El segundo distrito más importante del país ha sido uno de los principales respaldos de la coalición Cambiemos. Desde el nacimiento de la alianza electoral, el apoyo de Córdoba creció elección a elección. Ahora, luego de tres años y medio en el poder nacional, ese sostén corre peligro.
El capital político que el oficialismo generó en Córdoba aumentó con el correr de los llamados a las urnas. En las PASO 2015 Mauricio Macri consiguió 678.186 votos y, en esa provincia, terminó en segundo lugar detrás de Juan Manuel de la Sota de la alianza UNA (con Sergio Massa quien terminó ganando la interna nacional de ese frente).
Ya sin la competencia del caudillo cordobés en las generales, el caudal del actual presidente aumentó y los votos de UNA se trasladaron. Así consiguió subir por encima del millón de votos y, luego, en el balotaje pasó el millón y medio. En total, en la segunda vuelta, arrasó con el 71,51% sobre Daniel Scioli.
Tal cual se puede ver en el gráfico, el capital político del -ahora- oficialismo fue en aumento. En las legislativas del 2013, con Héctor Baldassi a la cabeza de la lista del PRO, sacó casi 300 mil votos. Ya para las elecciones a Gobernador de 2015, la alianza con la UCR (Juntos por Córdoba) le brindó un salto cuantitativo de, casi, el doble de electores que se mantuvo hasta la primera elección presidencial cuando, definitivamente, se transformó en Cambiemos.
Incluso, todo ese capital político hizo que el piso subiera, tal cual se puede ver en el casi millón de votos de las legislativas en 2017. Sin embargo, la crisis económica, la falta de confianza y el incumplimiento de algunos acuerdos han hecho que la imagen de Cambiemos en la provincia mediterránea disminuya. Esto trajo aparejado, además, un problema más grande. La campaña en esa provincia reveló una serie de grietas internas. Profundas e inesperadas.
Córdoba: una elección bisagra con el foco puesto en la capital
El propio Mauricio Macri fue muy claro al respecto. En marzo otorgó una conferencia de prensa en Jujuy y allí, cuando la ruptura era irreparable, soltó: “En Córdoba hay dos dirigentes que no se pusieron de acuerdo, es algo que no queríamos”. El reto del líder fue directo para los radicales Raúl Mestre y Mario Negri. El presidente marcó ese desacuerdo y, luego, eligió.
El tocado por la “varita de la fortuna” fue justamente Negri. Hacia allí apuntaron los cañones con la “máquina de ganar elecciones”, como desde algunos sectores oficialistas nombran a Cambiemos. Sin embargo, en medio de la campaña, algunas bombas se convirtieron en fuego amigo.
En primer lugar Elisa Carrió, que había ido a apoyar al candidato elegido por la Casa Rosada, tiró un pelotazo en contra cuando dijo “Gracias a Dios que murió De La Sota”. La referencia al ex gobernador cordobés -que como dijimos fue su principal aportante de votos luego de las PASO 2015- cayó mal y desató un escándalo. Días después, con la presencia de Negri y de Mario Quintana, la diputada volvió a tener una frase desafortunada contra una periodista a la cual le dijo: “Ojalá no le pase nada a tu familia”.
En el medio de estos desbarajustes, Cambiemos le pidió a María Eugenia Vidal, una de las políticas con mayor imagen positiva del oficialismo, que acompañe el cierre de campaña. Justamente, la Gobernadora bonaerense, es una de los “imanes” de imagen positiva, pero en varias provincias ese apoyo no ha funcionado. En el caso de Río Negro, por ejemplo, los videos y los mensajes enviados no traccionaron lo suficiente y la elección del oficialismo nacional estuvo lejos de quedarse con la gobernación.
Ahora, en esta elección -en la cual el kirchnerismo no tiene ningún candidato propio- Cambiemos pelea contra otra fuerza. Sin embargo, lo más importante es que pone en juego gran parte de su capital político luego de una campaña que tuvo muchos golpes en su contra.
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