Es 1995. Mario Pergolini y Mauricio Macri son dos hombres emprendedores, exitosos: uno, con su irreverencia, revoluciona la FM; el otro saltó del ámbito privado a la vida pública: lo acaban de elegir presidente de Boca Juniors, un club gigante sumergido en una crisis. Cenan en un restaurante de Buenos Aires, se miran con ojos claros. Pergolini, que tiempo después llegaría a la televisión con gafas negras, felicita a su compañero de cena. Pero le advierte algo:
—Todo esto que estás haciendo tiene sentido si vos querés llegar a ser Presidente de la Nación— le dice.
Veinte años después, Mauricio Macri parece haber escuchado el consejo.
Veinte años después, Mauricio Macri es el nuevo Presidente de la Nación.
* * *
Hijo del empresario Franco Macri y Alicia Blanco Villegas, Mauricio Macri nació en Tandil por deseo de su madre, oriunda de esa localidad bonaerense, el 8 de febrero de 1959. Creció en Buenos Aires, hizo toda su educación primaria y secundaria en el colegio Cardenal Newman, de alta curia, y se recibió como ingeniero civil en las Universidad Católica Argentina.
Se casó tres veces, tiene cuatro hijos. Con Ivonne Bordeu contrajo matrimonio a sus 22 años y tuvo tres niños: Agustina, Gimena y Francisco. Después de 10 años, terminaron. Con Isabel Menditeguy firmó la libreta civil en 1994. Y el divorcio en 2005. Ya como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2010, se enamoró de Juliana Awada: Antonia es el fruto de esa relación.
Awada, empresaria de una importante marca de ropa, es la flamante Primera Dama.
Durante muchos años, su vínculo con Franco Macri se pareció más a la competencia entre dos empresarios del mismo rubro que a una relación padre e hijo. Gabriela Cerruti lo describe en su libro El Pibe. Los domingos, cuenta, jugaban al ajedrez en la casa de Franco. Mauricio siempre perdía. Cuando el almuerzo estaba servido, en la mesa, el padre se vanagloriaba de su superioridad: "Este pendejo de mierda no me va a ganar nunca", decía.
Una mañana, Mauricio hizo jaque mate.
Franco guardó las piezas con solemnidad, con una calma que escondía al fuego, al ardor.
Nunca más volvieron a jugar.
Desde entonces, su padre se transformó en el gran enemigo público. Si bien fue quien le facilitó todas las herramientas para construir su carrera —lo llevó trabajar en SIDECO, le dio la gerencia primero, vicepresidencia después y presidencia finalmente de SEVEL-Fiat—, se ocupó de castigarlo públicamente: "No tiene corazón para ser presidente", llegó a decir en una entrevista, mientras le revolvía las heridas: viajaba con Cristina Kirchner, antítesis política de Mauricio, a China junto a un contingente de empresarios.
En la primera vuelta de las elecciones de este año, Franco asistió al búnker por primera vez. Macri había pasado por varias elecciones, pero su papá nunca había ido acompañarlo. El 25 de octubre, en Costa Salguero, el hombre que no desempolvó las piezas de ajedrez, se emocionó cuando se enteró del resultado de su hijo. A los 85 años, le dijo que se sentía orgulloso de él.
Franco también lo salvó. En 1991, a Mauricio Macri lo secuestraron. Un grupo de extorsionadores lo mantuvo cautivo en un galpón de la zona de Constitución. Fueron 15 días de agonía para los Macri. Lo tuvieron con los ojos vendados, encerrado en una caja de madera de un metro y medio por un metro y medio. Agobiado, se preguntaba si saldría vivo de esa situación.
La familia pagó el rescate. En su página dice que, desde entonces, se sintió "más libre que nunca, incluso para forzar su propio destino".
Su destino, veinticuatro años más tarde, dice que es el nuevo Presidente de la Nación.
El fútbol está en la vida de Macri antes de su desembarco en Boca. Todos los sábados disputa un torneo de fútbol en su quinta, en la zona de Villa de Mayo. En su equipo, juega con la "10" en la espalda: se fastidia hasta el hartazgo si no le pasan la pelota. Y se cambia de equipo si no le hacen caso.
Desde hace un mes, según supo DIARIO POPULAR, los hijos de los jugadores —la mayoría amigos íntimos del flamante jefe de Estado, ex compañeros del secundario, o conocidos de él— no pueden ir a ver los partidos. Selló el hermetismo en el único lugar donde puede relajarse.
El bigote, a diferencia del fútbol, no estuvo siempre. No corrió la misma suerte. De joven, lucía una especie de anchoa gruesa que recorría todo el labio superior. Lo usaba, decía, porque tenía que darle órdenes a gente más grande que él y, así, daba una impresión de "seriedad". Sin embargo, había algo oscuro en ese bigote: una imagen noventosa, vieja, feroz.
Ya como Jefe de Gobierno, en 2010, cuando estalló la causa que lo procesó por escuchas ilegales, irrumpió a una conferencia de prensa, una mañana, con la cara pelada. El bigote había desaparecido. Nunca más creció. La excusa fue la "flexibilidad" de Awada, su nueva pareja: "Ella me dejo afeitármelo", explicó. Otros, más conspirativos, juran que fue un consejo de su asesor de imagen.
Pablo Clusellas es amigo de Macri desde la infancia. En una entrevista que le dio a La Nación, en 2003, mientras se postulaba como Jefe de Gobierno en la elección que finalmente ganó Aníbal Ibarra, dijo que a Mauricio le gustaba manejar rápido: "Eso era cuando tenía 18 años, ahora ya no lo hace". Macri se divertía viendo a sus amigos por el espejito retrovisor pasándola mal.
Pero Macri, arriba de un auto, también la pasó mal. En 1999, ya como presidente de Boca, volvía de una cena en una peña de hinchas "Xeneizes" acompañado por Diego Cagna y Martín Palermo cuando protagonizaron una tragedia. Viajaban por la autopista Moreno en un Peugeot 406 cuando dos ciclistas se cruzaron. Y las atropellaron: Paula Elizabeth González, de 14 años, falleció al día siguiente del accidente; Martha Susana Brunewald, de 16, tuvo heridas leves. Macri las subió al auto, las llevó al Hospital De la Vega de Moreno y puso todos sus recursos a disposición de ellas. Sin embargo, nunca quedó claro quién condujo el auto: Macri dijo que era su chofer; el abogado de las víctimas afirmaba que un testigo había visto al entonces bigotón bajarse del lado del conductor. Lo único concreto: el vehículo estaba a nombre del actual presidente.
De todos modos, lo más interesante que dijo Clusellas en la entrevista no fue la relación de su amigo con los autos. Lo más interesante fue lo siguiente: "Cuando nos contó que quería ser presidente de Boca le dijimos que era una locura. Pero las locuras no lo paran. Siempre logró lo que se propuso. Ya ni me llamaría la atención que un día diga que quiere ser presidente".
Pergolini se lo dijo hace veinte años. Él lo oficializó hace dos años. Lo concretó un domingo de noviembre de 2015.
comentar