El cura Mario Koessler, quien fuera imputado por abuso sexual agravado a tres mujeres catequistas de 75, 63 y 40 años por hechos ocurridos entre 2014 y 2015 en la Parroquia San José del partido de San Isidro, se declaró culpable en un juicio abreviado y se le fijó una pena de tres años en suspenso.
‘El juicio oral que iba a comenzar el lunes 22 de abril en el Tribunal Oral Criminal Nro. 2 de San Isidro se suspendió por un acuerdo de juicio abreviado al que llegaron la Fiscalía y la defensa, que fijó a Koessler, la condena de 3 años en suspenso’, dijo Andrés Bonicalzzi, abogado de las víctimas.
El letrado había citado para el proceso unos treinta testigos, entre los cuales estaba el presidente de la Confederación Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, quien se desempeñaba como obispo de la Diócesis de San Isidro cuando ocurrieron los abusos.
En la lista de testigos figuraban también padres de alumnos de catequesis que el 24 de septiembre de 2016 se reunieron en la Parroquia San José con Ojea, quién les reveló que Koessler había reconocido los abusos y pedido ayuda psiquiátrica y les anunció que dejaría la iglesia para vivir en el asilo Marin de San Isidro. Unos días antes, el 20 de septiembre, el titular de la CEA lo había separado del cargo y prohibido dar misas en público.
‘Yo sabía que no iba a ir a prisión. Me da tranquilidad que haya reconocido su culpa. Pero yo no quiero saber más nada con la Iglesia, no fui más. Esto me afectó mi fe’, contó Nora Bustamante, una de las víctimas, de 75 años, quien fue catequista desde los 18.
Esta mujer fue la primera de las tres que habló de los abusos. Denunció que en febrero de 2015 durante una reunión en la Parroquia San José, ubicada en Diego Palma y Garibaldi, a la que Koessler la citó para ofrecerle coordinar la catequesis de los niños, el cura la atacó.
‘Me levanto para saludarlo y se me acerca para darme un beso. Yo tenía los brazos pegados al cuerpo. Peso 52 kilos y él pesaba 120. De repente me aprieta, me trinca, me mete la lengua en la boca y me la pasa por toda la cara. Pone su pierna en mi entrepierna, acerca la cara a mi oído y empieza a jadear. Quedé petrificada’, había dicho Bustamante, a finales de 2017 cuando dio a conocer el caso. Nidia Brittos, otra de las víctimas, relató haber vivido una situación similar en agosto de 2015 cuando visitó al cura para pedirle asistencia espiritual después de enterarse que una persona de su entorno familiar había sufrido un abuso, lo que le hizo revivir su propia historia , al haber sido violada en su Paraguay natal.
‘Me fui al despacho y le conté lo que me pasaba. ‘Es una estadística. El hombre tiene sus instintos’, me dijo y me invitó a confesarme. Me sentí enfurecida y me levanté para irme, pero me agarró por la fuerza y me apretó. Puso la cara cerca de la mía y empezó a jadear. Lo empujé y salí. Para mí fue un abusador más’, sostuvo entonces quien era catequista del grupo de padres de la parroquia durante los días sábados.
La tercera víctima fue Alicia González, quién denunció haber sufrido un ataque de características similares a finales de 2014, pero guardó el secreto hasta que en febrero de 2015, Nora Bustamante le contó lo que le había ocurrido.
‘Te creo porque a mí me pasó’, le respondió Alicia González, aunque ambas demoraron varios meses más para comenzar a narrar los abusos a sus hijos, familiares y allegados, y fue cuando se les unió Nidia Brittos. Las tres catequistas presentaron el 29 de septiembre de 2016 la denuncia ante la Fiscalía de Violencia de Género de San Isidro, a cargo de Laura Zyseskind.
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