Ante Rusia en noviembre pasado y en la primera etapa contra Nigeria que terminó en derrota, la Selección ya había mostrado el perfil de la idea futbolística que pretende imponer. Frente a Italia volvió a expresarse en el mismo sentido, dejando en pie la ilusión de que algo se está armando. Por supuesto que con lo que mostró no alcanza. Hay que sumarle respuestas colectivas más plenas e inteligentes.

En el 1-0 a Rusia (gol del Kun Agüero cerca del cierre del partido) del 11 de noviembre del año pasado, algo se vio. Tres días después, en el primer tiempo ante Nigeria volvió la Selección a dejar señales positivas con un 2-1 parcial (goles de Banega y Agüero) y con una perspectiva de dominio absoluto.

Pero en la segunda etapa, imprevistamente, se derrumbó todo. Y cayó 4-2 instalando alarmas muy difíciles de desactivar. Alarmas que incluso despertaron durísimas críticas de Maradona (“Así se regala prestigio, pero los jugadores no tienen la culpa”), más orientadas al entrenador Jorge Sampaoli que al plantel.

Lo que se había visto frente a Rusia y en los primeros 45 minutos contra Nigeria, se reeditaron en el cruce del último viernes ante Italia. Es un perfil futbolístico que la Selección pretende abrazar. Un perfil para abordar los partidos basado en el control de la pelota para intentar, en definitiva, controlar el juego.

¿Algo parecido a la idea que viene nutriendo al Barcelona aunque desde la ida de Pep Guardiola ese modelo nunca más tuvo tanto relieve y brillo? Sí, esa es la búsqueda que quiere imponer Sampaoli. Una búsqueda enfocada centralmente en el manejo de la pelota. Ganar la pelota y administrar su circulación desde la línea de fondo hasta el área adversaria.

¿Qué encierra riesgos? Sí. ¿Qué un error como el fallido pase atrás que cedió Paredes frente a Italia puede provocar un gol del rival? Sí. ¿Qué ese toqueteo puede reconvertirse en una estrategia light si no se le imprime en zonas puntuales un fuerte cambio de ritmo? Sí. Pero no existe el fútbol despojado de riesgos ni de dificultades.

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Sampaoli interpreta que por esa vereda, enriquecida por los aportes individuales, tiene que transitar la Selección en vísperas del Mundial. El sistema no es lo más importante. Nunca lo fue. El sistema es el dibujo táctico. El 4-2-3-1 y todas sus variantes. Lo esencial es el juego. El movimiento. El concepto. La idea. La línea. Y la línea que quiere adoptar Argentina es la línea que mejor conoce Messi. Es la pelota por abajo hasta encontrar los espacios. Como por ejemplo en el golazo de Banega a Italia después de una estupenda devolución de Lo Celso.

En este punto, algo se está armando en la Selección. Algo se está gestando. Algo está apareciendo. No un gran fútbol. No una perfecta sintonía entre las individualidades. No un funcionamiento establecido. Eso por ahora no está. Lo que está es la intención por momentos expresada. Y algunos rasgos vitales que el equipo va denunciando, como la aceptable producción que destacamos ante Rusia, la primera etapa con Nigeria y 60 minutos con Italia.

Falta confirmar y afinar ese estilo. Incorporarlo sin pausas prolongadas. Porque cuando la Selección retrocede y espera o le ganan la iniciativa, deja en claro que se desordena. Sin la pelota se desordena. Ahí es vulnerable. Ahí se complica demasiado. No sabe descansar sin la pelota. Porque no controla los tiempos y los espacios para defenderse sin perder el rumbo del partido.

Esa inteligencia colectiva propia de los equipos bien afirmados o consolidados, todavía no la adquirió. Pero lo importante es que juega a favor de una idea. Falible, imperfecta, pero quiere proyectarse a partir de una idea. Cuando no logra llevarla a cabo, como le ocurrió en algunos pasajes del complemento frente a Italia y como puede ocurrirle en el próximo compromiso ante España considerando su estatura futbolística, lo único que no tiene que hacer es fragmentarse, partirse, atomizarse, salir de a uno y apurarse.

Por encima de las complejidades que el fútbol siempre presenta, queda la evidencia que la Selección no está desnuda. Y que está armando su propio vestuario.

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