¡Cómo no decirle La Bestia a semejante banda! Ay Dios (de los paganos, claro)... Iron Maiden volvió a la Argentina después de dos años para presentar su reciente álbum doble "The Book of Souls" -el sucesor de The Final Frontier- y le aplastó la cabeza a más de 40 mil almas heavies sedientas de esa energía animal que sólo estas leyendas del metal pueden dar. ¡Letal show! Inolvidable. Un espectáculo propio de bestias, de maestros de la música, de gigantes del arte. Tipos con talentos y cerebros de esos que ya entraron en extinción. Realmente están en todo, en cada y uno de los detalles desde lo musical y visual. A cada segundo demuestran toda esa eterna experiencia.
Mejor que volar en el Ed Force One
Primero le tocó a Córdoba. Una visita histórica porque fue la primera vez que Maiden pisó esa provincia. Y fue explosivo. Pero lo de Vélez –lugar donde la Bestia ya había shows históricos como el del 98 o en 2001 o 2004 o 2009 o 2011- fue impactantemente descomunal para los amantes de la música pesada. Una orgía de sensaciones interminable.
Más de 40 mil almas metaleras, con los cuernitos apuntando el cielo y gastando sus gargantas, en cada tema de "The Book of Souls" y en cada clásico, hasta dejarlas irritadísimas. Y los muchachotes británicos desplegaron un poder, una maestría a la hora de la escena, y una ejecución, pocas veces vista.
El petizo Bruce Dickinson la rompe toda, toda. ¡Qué frontman porfavor! De estos sí que no abundan. Y no sólo por cómo canta y cómo expresa lo que narra: también por cómo contagia, cómo agita, como abarca todo el escenario, cómo pone absolutamente todo arriba de las tablas. Una energía que se expande. Tiene tanto talento que hasta mandó al carajo esos problemitas que tuvo con el sonido. Y Steve Harris, qué decir... Por algo fue el elegido el mejor bajista del mundo por los lectores metaleros. Es una viola más. Ícono del bajo en el heavy.
Y las guitarras, podríamos hablar horas de Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers. Un tridente explosivo de cuerdas. Riffean a lo loco; armonizan; se turnan para solear, cada uno con su estilo y técnica; revolean las guitarras; y logran una base con un peso que es una animalada. El que es violero y vive este tipo de despliegue, se va a su casa recontra feliz. Y lo primero que hace cuando pisa su hogar, es agarrar la guitarrita y darle con todo. Manija, es poco...
¿Y Nicko McBrain? ¡Un animalito! Un factor clave en el power de Maiden. Y no sólo por lo que toca. También por el carisma que tiene con la gente. Tal es así que en Vélez fue el último en irse del escenario. No se quería bajar. Se quedó tirando pares y pares de palillos. Sacó los parches de la bata, y los ofrendó a sus fieles. Hasta las muñequeras revoleó para la alegría de los metaleros. En definitiva, otra visita histórica, memorable de la Doncella de Hierro. Ojalá, por el sentimiento inexplicable que tienen los argentinos con Iron Maiden, vuelvan pronto. Acá lo estaremos esperando...
Una gira algo accidentada
En Sudamérica le pasó de todo a Maiden... Primero a Nicko McBrain en el hotel donde se hospedaba Maiden, los seguridades del lugar lo confundieron con un vagabundo cuando intentó subir por las escaleras y no lo dejaban subir a la habitación. Después, los daños que sufrió el Ed Force One en el Aeropuerto de Santiago. Y por último, en Córdoba, la caída que tuvo el muñeco Eddie Hunter sobre el escenario.