El 17 de diciembre de 1867 se inauguró el camposanto donde se enterró una gran cantidad de cuerpos por la epidemia de cólera y por la fiebre amarilla que lo completó en 1871.
El crecimiento de las ciudades implica diferentes servicios y entre ellos en encuentra uno poco deseado pero de difícil escapatoria como es la creación de un cementerio.

Para fines de 1821, el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, y su ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia, dictan un decreto 109 para que la administración y el funcionamiento de las necrópolis fuera responsabilidad exclusiva del Estado. 

Los proyectos se empezaron a suceder y para julio del año siguiente se estableció la utilización del Convento de los Recoletos y sus tierras aledañas para la creación del Cementerio del Norte (a partir de 1949, conocido como el Cementerio de la Recoleta). 

10 años más tarde, en junio de 1832, el gobernador de Buenos Aires de ese entonces, Juan Manuel de Rosas, proyectó una nueva necrópolis que sería el Cementerio del Sud pero el mismo quedó trunco debido a la situación económica de la provincia y su relación con la Confederación Argentina.

Pasó el tiempo y si bien el crecimiento poblacional comenzó a generar alerta para la necesidad de un nuevo enterratorio, la llegada del cólera permitió la concreción de la obra aunque con una fuerte disputa territorial a lo largo de varios meses. Para principios de febrero de 1867 comienza a notificarse la necesidad de medidas higiénicas y alimentarias para combatir esta enfermedad que se empezaba a cobrar miles de víctimas desde Brasil y por la que muy pocos se atrevían a enfrentar a la muerte velando a los suyos. 

Las tratativas por la construcción del Cementerio del Sud fueron constantes. En abril, las recomendaciones sanitarias ya alcanzaban a los muertos por el avance de la epidemia de acuerdo a una orden de Luis María Drago y Leopoldo Montes de Oca, presidente y secretario del Consejo de Higiene Pública. En mayo se discutió la ubicación y se aprobó la compra de los terrenos. El por entonces ministro de Gobierno de la provincia, Nicolás Avellaneda, le expresó su apoyo al presidente de la Municipalidad de la Ciudad, Juan B. Peña, pero éste recibió el rechazo por parte del presidente de la Municipalidad de San José de Flores, Gervasio Castro, por la proximidad del cementerio. 

La obra se seguía postergando hasta que el 30 de octubre de 1867, por medio de una ley de la provincia de Buenos Aires, se determinan nuevos límites quitándole terrenos en litigio a Flores. Finalmente, el 17 de diciembre de 1867 se inaugura el Cementerio del Sud, ubicado entre las calles Caseros, Monasterio, Uspallata y Santa Cruz, recepcionando una gran cantidad de cuerpos por la epidemia de cólera y llenándose por completo con la fiebre amarilla en 1871. A partir de esa fecha, abierto al público únicamente, los vecinos empezaron a reclamar la exhumación de los cuerpos y los funcionarios comenzaron a analizar el destino del predio. En 1873, se ordenó el monumento que todavía sigue en pie en el medio del parque en memoria del cementerio y de los caídos por la fiebre amarilla.


Reconversión


Para 1892 se resolvió su utilización como paseo público bajo el nombre de Parque Bernardino Rivadavia pero recién al año siguiente comenzó la transformación del espacio retirando cruces y ornamentos y trasladando los cuerpos a otro cementerio. También, para completar la creación del parque debían retirarse las paredes y puertas que delimitaban el ahora ex cementerio Del Sud.
Recién en 1928, por ordenanza municipal, se rebautiza el lugar como parque Florentino Ameghino, transfiriendo el nombre de Rivadavia a un nuevo espacio verde creado en Caballito.

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