Es muy común que los adultos mayores se pregunten si haber tenido un episodio de olvido es normal o si se trata de uno de los primeros síntomas de una enfermedad mental que tarde o temprano perjudicará drásticamente la memoria. El proceso de envejecimiento normal se caracteriza por cierto grado de deterioro natural de algunas funciones cognitivas como la memoria. ¿Qué debemos tener en cuenta para distinguir los olvidos sanos de los olvidos patológicos?
Es importante saber que no toda reducción de la capacidad de la memoria indica el inicio de una demencia. La mayoría de los cambios que forman parte del proceso de envejecimiento son normales y no impiden el desarrollo de las actividades diarias ni dañan nuestra calidad de vida. La pérdida de memoria sí debe preocuparnos cuando se transforma en una traba para nuestras tareas cotidianas, nuestra vida familiar o nuestra actividad laboral.
La frecuencia con la que se producen los olvidos puede ayudarnos a determinar si una pérdida de memoria es normal o no. Puede ser normal olvidarse alguna vez de un turno médico que solicitamos semanas atrás, pero no olvidarse varios días de buscar a nuestros hijos a la escuela. Además, los problemas de memoria suelen ir acompañados de dificultades para orientarse en el tiempo o en el espacio. A todos nos pasó alguna vez no saber si es miércoles o jueves; esto no es alarmante. Sí se consideraría preocupante olvidar el mes o el año en que estamos. Asimismo, resulta normal equivocar nuestro camino la primera vez que visitamos un lugar; sin embargo, sería preocupante desorientarse en el barrio en el cual hemos vivido desde la infancia.
Los olvidos, que no se relacionan con una enfermedad, suelen abarcar detalles irrelevantes o de poca importancia. Esto significa, por ejemplo, que podemos no recordar el nombre de un actor o de un suceso específico dentro de la trama de una película que vimos hace poco en el cine, pero sí recordamos que fuimos al cine y con quién. También es normal que, a medida que avanza la edad, las personas mayores necesiten más tiempo para recordar y, si se les da el tiempo necesario y no se los presiona, seguramente lo logran. Sin embargo, cuando la falta de memoria excede lo esperable, es posible que la información se haya perdido por más que se dé tiempo para recordar.
Cuando los problemas de memoria no son serios, las personas suelen ser conscientes de ellos. Por el contrario, cuando una persona no reconoce o niega sus dificultades de memoria, mientras que la familia las nota y las considera significativas, estamos frente a una probable señal de que los trastornos de memoria son más serios. Para controlar cuándo un olvido es normal y cuándo no lo es, tenemos que comparar si la capacidad de memoria ha disminuido notoriamente o no respecto de cómo era unos meses o unos años atrás.
Como en muchos órdenes de la vida, cada uno resulta ser la medida de sí mismo.
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