T odavía no está muy difundida la pesca costera de pejerreyes en este ámbito, pero vale la pena tenerlo en cuenta, especialmente en jornadas como las que nos tocó al visitarlo. Hablamos de la costanera de Hudson, en Berazategui, sitio al que accedemos por calle 63 desde la autopista Buenos Aires La Plata, viniendo desde Buenos Aires y pasando el peaje de Hudson, tomando hacia La Plata y saliendo a la derecha a los pocos km tras el peaje. Una vez en la calle 63, tras unos km estamos en una rotonda que se propone como un interesante balcón al río. Balcón que nos permite pescar con el auto al lado y compartir la jornada con otros aficionados en una suerte de club de pesca sin entrada, donde pescamos sin pagar. En la jornada elegida, con fuerte viento del sur, mucha agua y la imposibilidad de vadear, que era nuestro plan original, pasamos al plan B que era tirar palos con cañas de lanzar para meter las líneas bien adentro. El río estaba bastante batido y había algunos aficionados que ya habían ocupado sitios clave para la pesca orillera, pues en esta rotonda se han intentado hacer unas columnas con techo que quedaron finalmente sin esos techos pero con las columnas puestas cerca de los lugares de lance. Por tal motivo, los pescadores se deben amontonar en zonas donde no están esas molestias.
Los pescadores locales nos dejaron un espacio para hacer nuestro trabajo y pudimos lanzar un par de cañas tirando plomazos bien adentro, con brazoladas bien largas montadas en esmerillones entre nudos corredizos armados sobre la propia salida del reel.
Los piques tardaron un poco, en un lapso de una hora y media o dos donde sólo un aficionado lograba peces mientras todos lo mirábamos. Este joven habitué pescaba con mojarras saladas y parecía caer en el lugar exacto del pique, pues llevaba unos 8 pescados, con un par de dobletes, mientras el resto seguíamos en cero.
Finalmente, empezamos a tener suerte junto a nuestro amigo Carlos Madia, autor del proyecto Rutas del Pejerrey que -adquirido por el gobierno bonaerense- infelizmente nunca se llevó a la práctica, hecho que hubiese dado un gran impulso a muchos “pesqueros inteligentes” y hubiese fomentado el miniturismo y la gastronomía.
Lo cierto es que cerca de las 11 de la mañana comenzó “la hora mágica” en donde la suerte se dio vuelta a nuestro favor y empezamos a meter buenos pescados. El pique del pejerrey a fondo es apenas de un par de toques y luego se queda quieto, por lo que muchas veces hay que recoger aun de forma rutinaria sin habernos enterado del pique para darnos cuenta allí que había algo clavado. Es que en jornadas con río revuelto, el pique sutil de un peje no mueve la caña de lance, por lo que hay que hacer lo antedicho: tirar y recoger a los 20 minutos, renovando las carnadas.
A propósito de carnadas, es de lo mejor usar mojarras frescas, que en nuestro caso llevamos desde Capital Federal (de Carnadas El Abuelo) temiendo no encontrar a nuestra llegada en algún vendedor local.
Una docenita de regios pejes nos dio una mañana de interesante pesca a fondo en este ámbito cercano, de costa y gratuito, que es una buena opción cuando el río está crecido y arrima los pejes a tiro de caña.
Como siempre recomendamos, y más en un pesquero de acceso público, cuidemos la higiene, llevémonos la basura que ocasionamos, no tiremos al agua plásticos, nailon o desechos que el río no necesita.
Para hacerse el asadito, habrá que pagar entrada en los campings locales que están allí al lado, opción que también nos permitirá contar con un baño. Pero quien solo quiera estar unas horas y llevarse un puñadito de flechas de plata, puede hacer lo que hicimos nosotros: pescar desde la rotonda.
En nuestra visita no vimos sacar un solo peje a flote y tampoco tuvimos suerte en esa modalidad nosotros, ni probando líneas X-15. Vaya y disfrute.