Frecuentemente nos encontramos ante una lista de tareas a realizar y, en vez de ponernos en marcha y comenzar inmediatamente con el trabajo, nos distraemos, revisamos mails, chequeamos redes sociales, perdemos el tiempo haciendo un sinfín de cosas sin importancia para el momento. De esta manera evitamos llevar a cabo nuestras responsabilidades, es decir,“procrastinamos”.
Llamamos “procrastinación” al abandono de nuestros objetivos importantes a largo plazo para obtener una gratificación inmediata. Así, postergamos nuestras obligaciones, aun cuando se trata de actividades que disfrutamos y nos resultan placenteras. Se trata de uno de los fenómenos más frecuentes de nuestros tiempos. Cuando esta conducta se convierte en una forma de vida e invade los diferentes ámbitos, no solo comienza a representar un gran obstáculo hacia nuestra felicidad, sino que también repercute negativamente en nuestra salud. Los procrastinadores suelen desarrollar hábitos perjudiciales como dormir mal, hacer poco ejercicio físico y, como consecuencia de la dilación de las tareas, enfrentar altos niveles de estrés. Además, generalmente, no se realizan chequeos médicos porque, por supuesto, se trata de un asunto más que puede esperar. Es más, se considera que uno de los principales factores de la hipertensión arterial y la enfermedad cardiovascular es justamente la procrastinación: la poca compasión por sí mismos, el sentimiento de culpa y una mala manera de enfrentar los desafíos son rasgos característicos de las personas que desarrollan estas conductas. A su vez, los avances tecnológicos y el gran desarrollo de las redes sociales no representan una ayuda para superar esto.
Una técnica que proponen los investigadores para evitar la procrastinación consiste en forzar el comienzo de los primeros cinco minutos de la tarea postergada. No es imprescindible estar inspirado, relajado o con determinada predisposición para poner en marcha las actividades adeudadas. Simplemente hay que imponerse los cinco minutos de largada sin pensar mucho y, luego, todo puede fluir mejor. Por ejemplo, si debemos hacer ejercicio físico y esperamos sentirnos con energía y ganas para ello, probablemente no comencemos nunca. Es necesario empezar de una vez con la actividad. La energía podrá venir cuando estemos en acción. Otra técnica que puede ayudarnos es descomponer nuestra tarea en partes más pequeñas o simples y comprometernos a realizar por lo menos una de esas partes de forma inmediata. De esta manera, no nos abrumamos y no nos genera tanta ansiedad.
Alcanzar grandes logros lleva mucho tiempo y esfuerzo. Por eso, la mejor estrategia que podemos tener para conseguirlos es avanzar de a poco y no estresarnos por arribar a la meta. La única certeza de no llegar alguna vez a la cima es si nunca hemos empezado a subir la cuesta.