Camila Epeloa integra el equipo de 2.700 barrenderos que limpian más de 27.000 calles de las 15 comunas de la Ciudad. Su padre trabajaba de camionero en una de las empresas de recolección de residuos.

Camila Epeloa sabe muy bien por qué está ahí, a esa hora de la mañana, en esa calle del barrio de Pompeya. Su historia como barrendera nace de una promesa íntima y amorosa, tanto como la relación que tenía con su padre. Hoy, a sus 28 años, cuenta con emoción cómo continúa con el legado familiar.

Camila recuerda que desde muy chica veía llegar a su padre a la casa con su camperón y el uniforme verde que tanto la impresionaba y la atraía por su color y las bandas reflectoras. Su padre, Sergio Rubén Epeloa, trabajaba de camionero en Urbasur, una de las empresas que se encarga de la recolección de residuos dentro de la ciudad de Buenos Aires. Todas los días Sergio regresaba al hogar luego de recorrer varias calles porteñas realizando su labor y ahí estaba su hija para escuchar sus historias.

Por esos años Camila estaba bastante lejos de trabajar como barrendera o dentro del mundo del mantenimiento de la vía pública. Entre sus experiencias previas están sus trabajos como vendedora de ropa, repartidora y como realizadora de diferentes tareas dentro de un local de comida rápida.

Sin embargo, durante la pandemia, su padre Sergio fallece por covid. Y es en ese momento en el que ella toma la decisión de seguir su legado. "Siempre quise ser lo mismo que mi papá", cuenta.

Al tiempo consigue ingresar a la empresa, donde hace ya dos años trabaja como barrendera en Pompeya. "Era un sueño, porque desde chica quería ponerme el mismo uniforme que mi papá, en honor a él y a todo lo que hizo", confiesa.

Hoy Camila llega a la misma base en la que estaba su padre y si bien no pudo compartir ningún momento con él allí, se queda con todas las anécdotas que sus compañeros le cuentan sobre sus vivencias como camionero.

También valora el trato y lo cómoda que se sintió dentro de un ambiente históricamente ligado al género masculino, aunque el contexto cambió: "Es algo buenísimo que nos sigamos sumando mujeres y, en mi caso, mi papá nunca tuvo hijos varones, así que el legado lo sigo yo", describe Camila.

Tanto ella como muchas de sus compañeras son sostén de familia. Y este trabajo le permitió terminar de pagar la casa que en su momento había comprado su padre en la ciudad de Avellaneda. Allí vive ahora con sus sobrinos y su hermana.

Desde esa casa parte todos los días hacia Pompeya. En el barrio recorre las calles Sáenz, Las Palmas, Perito Moreno y Tabaré, entre otras. Por esos lugares se va cruzando con los vecinos que la saludan y la tratan como a una más del lugar. "La relación con los vecinos es hermosa: en los días de frío muchos te preparan algo caliente para tomar y en verano los negocios me esperan con agua bien fría", recuerda agradecida.

Actualmente hay cerca de 2.700 barrenderos y barrenderas, quienes se encargan de limpiar las más 27.000 calles de las 15 comunas de la Ciudad. Además, se llegan a cubrir 48 barrios con los recorridos que se realizan diariamente.

La cantidad de veces que es barrida una cuadra depende en la transitabilidad de estas. En general, los trabajos se realizan de lunes a sábados de 7 a 13 principalmente, cuando se realiza el barrido de todas las cuadras, al menos una vez por día.

En esa franja horaria está Camila desde bien temprano en Pompeya. Allí, al igual que ella lo hacía de niña con su padre, los chicos y chicas de uno de los jardines de infantes del barrio la esperan para verla llegar con su uniforme y saludarla.

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