El libertario celebró su primer año de gestión con resultados concretos: descenso de la inflación y dólar calmo. Este combo (caras de una sola moneda) constituye un activo político indiscutible.

El fenómeno barrial se convirtió en una curiosidad global: un gobierno que se consolida luego de un año de gestión por llevar adelante un enorme ajuste económico es una rareza, una originalidad argentina como el colectivo, la birome y el dulce de leche.

Lo que en casi todas las geografías debilita o termina con la popularidad de una gestión aquí la consolida. Esta es la prueba más consistente del agotamiento de una etapa, de un modelo de administrar el Estado y la economía. Hace un año cambió una administración y también se agotó una época. Milei es más la consecuencia que la causa, pero a los efectos prácticos la discusión de si fue primero el huevo o la gallina, poco importa.

El libertario celebró su primer año de gestión con resultados concretos: descenso de la inflación y dólar calmo. Este combo (caras de una sola moneda) constituye un activo político indiscutible. Muchos podrán dudar sobre su durabilidad y consistencia. Pero mientras tanto la Casa Rosada celebra. Goles son amores.

Adicionalmente, hay que tomar nota de una curiosidad: un político de toda la vida -Alberto Fernández- se convierte en presidente por el peronismo y fracasa por no liderar, en tanto un economista outsider, autodefinido anarco-capitalista, se involucra en una actividad que le era ajena y se comporta como jefe desde el primer momento.

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La fórmula Milei

El gobierno del Frente de Todos dañó la marca del peronismo. Javier Milei, con muy poco, acumuló en doce meses poder y acompañamiento firme de parte de -al menos- la mitad de la opinión pública. Con tan solo un puñado de diputados y un grupito de senadores, sin gobernadores, ni intendentes.

¿Cuál fue la fórmula? Usar en plenitud los instrumentos que provee el Poder Ejecutivo, tomando decisiones a diario y alimentando la percepción de un cambio profundo en marcha. Con el acompañamiento estable de la mitad de la opinión pública y motosierra en mano, encaró la desarticulación del “Estado presente” desde una consigna sencilla: “no hay plata”. De allí en más, los recortes y el ajuste dominaron con eficacia al tigre de papel que en una década de estanflación convirtió al sector público. Y la verdad es que no se derramaron muchas lágrimas por los caídos en post del equilibrio fiscal. En algunos casos, solo se vertieron algunas lágrimas de cocodrilo.

Llevarse puesta a las vacas sagradas de las últimas décadas se explica por la aceptación en voz baja de muchos opositores respecto a la necesidad de realizar el “trabajo sucio”. Aunque en la superficie se diga otra cosa.

Malos modales que no pagan costos

Por su parte el Presidente, afecto desde el comienzo a auto celebrarse, (y a premiar y castigar de acuerdo a quienes lo halaguen o no) desparrama su euforia sobre “degenerados fiscales”, “mandriles y otras despectivas calificaciones que se viralizan con la ayuda de sus seguidores en las redes sin pagar aún verdaderos costos por sus malos modales. En el oficialismo no hay lugar para la prudencia.

La desmesura es esencial a su estilo y su modo de acumulación. Por eso se resiste a considerar que este partido recién cumple el 25% de su duración. Aunque ha probado que no le falta pragmatismo (o quizás precisamente por eso), tiene que aumentar el volumen de sus retóricos y virtuales castigos para que no se enfríen las pasiones de quienes lo pusieron en el sillón de Rivadavia.

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El senador Edgardo Kueider se convirtió en un aliado clave del gobierno nacional cuando se aprobó la Ley Bases.

El senador Edgardo Kueider se convirtió en un aliado clave del gobierno nacional cuando se aprobó la Ley Bases.

La casta soporta

Mientras tanto, los distintos integrantes de la llamada casta soportan con distintos grados de estoicismo los rugidos del león, confiando que más tarde o más temprano será la realidad la que lo devolverá a la jaula o lo domesticará. Claro que no arriesgan pronósticos respecto de los tiempos pero escuchan con avidez los pronósticos de los economistas que señalan como talón de Aquiles libertario al dólar barato del Toto Caputo.

Confían en que, tarde o temprano, una eventual devaluación del peso, devalúe también la imagen del gobierno. Entre tanto, para ir matizando la espera, la oposición se anotó una victoria táctica con la expulsión de Edgardo Kueider, ex kirchnerista devenido en aliado del oficialismo en el Senado. La movida empañó el exitismo gubernamental exhibiendo fisuras con socios partidarios (Macri y los radicales) y estresando aún más la relación con la vicepresidenta Victoria Villarruel. También dejó a la vista que en la profesión del poder todos pierden, más temprano que tarde, la virginidad moral proclamada.

Claudio Marangoni - Politólogo

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