El can fue adoptado por el destacamento donde se recuperó de un incendio que le podría haber costado la vida, y le devolvió con creces la ayuda a sus compañeros humanos permaneciendo en las instalaciones.

Las historias en los barrios se multiplican, salen de cada una de sus casas, de sus veredas, de sus plazas. Cada uno de los lugares emblemáticos tienen algo para contar y en Parque Patricios esas historias se dan a montones.

El cuartel de Bomberos del barrio, ubicado en la avenida Caseros, tiene entre las tantas anécdotas e historias, una que sin dudas se roba la atención de todos los visitantes al Instituto Bernasconi.

Es que en su interior hay un perro embalsamado que con el tiempo se convirtió en “un santo protector” de aquellos oficiales que salen a jugarse la vida ante cada incendio, ante cada pedido de auxilio de algún vecino del barrio.

Se trata de Fasulo, así se llamaba el animal, que fue rescatado por los bomberos del cuartel en un incendio, con el tiempo se encariñó con la gente del cuartel y que se terminó quedando hasta el día de su muerte.

A Fasulo lo rescataron los bomberos de Cuartel 2 de Bomberos de Parque Patricios a fines del año 1950. Según cuentan los diarios de aquella época, el incendio se dio en una vivienda y fue de tantas proporciones que fueron muchas las dotaciones que tuvieron que trabajar para poder controlarlo.

Uno de los bomberos del cuartel en una de las pasadas de agua vio que en el interior de la propiedad en uno de los rincones había un perrito tiritando del miedo y a punto de quedar atrapado por las llamas.

Una vez más con la pasión y el coraje que le ponen a cada uno de sus recates, el bombero decidió ingresar a la propiedad para poder rescatar al perro.

Estaba chamuscado, con mucho miedo y le costó un buen tiempo poder adaptarse a la vida del cuartel y sentirse otra vez libre como para poder salir por el barrio. Los propios bomberos fueron los encargados de curarlo, le tuvieron paciencia, le dieron de comer y siempre con la idea de devolverlo cuando ya estuviese recuperado.

Pero el amor que le fueron teniendo, el vínculo que generaron a lo largo de los días, hizo que les resultase imposible entregarlo por lo que terminaron por adoptarlo y Fasulo se convirtió en la mascota del cuartel.

Por aquellos días se lo podía ver siempre recorrer el interior del cuartel, acompañar a los bomberos en aquellas guardias y sentarse en la puerta del cuartel, sobre la vereda de la calle Caseros esperando para una nueva salida.

Porque si bien Fasulo no había sido un perro criado para el salvataje, para el trabajo con los bomberos, la realidad es que con el tiempo él entendió que el trabajo de sus “amigos” era muy importante y por eso quiso participar también de las jornadas.

Lo que más le llamó la atención a los bomberos fue la rapidez con la que Fasulo empezó a entender lo que eran las tareas de rescate. Apenas pitaba la alarma de incendios, se trepaba al autobomba antes que ninguno y salía con ellos al lugar de donde habían sido llamados.

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