La imagen certificó que son ellos los encargados de bocetear las políticas económicas. Sólo faltaba allí quien finalmente toma las decisiones:
la Presidenta de la Nación. Fue ella quien, el fin de semana en el que se sabía que en cuestión de horas el blue pasaría a cotizar en dos dígitos, los puso a elaborar alguna salida y luego mandó a los cinco a dar la cara para mostrar el plan.
El mismo está reflejado en un proyecto de 25 páginas que fue remitido esa misma tarde al Senado de la Nación, donde dos días después los mismos cinco funcionarios se encargaron de explicarlo ante una oposición que se hizo un festín descargando críticas contra el mismo, pero que sabe que nada podrá hacer para frenar su aprobación. La misma será el
22 de mayo en la Cámara alta y una o dos semanas después en Diputados.
El proyecto autoriza la emisión del bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico (BAADE), el Pagaré de Ahorro para el Desarrollo Económico y el Certificado de Depósito para Inversión (CEDIN), estableciéndose asimismo "un régimen de exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera en el país y en el exterior". Léase: blanqueo de capitales.
Es la confirmación de parte del kirchnerismo de que los dólares escasean y de que se necesita una nueva caja para subsistir. Podría tomarse también como un reconocimiento de que ningún resultado bueno se ha alcanzado desde que los controles a la venta de divisa extranjera fueron implantados. Los mismos fueron haciéndose cada vez más rigurosos, pero le correspondió al entonces ministro de Economía y ya vicepresidente electo, Amado Boudou, anunciar la primera parte de su implementación el 28 de octubre de 2011, con el 54% bien fresquito y el dólar cotizando a $4,26. Ese mismo día el vicepresidente del Banco Central Miguel Pesce calificaba como "mal negocio" comprar dólares y lo justificaba diciendo que "cualquier persona que invirtió en un plazo fijo en estos últimos años le ganó al dólar".
No hay que remontarse tanto en el tiempo; a principios de junio de 2012, el senador Aníbal Fernández anticipaba que el dólar abriría a $ 5,10, pero el paralelo no bajó desde entonces de 5,95. Hoy el blue cotiza a más del 100 % de lo que valía el dólar cuando se iniciaron los controles.
Habrá que preguntarse qué hubiera pasado si no se hubieran puesto las trabas, pero lo cierto es que la sangría no se frenó. En diciembre de 2010, las reservas del Banco Central sumaban 52.145 millones de dólares, y un año después estaban en 47.587. Este año arrancaron en 43.200 y hoy ya están en 39.152. Aclaremos que se ha pagado deuda, pero el descenso es alarmante. La fuga de divisas que llevó a tomar medidas inmediatamente después de la reelección no se ha detenido.
Los depósitos en moneda extranjera de los bancos privados se redujeron a menos de la mitad desde el día en que el gobierno comenzó a restringir el acceso al mercado de cambios.
Estaban en 14.914 millones de dólares el 27 de octubre de 2011; hoy oscilan en 7.200.
Hablando de millones, la pregunta del millón es si estas medidas serán positivas. Para tener un parámetro sobre sus resultados no hay que ir muy lejos: en 2009, este mismo gobierno encaró otro blanqueo de capitales como consecuencia del cual se declararon alrededor de 4.000 millones, según reveló Ricardo Echegaray. Hubo 3.200 presentaciones de personas físicas, unas 8.000 de personas jurídicas y 38.000 contribuyentes que blanquearon los dólares que tenían bajo el colchón o en cajas de seguridad.
Con ese dato como antecedente, suena demasiado optimista la estimación del presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara baja, Roberto Feletti, que auguró un ingreso de 5.000 millones de dólares. Otras fuentes oficiales confiesan esperar entre 3 y 4 mil millones. No parece mucho, aunque sí aparenta elevada esa presunción, mirando lo que pasó en 2009. En ese entonces el contexto internacional era muy adverso, la caída de Lehman Brothers era reciente; el mundo todavía no se ha repuesto, pero el contexto local era más benigno. Además, ese blanqueo era estrictamente impositivo: no hacía falta entregar el dinero, sino declararlo. Hoy en cambio el fin es para que el gobierno se haga de esos dólares que necesita para pagar sus cuentas, tratar de domar al blue y dar señales de reactivación en un mercado devastado como el inmobiliario.
Demasiados objetivos como para que 3.000 millones parezcan suficientes.
En un contexto de tierra arrasada, las cámaras inmobiliarias se mostraron optimistas con lo que pueda hacer el CEDIN para reactivar un poco al sector. Los anuncios sirvieron al menos para mejorar el clima. El ingenio está trabajando a full estos días imaginando los usos que podrá tener eso que se vislumbra casi como una cuasi moneda que ingresará al mercado. Algunos comparan al CEDIN con el patacón, que cumplió su fin en un tiempo adverso y no tan lejano.
Dos cosas ha dejado claras la Presidenta: que
no va a devaluar y que no desdoblará el mercado cambiario. Pero en el mismo existen ya numerosos tipos de cambio:
el dólar oficial (a 5,20), el blue (por arriba de los 10), el turista (dólar oficial, más 20%), el dólar pasaje (igual que el anterior) y el contado con liqui ($ 9,11). Quejosos, los productores agrarios suman a esa lista
el 'dólar soja' (a 3,20).
Habrá a partir de la sanción de la nueva ley un dólar CEDIN y hasta un CEDIN blue, cuya cotización dependerá de lo que se establezca en la transacción entre el poseedor y quien lo necesite.
En este marco, esta semana sonó fuerte la versión de que en función de la fuerte alza del dólar paralelo, el impuesto al dólar turista y a las tarjetas podría ser duplicado en los próximos días. Las versiones no hicieron más que agilizar operaciones y la consiguiente fuga de divisas.
A partir de la sanción de la ley, todas las expectativas estarán puestas en la letra chica de su promulgación.
No se ha hablado de la extensión temporaria del blanqueo, pero a juzgar por la experiencia de 2009,
se estima que el mismo será por un lapso de 90 días. Sus efectos estarán entonces ligados al cronograma electoral. Todos los economistas coinciden en que recién para después de las elecciones de octubre se lanzarán medidas de fondo, como se esbozó después de las generales de 2011, aunque luego la sintonía fina fue archivada.
Propios y extraños admiten, unos en voz bien baja y otros con estridencia, que ningún programa tendrá éxito, ni la confianza será establecida para que vuelvan los depósitos y las inversiones, si antes la inflación no es controlada y el peso no deja de perder valor. Porque una devaluación paulatina y sistemática se consuma a través de la inflación.i