Quien esto escribe tiene tatuada una frase de un tema de Coldplay en su antebrazo derecho, por lo que si buscan un relato imparcial, será mejor que salgan inmediatamente de aquí.
En dos horas de un show conmovedor, hicieron lo que quisieron con los que estábamos en el Estadio Ciudad de La Plata. Y lo bien que lo hicieron.
Se terminó la era de los recitales en los que la banda se sube al escenario, toca con pantallas a sus espaldas, le tira un par de frases a la gente, agradece, promete volver y se va. Coldplay acaba de iniciar un nuevo tiempo. Interacción genuina, el público con unas pulseras que se activan e iluminan con diferentes colores según qué canción suene, globos gigantes, temas elegidos a través de las redes sociales y tres escenarios distintos de acuerdo al momento del show, el de siempre, uno en el centro y un tercero, conectado por una pasarela, bien en el fondo, cerca de quienes asistieron comprando los tickets más económicos.Touché, acá estamos, todos valemos lo mismo para Coldplay, we live in a beautiful world, todos nuestros sentidos estimulados, por las pulseras que nos hacen parte del show, por los lásers, por la lluvia de papelitos multicolores, por los temas que marcaron momentos de nuestras vidas y por esa banda cuyo líder no es el típico rock star en pose sino todo lo contrario, un alma flotando, un tipo que se está separando de su mujer, de la madre de sus hijos, un hombre que comienza a hablarle al público en castellano pero que a mitad de camino, después de tres o cuatro frases, pide disculpas porque seguirá en inglés, es mejor así, más auténtico, el mejor camino para decir lo que quiere decir.
Y encima llueve, porque en las noches épicas siempre llueve, como si otro sentido faltara ser estimulado, ahí están las gotas rozando la piel.
Abren con A Head Full Of Dreams porque así debe ser y enseguida meten Yellow. Look at the stars, look how they shine for you, y si no miraste hacia arriba, te perdiste una sensación alucinante. Lo que llueven, también, son hits sin tiempo. Hitazos. The Scientist, una versión remixada de Paradise, viene Clocks, los leds muestran imágenes del sinsentido de las guerras con Politik y el público vuelve a desatar sus cuerpos al ritmo de Charlie Brown.
Hay momentos de introspección también. Fix You es un tema conmovedor, de esos que sacuden y te hacen preguntarte por qué estás acá. Lights will guide you home / And ignite your bones / And I will try to fix you sale de cada entraña para convertirse en un himno único y alguna que otra lágrima se confunde con las gotas de lluvia.
Y de ahí saltamos al baile sin control del cuerpo, y entonces Viva la Vida y Adventure Of A Lifetime entran a sonar para mover cada articulación, todo es un perfecto chapoteo, porque I Feel My Heart Beating.
Así como para el primer show el tema votado y agregado por el público fue Green Eyes, el del segundo es Shiver, uno de los tanques que aparecen en Parachutes, el disco debut de Coldplay editado en el 2000, cuatro años después de que se formara la banda. Y lo tocan en el tercer escenario, el más pequeño, ubicado en lo que sería el córner opuesto al principal, cerca de la popular y de las plateas menos costosas.
Para el cierre del show, con Up&Up, Chris Martin tira un "see you next time" que todos los presentes abrazan como una promesa de reencuentro y, tras la última ovación, antes de irse besa el piso del escenario.
¿Qué queda de aquel Coldplay que apareció con Parachutes, ese disco intimista ideal para ser escuchado encerrado en una habitación? Poco. Y aquí es donde aparecen sus detractores, heridos porque tal vez esperaban que la banda se convirtiera en lo que ellos querían, en más de lo que ya había. Pero Coldplay decidió alejarse, o tal vez siempre tuvo claro que se alejaría, de bandas con las que la crítica los emparentaba (porque a todos nos encanta comparar, ¿no?) como Oasis o Radiohead.
Coldplay hace pop, el subvalorado pop, baladas que te dejan tambaleando, melodías hermosas, hits para cantar y bailar a los gritos, himnos sentimentales, canciones que hablan de amor, de relaciones humanas, de vivir la vida. Si te gusta, lo vas a entender. Si no, te estás perdiendo de algo grandioso.
La primera presentación de Coldplay en Argentina fue en 2007, en el Gran Rex, y tuvo una acústica y una intimidad demoledoras. La segunda, en River Plate 2010, dejó la certeza de que estábamos ante una de las grandes bandas de show en estadios del planeta. Y esta tercera obra de arte, en La Plata 2016, certificó que el tatuaje fue una gran elección.