Héctor Rodolfo Veira, oriundo de Parque Patricios, es uno de los más grandes ídolos de la historia de San Lorenzo de Almagro. De todas maneras, tal vez impulsado por su sentimiento de cuando era pibe y por varios vecinos quemeros, jugó durante dos temporadas en Huracán, entre 1970 y 1971. Además de futbolista y técnico, el Bambino es un gran contador de anécdotas. PORTEÑO DEL SUR recopiló una serie de historias contadas por él en distintas entrevistas.
Barrio de tango
“Yo nací en una familia tanguera, mi viejo tocaba muy bien el bandoneón y mi vieja era una gran bailarina de tango y mi tía una gran cantante. Entonces yo tocaba el bandoneón y cantaba también. Me hacían cantar en todos lados y cantaba bien, eh. Yo le decía a Rubén Juárez: ‘Rubén, yo tenía que haber sido el sucesor tuyo’. Pero la pasión mía era la pelota y yo quería jugar al fútbol. Y dejé todo por el fútbol”.
Con Ringo Bonavena
“Fui muy amigo de Oscar. Nos criamos juntos de pibes. Íbamos a la pileta del Parque Patricios, él era un poquito mayor que yo. Con el correr del tiempo yo jugué en la primera de San Lorenzo y él fue un excelente boxeador, realmente uno de los grandes del boxeo. Un tipo muy simpático... muy simpático. Siempre digo que si viviera hoy estaría en el jurado de Tinelli, no tengo ninguna duda. Vivimos juntos. Una vez fuimos en avioneta a Mar del Plata, el piloto era más loco que él (se ríe) y nos agarró una tormenta de frente. Yo le decía al piloto ‘volvamos por favor’, y el tipo lo mira a Bonavena y le
dice: ‘Ringo, viene una tormenta de frente ¿qué hacemos?rsquo;. Y Oscar, con el habano en la boca, tirado para atrás -no me olvido más- con su voz aflautada
le dice: ‘¡Metete en el medio!’, jaja”.
Huracán y San Lorenzo
“Con los muchachos del bar de Chiclana y Deán Funes nos juntábamos para ver a Huracán y a San Lorenzo cuando jugaban de local, un domingo a cada uno, porque no había plata para viajar. De pibe no estábamos tan definidos. Después jugué en los dos, pero el amor que le agarré a San Lorenzo no se compara con nada. Antes era distinto. Yo metía el gol de San Lorenzo en el clásico y a la noche iba a jugar al billar a la sede de Huracán con Bonavena. ¡La misma noche del partido! Y no pasaba nada. Yo era el más chico de la barra. En esa época no había computadora ni Play, el único entretenimiento era jugar a la pelota en el adoquinado y después ir el domingo a la cancha. Jugar en la calle me trajo mis dificultades, me doblaba las rodillas y los tobillos. Se me hizo muy bravo con el tiempo. Y a la noche jugábamos a las cartas, al truco o al remate, siempre por el vermut. Yo era menor de edad y cuando caía la policía me escondía en el baño. Una vez, nos metimos con el Gordo Pombo, que pesaba como 200 kilos, escuchamos el ‘uh, uh, uh, uh,’ y dijo: ‘Ojalá que sean los Bomberos’, jaja. Pero fuimos varios los que jugamos en los dos clubes”.
Una con John Wayne
“Yo había sido extra en una película de cowboys cuando jugaba en México en la que actuaba Wayne y lo conocí. Y una vez fui a verlo con el Toscano Rendo. Le dije ‘vení que te voy a presentar a John Wayne, que es amigo mío’. Yo hacía de indio en esa película. Entonces le golpeo la puerta y cuando bre me la cierra en la cara. Le digo a Rendo: ‘Quedate tranquilo que éste me conoce, si estoy todos los días filmando con él’. Le golpeo de nuevo y otra vez abre y cierra la puerta en la cara. Entonces le digo al Toscano: ‘Lo que pasa es que me conoce de indio, de civil no me tiene’, jaja”.
La historia de un apodo inequívoco
“Coco Rossi, mi compañero, me puso Bambino en una gira por Europa. Era el más pibe de todo el plantel de San Lorenzo, tenía 17 años, y después deun muy buen partido en Italia, la prensa me empezó a decir ‘Bambino’, porque estaba de moda Gianni Rivera, al que llamaban ‘Il Bambino d’oro’. Se veque yo jugaba parecido a él, y como era el más chico, los periodistas italianos me dieron manija con eso y al volver a Buenos Aires. Rossi empezó con ‘Bambino’ de acá, ‘Bambino’ de allá. Y quedó para siempre; hasta ese momento, en el barrio a mí me decían Puma, el Puma Veira, ¡qué feo suena! Con 14 o 15 años era fanático del boxeo e iba al Luna Park. Me encantaba el Puma Rivero, un noqueador extraordinario. A mis compañeros de inferiores les decía: ‘Hoy voy a ver al Puma, ¡lo va a poner al otro, pim, pam pum!’. Entonces, me empezaron a decir Puma. Y antes de Puma, en el baby, me decían Pontoni. No tenía idea por qué, hasta que me explicaron quién fue René Pontoni. El destino quiso que me dirigiera después en la Reserva de San Lorenzo”.
Volviendo a Oscar “Ringo” Bonavena, Veira además relató: “Fue uno de los dos personajes más populares dentro de mi existencia, uno fue Diego Maradona y el otro, Bonavena. Nos conocíamos de chicos. Era una persona de gran carisma y simpatía con toda la gente. Nos criamos en Parque Patricios. Yo era muy amigo. Cuando jugaba en San Lorenzo, como él era de Huracán, nos cargábamos. Jugábamos el clásico, lo llevaba al Gasómetro, lo sentaba en la platea blanca y le decía: ‘Quedate acá que en un rato meto el gol y te lo vengo a gritar’. Los hinchas de San Lorenzo le decían cosas y él saludaba, siempre con el habano en la mano. Lo querían a Ringo. No fui a la pelea con Alí porque jugaba al otro día. La vi en El Gráfico, con gente del deporte, y cuando Ringo lo tiró, pegué un salto y grité: ‘Lo tenés, Oscar, ahí lo tenés’. Al final el Negro reaccionó y le ganó”.