El histórico Salón Rock Sur es un eslabón grueso en la línea de tiempo del rock nacional. Por el escenario de la Avenida Sáenz 459 pasaron bandas que van desde Las Pelotas y Almafuerte hasta Viejas Locas y Carajo. Sobre su suelo se desata la descarga de hordas de fanáticos guiados por estremecedores bajos y solos de guitarras eléctricas.
Pero todos los domingos a partir de las 12 hay un paréntesis en ese epicentro del agite y aunque parezca extraño aparecen guitarras criollas, acordeones, guachos y hay baile. El “Rincón del Sapukay” le otorga un lugar privilegiado al chamamé en la Ciudad de Buenos Aires y en un barrio de tango y arrabaleros.
Desde la puerta se escucha un retumbe distinto a lo que se acostumbra en ese lugar de Nueva Pompeya. Un sonido que invita al baile, pero poco deja adivinar hasta que se ingresa. La gran pista para el pogo se convierte en una de baile que tiene a parejas abrazadas que recorren pocos baldosones al ritmo de un grupo de chamameceros a los que se les pide (quizás por segunda vez) que toquen una más. Alrededor hay mesas con comensales que deleitan empanadas y toman vino. A un costado, una estatuilla del Gauchito Gil. Alguien le dejó un vaso con un poco de vino. Un tributo, quizás.
“Nosotros estamos muy contentos de darle un espacio al chamamé en Buenos Aires, porque se lo merece”, cuenta al paso uno de los organizadores de “la peña familiar”, mientras, sobre el escenario, comienza a subir otro grupo y un disc jockey anima la fiesta con los clásicos más eclécticos del género centenario de la provincia de Corrientes.
Es el quinto año ininterrumpido que todos los domingos desde las 12 hasta las 20.30 irrumpe en la escena barrial este pequeño submundo de tradiciones. Con una entrada de 80 pesos se puede disfrutar de música en vivo y conocer una de las danzas que más se practican en el resto del país. Además, ofrecen una variada propuesta gastronómica con sandwiches, gaseosas y café. Aunque es el chamamé lo fundamental, también la chacarera, la zamba y la cumbia tienen sus momentos.
“Este es el baile más caté de la capital”, lo define Stella Maris Pepe, una de las encargadas de llevar a cabo el pequeño festival en Nueva Pompeya. “Yo no bailo, no me animo”, bromea, antes de agregar: “Pero si vos mirás cómo bailan los gauchos, cómo sienten la música esos hombres. Cierren los ojos con una pasión es increíble”.
Pocos son los porteños a los que les llama la atención entrar en un espacio al que concurren en su mayoría habitantes de las provincias que componen la Región del Litoral. “Vienen muchos correntinos que trabajan como porteros de edificio en la semana y como tienen los domingos libres los ves acá con sus familias. Saben que con poca plata la pueden pasar muy bien”, relata Pepe a Porteño del Sur.
Mientras un gato blanco y negro se para en la puerta y observa los autos pasar por la avenida Sáenz, un hombre deja su boina azul sobre la mesa e invita a su pareja a la pista. Bailarán sin importarles el tiempo. Pasarán más grupos y más música. Ellos seguirán en la pista.