Bastaron dos frases para que el presidente Alberto Fernández quedara enredado en una red de la que no pudo salir, al menos en las 24 horas siguientes a lo dicho.

Bastaron dos frases. Sólo dos fueron suficientes para que el presidente quedara enredado en una red de la que no pudo salir, al menos en las 24 horas siguientes a sus dichos. “Lo que sabemos es que Nisman se suicidó, hasta acá no se probó otra cosa. Yo espero que no haga algo así el fiscal Luciani”, dijo Alberto Fernández en una entrevista en un programa de televisión. Sus palabras se convirtieron en titulares de todos los diarios y portales, y sobre ellas cayó el peso de las críticas de la oposición, de los propios fiscales y los escasos apoyos del Gobierno.

La primera que intentó una defensa fue la vocera presidencial. “Nos parece importante aclarar que el presidente Alberto Fernández no hizo ninguna comparación. La comparación la hicieron los periodistas, la comparación estuvo durante toda la tarde en la tapa de un portal, la comparación la están intentando generar desde diferentes ámbitos para después autoconfirmarlos”, dijo Gabriela Cerruti al comenzar su habitual conferencia de prensa de los jueves en la Casa Rosada.

En realidad, los periodistas que lo entrevistaron no le preguntaron en forma directa ni hicieron ninguna comparación entre la muerte del fiscal Alberto Nisman y el accionar del fiscal Diego Luciani, que acusó a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad por asociación ilícita y defraudación al Estado nacional.

Le preguntaron al presidente su opinión sobre el pedido de la Corte Suprema de Justicia para que se refuerce la seguridad sobre jueces y fiscales, teniendo en cuenta que “siempre está el recuerdo de Nisman”. Y entonces Alberto Fernández lanzó la frase que cambió el eje de la agenda mediática de las últimas horas.

La frase del presidente desató críticas de todo tipo de la oposición. La Coalición Civica anunció que presentaría una denuncia por “instigación al suicidio y amenaza contra el fiscal Luciani”. Y Patricia Bullrich dijo que denunciaría al presidente por “alentar un golpe contra la Corte, contra los jueces que están juzgando los hechos de corrupción del kirchnerismo y por amenazar al fiscal Luciani, paralizando con la muerte del fiscal Nisman”.

En tanto, Mauricio Macri aseguró que “Alberto Fernández una vez más ha violentado la Constitución Nacional”. Poco antes, Horacio Rodríguez Larreta condenó los dichos del presidente por considerar que “cruzó un límite”. Y sostuvo que “estas amenazas son de una irresponsabilidad nunca vista”.

En el Gobierno no abundaron las voces que defendieran al presidente tras sus últimas apariciones mediáticas. Sin embargo, en el círculo más cercano al presidente hablaban de la “satisfacción” por el resultado de las entrevistas.

En el ala más dura del kirchnerismo, en cambio, señalan que el cambio de eje de la agenda mediática que provocó Alberto Fernández con su polémica frase no los dejó nada felices. “Al meter la causa de Nisman en medio, cambió el eje de todo, y eso no es necesariamente bueno”, admitió un dirigente cercano a la vicepresidenta.

Así, el presidente quedó atrapado en su propia telaraña por una frase polémica que pronunció queriendo defender a la vicepresidenta, pero en ese mismo movimiento ocasionó un nuevo problema: tensó la relación con la Justicia y le dio a la oposición la posiblidad de arremeter contra el Gobierno, acusándolo de no respetar la Constitución ni la división de poderes.

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