El pescador elige cómo divertirse, ya sea en spinning o bait cast. Sorprenden los tamaños de dorados, que van de 1 a 5 kilos, y en creciente se largan a comer como locos. Un momento que no hay que desaprovechar.
Ya no nos quedan más elogios para Berisso, un pesquero cuyas bondades destacamos todo el año, en las cuatro estaciones, con su constante recambio de especies. Y en esta ocasión lo visitamos nuevamente en tiempo de dorados, convocados por nuestro referente en la zona, el gran guía Joaquín Hasaín, un notable pescador con señuelos que nos hizo vivir una jornada memorable.

Porque sacar unos 30 dorados en una mañana no es cosa de todos los días. Y no es exageración, créannos. Sucede que así como hace pocas semanas volvimos sin un solo dorado en una doble bajante que nos hizo “conformar” con una impresionante cantidad de bogas, esta vez agarramos la creciente a punto caramelo, ni bien se iniciaba, por lo que pudimos aprovechar la mejor marea para pescar con señuelos en toda su extensión horaria.

Así las cosas, tras embarcar en la Marina y dar el riguroso rol en Prefectura Río Santiago, llegamos a los célebres malecones en la parada de agua, justo antes de que se iniciara la ansiada creciente que es una campana de largada para que los dorados se larguen a cazar.

Asesorados por nuestro guía, optamos por señuelos bien corpóreos, como las bananas NG de paleta escalonada, o los nuevos modelos de Tech en formatos largos y enterizos, con paletas intermedias para trabajar el artificial golpeando las piedras. El bait es la técnica ideal, porque nos permite tiros de precisión entre los palos. Téngase en cuenta que esta pesca se hace con lancha en movimiento, por lo que hay que ser justos con los tiros entre los palos para evitar enganches. Aunque si el pescador es ducho en el spinning, también tendrá grandes satisfacciones.

El pique, en creciente, se da ubicando la lancha hacia zona Sur y tirando hacia dentro del canal de acceso a Río Santiago, procurando que el señuelo caiga a la altura de la tercera línea de palos. Ni bien toca el agua el artificial hay que recoger para que esté trabajando a más de un metro al llegar a la primera línea, que es donde seguramente tendremos los ataques. La clave es actuar rápido al sentir el pique y sacar al dorado de los palos manteniendo la caña arriba. El resto lo hará el guía retrayendo un poco la lancha. La experiencia le dictaminará al pescador cuándo es pique y cuándo es enganche, haciendo que uno clave en el primer caso o deje flojo en el segundo, para que el guía lo ayude a recuperar el señuelo.

La pesca era frenética, por momentos con las tres cañas -el cuarto era el timonel- clavando dorados, de sorprendentes tamaños, pues algunos pasaron holgadamente los cuatro kilos.

El uso de bogagrip para izar la pieza, así como de pinza para extraer el anzuelo, es fundamental y conviene que cada pescador tenga ambos elementos consigo (así como un trapito para secarse las manos) para evitar perder tiempo y molestar al otro.

Por último, un buen consejo es asesorarse con el guía previamente para llevar elementos innecesarios o comprar los señuelos adecuados cuya eficacia ha sido comprobada.

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