Es difícil, casi imposible, decir si Evita Perón hoy sería feminista o una crítica al movimiento. En el libro que ella misma escribió en 1951, “La Razón de mi Vida”, las feministas aparecen como extranjeras -la gran mayoría pertenecían a corrientes socialistas o liberales- o como mujeres que quieren ser hombres.
En sus propias palabras, ella remarca: “Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino ‘feminista’ me dio un poco de miedo. ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerables líderes feministas? Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así”.
“Evita no tenía una visión tradicionalista de la mujer, tenía una visión propia de la época sobre su rol, plasmado sin dudas en 'La Razón de mi Vida'. Pero una cosa es el discurso y otra la práctica, lo que se dice y lo que se hace”, explicó en diálogo con POPULAR Carolina Barry, coordinadora académica del Programa de estudios de historia del peronismo de la Universidad Tres de Febrero (UnTref)
Autora de "Evita Capitana", "El Partido Peronista Femenino", "La Fundación Eva Perón y las mujeres" y "El sufragio femenino", Barry aseguró: “Desde la política hubo un cambio sustancial en esta época y Evita fue protagonista. A la mujer se la saca de la casa, se la invita a trabajar, a militar y hasta a ser legisladora y ocupar puestos en las Cámaras. Su discurso era de época, pero cuando uno va a la práctica es cuando se entra en tensión. No podemos pensar el feminismo de hoy en la década del 50, hoy hay otra agenda y otras ideas”.
Tal y como plantea la investigadora, es imposible ignorar que la situación social y política de las mujeres cambió de manera notable durante el primer gobierno peronista por dos cuestiones. Por un lado, por la aprobación de la Ley de Sufragio Femenino en 1947 y la consecuente oportunidad de que las mujeres votaran, se postularan a un puesto electivo y fuesen votadas. Si es cierto que el peronismo tomó este reclamo, que llevaba décadas, cuando ya nadie se oponía; la propia Eva se sumó cuando el Senado ya había sancionado el proyecto. En los ’50, ningún país tenía la cantidad de mujeres en el Congreso que tuvo Argentina.
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“El voto se hubiese dado igual, Juan Domingo Perón ya lo había querido otorgar cuando era Secretario de Trabajo y Previsión de la Nación, pero las feministas de entonces se opusieron y prefirieron esperar. Cuando asumió en el '46, en la apertura de las sesiones del Congreso quedó plasmada la idea del sufragio, entró al parlamento, se aprobó y en el '47 se promulgó”, recordó Barry, y agregó: “El rol de Eva fue sobre el final, ella construyó la línea política. El Gobierno le entrega incluso la letra de la Ley y la coloca como artífice”.
El segundo punto importante es la creación del Partido Peronista Femenino (PPF), que logró, de manera exitosa, la incorporación masiva de las mujeres en la política. Sin dudas y teniendo en cuenta la época, Eva podría haberse circunscripto a una acción simbólica como esposa del Presidente. Sin embargo, dio un paso más y se transformó en la “abanderada de la liberación femenina”, como se proclamaba a sí misma.
Creó un partido de mujeres líderes, con unidades de base, algo que no existía en ningún otro país del mundo, y decía que las mujeres no sólo tenían que votar, sino que tenían que elegir a sus compañeras mujeres.
En el partido apeló masivamente a las mujeres de los más diversos sectores, las convocó a la participación social y política, a la lealtad al entonces presidente Perón y legitimizó de manera inigualable la participación de las mujeres en la política.
Pero Evita entraba en contradicción consigo misma: en ese entonces, ella decía una y otra vez que el hogar y la familia eran el espacio natural de las mujeres, sin embargo proponía un sueldo para las amas de casa para compatibilizar el rol de dentro el hogar y algún grado de autonomía económica.
“Lo más importante que hizo Evita fue la inclusión de las mujeres en la listas del partido y la obtención de las bancas. Ningún otro partido consiguió que una mujer fuera electa e integrara el Congreso, como sí lo hizo el peronismo, con ella a la cabeza”, detalló la investigadora, y continuó: “En materias sociales la proporción mujer-hombre en el Congreso era una novedad muy grande, era muy diferente a lo que ocurría en otros países. Eso se quebró con la caída de Perón en el '55 y tuvimos que esperar hasta el 2001 para que el cupo de género volviera a ser una realidad. Esto fue impuesto por el menemismo, que, más allá de las opiniones, se circunscribía bajo la idea del peronismo”.
En este marco, Barry destacó la incursión masiva de las mujeres que, poco a poco, comenzaron a participar en la política, al punto que en nuestro país había 3600 unidades básicas solo compuestas por mujeres con organización territorial.
“Te invitaban a afiliarte, pero también a participar de la política social, a ayudar a la comunidad y a instruirte. En ese entonces estaba muy mal visto que la mujer hiciera política, pero justamente eso es lo importante, que Evita buscó que se hiciera igual. Por eso, ella no se define como política, se define como hacedora social”, concluyó.