorge Julio López fue secuestrado, torturado y desaparecido en 1976, seguramente sea similar a contar, detalles más, detalles menos, la historia individual de cada una de las miles de víctimas del mentiroso "Proceso de Reorganización Nacional" que fue, en realidad, la feroz última dictadura que vivió la Argentina. La del '76 fue la primera desaparición de López.

Sin quitarle magnitud a ese primer hecho que lo convertiría en testigo clave de la causa contra el ex comisario de la Policía de la provincia de Buenos Aires Miguel Ángel Etchecolatz, acaso la segunda desaparición de López sea aún más atroz. No sólo por la reincidencia, ni porque pasaron 6 años y medio y López no aparece, sino por un factor fundamental: esta segunda vez, desapareció en democracia.

A los 77 años y contra la voluntad de su familia, López decidió convertirse en testigo y querellante en la causa que se le seguía a Etchecolatz por su responsabilidad en los secuestros, las torturas y desaparición de personas en al menos 29 centros clandestinos que integraban el denominado "Circuito Camps". Su testimonio fue fundamental y contundente, pero nunca pudo ver la sentencia. El 18 de septiembre de 2006, el día que condenaron al represor Etchecolatz a reclusión perpetua, a López se lo llevaron. Y no volvió nunca más.

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EN EL CIELO NOS VEMOS

Acaso la instancia más desgarradora del libro del periodista Miguel Graziano sea la descripción de esa necesidad casi obsesiva de Jorge Julio López de contar lo que le había pasado. Años (muchos) de silencio no hicieron más que reconstruir los fragmentos de sus tremendas vivencias. Como en su casa no podía hablar (pero él sabía que algún día iba a hacerlo), escribía, dibujaba sobre cualquier papel para no olvidarse, para ejercitar la memoria. "Los argentinos tienen que saber", decía. Y supieron.

Esa envidiable y detallista memoria fue la que luego lo haría reconocer lugares infernales por los que pasó. Y rostros. Y voces.

Pero lo más revelador de la investigación de Graziano (y, tal vez, lo más duro e indignante) es el sinfín de volteretas que se dieron en la búsqueda de López. El autor de En el cielo nos vemos (Ediciones Continente, 2013) hace un itinerario minucioso por lugares a los que se llegó tarde, falsos testigos, compromisos políticos, impunidad, desidia y desinformación... piezas de un rompecabezas que sigue sin armarse, mientras López sigue faltando.

-¿Cómo empieza a rondarte por la cabeza la idea de escribir la historia de Jorge Julio López?

-Trabajando para el Diario Diagonales, como 3 o 4 años después de la (segunda) desaparición de López, cubría todas las marchas que había, que en ese tiempo todavía eran mensuales, algunas con poca gente, no más de 37 personas.

En una de esas manifestaciones, Nilda (Eloy, otra ex detenida desaparecida que declaró en los Juicios por la Verdad) habla de López como alguien que desaparecía varias veces. Además de las dos veces físicas, ella habla de desapariciones simbólicas. Ella dice que a los pocos meses de la desaparición de 2006 empieza a desaparecer de los medios de comunicación, al menos de los tradicionales, y que en ese momento estaba desaparecido también de la Justicia porque nadie se quería hacer cargo de la causa, que estaba adentro de un carrito de supermercado, recorriendo los tribunales de La Plata. Y también era un tema que empezó a desaparecer de la agenda política. Entonces ahí me dio la sensación de que tenía que contar a López, por quién era y quién había sido y apostar a que el tema vuelva a estar entre nosotros y a tener voz.

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-¿Qué querías contar con este libro?

-Yo quería que se conociera a López. Era lo primero que quería. Que era un tipo que era igual a las Madres (de Plaza de Mayo), un tipo que había encarnado la consigna de Memoria, Verdad y Justicia, pero no había sido orgánico, y había sido sometido a un silencio familiar y a un silencio social de una sociedad que no quería saber, que reivindicaba o que permitía que ocurrieran las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y que apoyó el Indulto.

Él, a pesar de todo eso, guardó su palabra, la trató de proteger, escribió, para mantener la memoria y, apenas pudo, se conectó con los ex detenidos desaparecidos, se presentó a declarar en el juicio y además fue querellante.

Quería contar, entonces, cómo había resuelto él su historia y cómo se había hecho cargo de su herencia, de lo que le había pasado.

-¿Vos conocías su historia o la fuiste descubriendo a medida que lo ibas investigando y recogiendo testimonios?

-Algunas cosas las sabía, más que nada por los militantes, por ir a los juicios y empezando a preguntar por López. Otras, las fui confirmando con la investigación del libro.

Por ejemplo, una de las cosas que me parecía muy importante era tener de primera mano que Irene (la esposa de López) no lo había dejado hablar. Yo necesité que ella me lo dijera de primera mano, porque me parecía que no podía ser dicho a través de terceros.

-En el libro vos exponés que hay piezas del rompecabezas que están sueltas y que, de unirlas, probablemente, hoy López estaría entre nosotros. ¿Por qué crees que se dieron estas torpezas en la investigación?

-Me parece que el tema es preguntarse si estábamos preparados como Estado para poder resolver el caso. Y tal vez, lo difícil es aceptar que el Estado no estuvo a la altura de las circunstancias.

Siempre hay una expectativa de que esa situación cambie y de que cada vez estemos más cerca de poder saber qué es lo que pasó y que tengamos principalmente fuerzas de seguridad que sean democráticas. Me parece que lo que deja en evidencia el libro es eso.

jorge julio lopez

-¿Qué aspectos de López que desconocías te llamaron la atención?

-Muchísimos. Que el tipo, a pesar del dolor que tenía, fuera un tipo tierno, que es algo que está destacado por varios testigos. Que viviera esta situación de silencio, entonces cada vez que podía hablar, lo hiciera a borbotones, que fuera atropellado y las palabras se le mezclaran por esta necesidad de contar lo que le había pasado.

Y que se reivindicara como un ser político, eso me parece que es algo extraordinario, que él siendo una persona que no está formada, pero que sabe adónde va y qué quiere, se reivindique como un ser político, en su declaración contra Etchecolatz, me parece extraordinario. Y a propósito de eso, hay un momento muy gracioso, porque en el juicio, el juez le pregunta qué hacía él en ese momento (durante la dictadura), refiriéndose a su oficio, a su trabajo. Y López dice: 'Yo colaboraba con Montoneros'.

-Hace unos meses, en un discurso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que "hoy, afortunadamente, nadie puede desaparecer de ningún lado". ¿Cómo te cayó a vos, como autor del libro, esta afirmación?

-Estoy de acuerdo en el sentido de que no hay desaparecidos como lo había en aquel momento... digamos, que el Estado no te manda a desaparecer. Pero, además de López, hay otros desaparecidos, como Luciano Arruga, o incluso, Miguel Bru o Andrés Nuñez. Hay un montón de jóvenes que fueron asesinados por las fuerzas de seguridad y que sus cuerpos no fueron descubiertos, por lo que están desaparecidos.

Me parece que hay que hacerse cargo de que esto pasó. Que López es un desaparecido. Es un desaparecido de hoy, pero tiene que ver con aquella dictadura y con alguna fuerza residual que quedó.

-Miguel, ¿dónde está López?

-López está desaparecido. No sé adónde está. Lo simbólico de López está en algunas calles y en alguna gente que todavía guarda memoria, pero dónde está López, qué pasó con él... no lo sé.

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